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De izquierda a derecha: Alina Torrero, Miroslava Herrera, Josefa Sánchez Contreras e Indhira Serrano
Indhira Serrano, Miroslava Herrera y Josefa Sánchez Contreras fueron convocadas al Hay Forum Ciudad de Panamá para generar las clave de un nuevo discurso social

Por: Violeta Villar Liste

Mujeres y militantes por un mundo mejor, conversaron sobre la lucha por las desigualdades con Alina Torrero, antropóloga social panameña

Son palabras que vienen del pasado. Huelen, pesan, duelen y queman. Vienen del pasado, pero siguen condenando presentes.

Racismo y discriminación son algunas de estas palabras de ingrato registro en el diccionario de la memoria colectiva.

¿Qué hacer con ellas? ¿Cómo confrontarlas y, sin negarlas, execrarlas?

Hay palabras que buscan otras palabras para ser más fuertes y resistir. Se hacen invencibles en la literatura, en la militancia, en el verbo, en la tertulia y en la determinación de bajar de los altares a estas palabras que por los siglos de los siglos han levantado muros y distancias.

Tres mujeres han decidido sumarse con su ejército de metáforas, verbos, versos y verdades a este cambiar mundos para que la palabra igualdad tenga un sentido pleno.

Hay muchas mujeres como estas tres mujeres, pero, en el caso que nos ocupa, son nombradas por la pertinencia del tiempo y del lugar.

Son ellas Indhira Serrano, Miroslava Herrera y Josefa Sánchez Contreras. Por coordenadas geográficas, Indhira de Colombia; Miroslava de Panamá y Josefa de México. Las tres, a su vez, habitantes del territorio del mundo anhelado de los y las iguales.

Las tres fueron convocadas al Hay Forum Ciudad de Panamá que quiso replicar en tierra canalera el espíritu del Hay Festival que se define como ”una organización sin ánimo de lucro, creada hace 37 años en el Reino Unido y con presencia en varios países, que crea festivales inclusivos y para todos los públicos en los que celebramos la literatura, el pensamiento, las ideas y el intercambio entre las personas. Nuestro principal objetivo es hacer la cultura accesible para toda la ciudadanía, independientemente de su origen y edad”.

En 2020 el Hay Festival ganó el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades, compartido junto a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

Existe Hay Festival en Colombia, España, en México, en Perú… y en Panamá. Durante dos días (martes 23 y miércoles 24 de enero) se sembró en diferentes lugares de la ciudad para que la palabra fluyera libre y con propósito.

Indhira Serrano, Miroslava Herrera y Josefa Sánchez Contreras conversaron sobre la lucha por las desigualdades con Alina Torrero, antropóloga social panameña con especialización en Etnología por la Universidad Autónoma Metropolitana de México. También hablaron con el público en el auditorio de La Manzana, situado en la calle 15 de Santa Ana, un complejo arquitectónico que se levanta sobre los cimientos firmes de la cultura para darle otra oportunidad a esta parte del casco antiguo de la ciudad.

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Así, con este espíritu de reconstrucción y de elevarse desde el pasado y hacia el futuro, transcurrió este diálogo de voces múltiples.

Derribar los altares racistas

Indhira Serrano, actriz, escritora y conferencista, también fue modelo.

Su propósito personal ha sido luchar como mujer afrolatina por el orgullo de ser y pertenecer a un origen.

Este proyecto tiene por nombre Reconstruyendo imaginarios. Además de llevar su palabra al lugar necesario, escribió el libro Rosa la crespa, aliada con la literatura en esta misión de normalizar el pelo crespo que puede marcar infancias.

Protagonizó en Venezuela la película Piel que aborda el tema del racismo en el país y desde la actuación ha aprendido a ponerse en los pies de otras personas.

“He ido descubriendo que no es posible enunciarse a uno mismo sin tener en cuenta al otro” afirma.

Este entender la mirada del otro comienza en el año 2014 al crear círculos de mujeres en acto de habla. En estos encuentros comenzaron a dialogar sobre temas que parecían imposibles de cambiar y esta escucha íntima se elevó a favor de la lucha histórica de la mujer negra.

En su libro Rosa la crespa, por ejemplo, se defiende el derecho a la identidad; a la vida escogida más allá del lugar en el cual el nacer te encuentra.

De Miroslava Herrera hay una presentación en la revista Concolón que retrata su espíritu:

«Cantante, compositora, historiadora y periodista, en las ochocientas mil cosas que Miroslava hace por día hay un sello inconfundible: profundidad radical. Coclesana, pasó su infancia en la ciudad de Panamá escuchando a Roberto Carlos y leyendo a Galeano. Cuando terminó la universidad, quiso ver con sus propios ojos una región partida. Tomó su mochila y se largó en un viaje de una década a conocer una tierra y una historia que es la suya. Pasó por Estados Unidos, Canadá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador. Al volver a Panamá, trabajó en la documentación histórica del Programa de Ampliación del Canal y cofundó Afrodisíaco, un grupo que rescata y promueve los ritmos afropanameños”.

Justo para la revista Concolón, y en el contexto de un artículo sobre “si somos o no somos racistas”, escribió un pensamiento que también desarrolló en el conversatorio:

“Hay patrimonios tóxicos y es nuestro deber hoy derribar todos los altares racistas en este país. La manera de acercarnos a esa idílica postal de puente del mundo es unir a todos los que viven en este país en un abrazo de equidad y esperanza. Cuando lo hagamos, cuando dejemos de ver la revolución en el celular y salgamos a las calles juntos exigiendo justicia, la cosa será distinta. El coro se hace cada vez más fuerte”.

Parte de su lucha se ha enfocado en estudiar las narrativas musicales como mecanismos de reconocimiento cultural y herramienta simbólica para derribar el altar discriminatorio.

En las denominadas afro expediciones ha descubierto en los cantos ancestrales “relatos de emancipación que van más allá del tema del color de la piel” y le permite introducir mensajes que despierten en las personas el interés por su identidad.

Hay una expresión muy simbólica que utilizó y es el de “meter el pie en la puerta” como una manera de interceptar y proteger.

Ocurre cuando se rescata un canto tradicional y en su esencia rítmica se recuperan mensajes que trascienden al grupo, lo emocionan y vinculan para sentir orgullo y no rechazo hacia una herencia.

Piensa que más allá de la estética, si una niña, por ejemplo, crece sin fuerza interior, “crece para ser pobre y vulnerable”.

He allí el poder que nace de “meter el pie” a la puerta de estas concepciones para reconstruir y evitar que se empobrezca el espíritu de la nación.

Josefa Sánchez Contreras, investigadora de la etnia zoque de Chimalapas, Oaxaca, tiene maestría en estudios latinoamericanos y doctorado en estudios mesoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Comparte que existe un altar racista que se sostiene por el imaginario colonial, al cual se le da continuidad al representar a las culturas indígenas como petrificadas o piezas de museo.

Señala que el interés por preservar este imaginario se asocia al interés por la colonización de las tierras indígenas y la explotación de sus recursos.

De la colonización al siglo XXI la lucha sigue: “Debemos afrontar los altares racistas. Toda América Latina se ha forjado con el color de la piel”, reflexiona.

Advirtió que los pueblos más vulnerados son aquellos en los cuales se agudiza la emergencia climática.

“Uno de los elementos más importantes para desafiar esta devastación de la tierra es la defensa de los ríos frente a dinámicas extractivistas. No podemos ser indiferentes porque en los ríos acontece la vida humana y no humana”.

Expresó que estar en espacios como el propiciado por el conversatorio, y tomar la palabra desde la lengua dada por el proceso de colonización, “es