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Después de una dura semana de trabajo, nada mejor que arrancar el fin de semana con el “viernes cultural”, esa reunión de amigos en las esquinas del barrio presagiando ya el descanso y la fiesta. Esta sección pretende hacer eso, arrancar nuestro fin de semana desde esta esquina virtual con cuentos y poemas de autores panameños para que los conozcan y los disfruten. Así que, ¡feliz fin de semana!, con sabor a literatura panameña de la buena.

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]
Diseño: Carlos García Ponte

Los milagros de Chucho Márquez, un cuento de Gonzalo Menéndez González

Gonzalo Menéndez González

Gonzalo Menéndez González (Panamá, 1960) tiene la capacidad de narrar lo extraño de manera sosegada y atrayente. Ha ganado el Premio Centroamericano Rogelio Sinán en cuento (2013), el Nacional de Cuento José María Sánchez (2013) y el de minicuento Rafel De León-Jones (2010). “El síndrome y otros cuentos” o “La Tos, la Tiza y Tisó”, son dos de sus obras.

Los milagros de Chucho Márquez

(Del libro, La Tos, la Tiza y Tisó)

⸺Este año tú serás el hijo de Dios nuevamente⸺ le decían a Jesús Márquez. A Chucho, como le conocían desde pequeño, le gustaba que lo convocaran cada año para encarnar a Jesús de Nazaret. Cada Semana Santa, la iglesia San Juan Bautista de Aguadulce organizaba una puesta en escena de la vida de Jesucristo, su calvario y los días previos a la crucifixión. Y Márquez, año tras año se involucraba más y más en ello.

Lo hacía tan bien, que la gente del pueblo sentía tener por unos días al mismísimo hijo del Creador por esas tierras. Había quienes, venidos de lejos, hasta le pedían milagros, mientras imploraban a sus pies. Sus rostros humedecidos por el llanto, fueron llegando muy hondo en el alma de Chucho, quien no los sacaba del equívoco, ya que estaba seguro de cumplir una misión terrenal.

Su parecido a la imagen que se mostraba en el catecismo de la Imprenta Franco, era inmejorable: su barba, sus cabellos desplegados al viento, sus ojos claros, y ante todo, la mirada de compasión y ternura que desarrollaba desde la madrugada del Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección.

⸺Los niños más pequeños lo adoran, Padre ⸺decía la señora Carmen Arias, una devota de la conmemoración de la Semana Mayor, al referirse a Chucho y su figura⸺. Ojalá no se pierda esta tradición que renueva cada año nuestra fe⸺ el Padre César miraba con la desconfianza propia de quien oye signos de algo indebido. Aunque en el fondo, parecía aceptar las circunstancias de tan raro fenómeno.

Donald Trump convocó a los Jesucristos de Panamá a un concurso millonario de gran alcance. Empezó allí, pues la tradición de escenificar los días del calvario era intensa y bien acogida por los feligreses en casi todos los pueblos del país.

Se elegiría al de mayor parecido con Jesús y éste representaría a Panamá en un evento regional. Aunque estaban por definirse mejor los parámetros a calificar, ya se tenían los principales, especialmente aquellos de carácter subjetivo, como bondad, capacidad de comprensión, humildad y capacidad de perdonar.

También eran parte de los atributos hablar varios idiomas, el parecido físico a la imagen del santo sudario, la delgadez y el carácter esbelto, así como la capacidad de hablar en parábolas, mediante enseñanzas profundas.

En la mezzanine de la torre Trump Ocean Club ubicada en Punta Pacífica, Ivanka, la hija de Trump, abrió una oficina de inscripciones. El lapso era corto, dos días para que todos los muchachos concursantes acudiesen a llenar sus planillas y a realizar sus castings.

⸺¡Chucho, ese concurso es tuyo, no hay duda de que eres el mejor! Te pareces más que ninguno⸺ le decían los amigos a Márquez, quien no paraba de pensar en ello. También le decían que debía pulir un poco su forma de hablar, cambiar un poco su gestualidad y hasta su acento local.

⸺No tan pueblerino, tú sabes. Quizás con unas clases extras que te dé el profesor Camacho, puedas culturizarte lo necesario. Él te podría entrenar en teología e historia bíblica, o quizás geografía universal, y algo de la historia del pueblo de Israel⸺ seguían lloviendo los consejos con su torrente de buenas ideas.

En casa, Chucho no paraba de mirarse al espejo, mientras sostenía en la mano derecha una imagen algo gastada de una pintura de El Greco. Por su lado, su tía Hermelinda le había hecho llegar una copia de un mosaico de una iglesia de Santa Sofía, en Estambul, donde Jesús serio, portaba unos delgados bigotes que le daban un aire de cierta severidad. La misma tía también le había aconsejado que se los cortara en otro estilo, ya que para nada le gustaba la idea de un Cristo regañón.

Una vecina había conseguido a través de un sacristán, una imagen de la Transfiguración de Jesús, pintada por Rafael en el siglo XVI, pero en ella se apreciaba una anatomía algo más gruesa a la que había aprendido en la escuela.

También le dejaron bajo la puerta, una estampita de La última cena de Leonardo Da Vinci. En ella, el hijo de Dios, con cabello lacio muy bien peinado en dos, con un rostro de triste resignación, misericordioso y con ojos cerrados, resalta entre sus apóstoles, quienes parecen alarmados comentando entre sí. Por todo ello, el dilema de Chucho era cada vez mayor, ¿a cuál Jesús parecerse? El sabio consejo del padre César dio una salida elegante al asunto.

⸺Chucho, mejor espera a que se definan los criterios de la elección, y recuerda bien que este enredo se puede convertir en pecado, cuídate de la arrogancia, la envidia y el narcisismo. Eres un hombre de bien, no lo olvides. Reza mucho porque no se vaya a producir un problema que luego no puedas remediar. Que Dios te bendiga, hijo.

A pesar de las buenas advertencias, seguía diariamente mirándose al espejo, peinando su largo cabello, imaginando milagros, y vistiendo una toga larga, como si estuviese a punto de partir al Monte de los Olivos, y no a la calle Perú del Corregimiento Barrios Unidos de Aguadulce.

Recibió dinero y presentes de todo el pueblo. Hasta el pasaje en bus a la ciudad de Panamá estuvo contemplado en el paquete. No faltaron medallas milagrosas ni agua bendita. Fue uno de los primeros en presentarse. La fila fue creciendo, y cuando ya daba la vuelta a la cuadra, decidieron cerrar las inscripciones.

Había jóvenes provenientes de todos los rincones del país. Algunos descalzos, otros con mantos descoloridos, hubo uno que llegó de La Villa de Los Santos, cargando una pesada cruz de madera de Espavé. El de San Francisco de la Montaña se arrodilló y parafraseó a Lucas 22: Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Se oían rezos por doquier.

A pesar del ambiente de recogimiento que parecía irradiar entre los participantes, un pequeño grupo charlaba ruidosamente; eran los que tenían zapatillas Converse, aretes en los oídos, cejas depiladas, o con cortes de cabello que contrastaban con la figura de Cristo, y que dentro de la fila, fueron bautizados como el grupo de los locos de San Miguelito y la 24 de Diciembre.

Con el cierre apresurado de las inscripciones, algunos políticos de oposición empezaron una campaña de desprestigio del evento, y en ella, se incluyó una muy tangencial relación con las políticas sociales y económicas del gobierno.

Los medios televisivos no dudaron un segundo en atizar el fuego de las discrepancias y las críticas, sacando provecho de la audiencia. Los activistas agudizaron los argumentos con respecto a los criterios de selección. ¿Qué imagen de Cristo sería la base del concurso? ¿Qué atributos se les pediría a los concursantes? ¿Cómo creerle a un inversionista como Trump, que no hacía mucho tiempo había declarado en contra de los intereses del país?

Ante la situación nacional, la Iglesia católica decidió consultar a Roma sobre su posición ante el extraño concurso. Las dudas provenían de lo interno de las curias, dado que la gente empezó a asistir de manera masiva a las iglesias. El singular fenómeno fue reseñado en la consulta.

Por rara circunstancia, los feligreses aumentaron, así como las discusiones públicas por la historia y la figura de Jesús. Ni hablar de las opiniones por los competidores. Tres eran los preferidos, pero gracias a las llamadas telefónicas, Chucho parecía encabezar las preferencias.

Jesús era discutido hasta en el recinto legislativo. Algunos diputados trataron de diseñar una ley que fomentara los dramas de Semana Santa en cada pueblo del país. Algunos constitucionalistas advirtieron del error, en un Estado que se había autorregulado como laico. La iglesia evangélica llamó a sus seguidores a rechazar vehementemente este tipo de iniciativas, que seguían dando ventajas a la iglesia católica.

Una empresa televisora ofreció pagarle un extreme makeover al ganador nacional, y nuevamente surgieron discrepancias. Algunos decían que Jesús no era atlético como se le quería exponer: con unos abdominales y músculos de piedra.

Otros organizaron campañas a través de Twitter y Facebook mostrando imágenes clásicas de Jesucristo, como un hombre musculoso y fuerte, aunque delgado. El asunto se sale de las manos de la organización Trump. Ante las demandas que empezaban a recibirse y el desprestigio que parecía encaminarse, la junta directiva decide suspender el certamen. Simplemente el concurso no va. Se producen reacciones inmediatas. Las televisoras se ahogan en excusas baratas.

⸺¡Chucho, te robaron el concurso! ¿Qué harás?⸺ le preguntan con insistencia.

-Seguiré las enseñanzas del Señor- se decía frente al espejo del baño en una amplia habitación del hotel Miramar, donde lo habían alojado.

⸺Mostraré compasión por los que me han robado. Le han quitado a la gente su Jesús vivo. No podré ayudarles desde los medios de comunicación, entonces, lo haré desde la calle.

Las consecuencias fueron desastrosas: hubo países que se acusaron mutuamente, los gobiernos de izquierda ridiculizaron las reacciones de los otros. A lo interno de Panamá, los Jesús, pasaron de héroes a villanos. Incluso hubo diputados que exigieron que a aquellos en los cuales el Estado había invertido dinero en maquillajes, gimnasios, vitaminas, y clases de cultura, devolvieran al Erario nacional la inversión.

La mayoría provenía del interior del país y no sabía argumentar, pero sus barbas y rasgos de hombres de mantos y milagros, no las perderían tan fácilmente. Surgieron abogados dispuestos a defender gratuitamente a los Jesús abandonados. Se les empezó a ver en los semáforos recogiendo firmas para exigir la realización del evento, hasta llegar al final del concurso.

El tiempo pasa. Otros problemas del país dejan atrás la crisis de los Jesucristos. Jesús Márquez regresa a su tierra natal. Está perturbado. Anda andrajoso, con pasos lentos. Mientras camina desde el puerto en el manglar hacia secos cañaverales, recuerda con angustia que la multiplicación de los peces que trató de hacer una realidad, no funcionó como esperaba.

Tan sólo logró que el chino Wang obtuviera camarones más grandes de lo que usualmente obtenía en sus redes de nylon.

Días antes trató de revivir una iguana que los chicos de la playa habían apedreado, y tras dejarla un rato al sol, ésta salió corriendo hacia los árboles de manzanillo más cercanos. También asistió al parto de la yegua de Beto, y el potrillo relinchó antes de lo esperado. Con todo ello, Chucho aún no está convencido de sus milagros. La gente lo señala en su vagabundear. Y él recuerda los desprecios de los soldados romanos. No creen que sea el mesías, pero él no les teme, porque desde que nació, el mismo Herodes ordenó matarlo.

A veces se le ve caminando encerrado en las espirales polvorientas de los caminos de los cañaverales. Con su batola de profeta venido a menos, con sus cabellos largos, y bajo el calor abrasador del verano, su estampa recuerda su deambular por el desierto de Getsemaní. En esas ocasiones, se refiere al río Jordán y señala al río Chico de Natá.

En el hospital le tienen prohibida la entrada, pues las últimas veces que ha ingresado ha causado espantos de gallinero. Le metió los dedos en los oídos a un viejito, y lo encontraron escupiéndole la lengua, mientras gritaba: ¡Ábrete! ¡Ábrete! Otra vez, entró directo al cuarto de urgencias buscando a un paralítico, gritando: ¡Levántate! ¡Levántate y vete a casa!

Por la entrada a Capellanía, lo siguieron unos muchachos gritándole sandeces. Les dejaba hacer, repitiendo a los cielos, con voz algo gangosa, Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de ellos es el reino de Dios. De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Bajo la humedad mohosa de Coclé, sigue caminando sonriente por los potreros de infiernos del Arco Seco, con sus ojos desorbitados y los perros ladrándole los tobillos. En el Salado, en las noches de tormenta, una sombra vaga por la playa levantando los brazos y gritando histérica a los cielos para que cesen los elementos. En esas ocasiones, los pescadores prefieren callar y dormir, y dejar que sea el viento con sus aullidos y truenos infernales los que ahoguen los milagros de Chucho.

Tomado de La Tos, la Tiza y Tisó (2013).


Coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña:
Pedro Crenes Castro

[email protected]
(Panamá, 1972), es escritor. Es columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.
https://senderosretorcidos.blogspot.com/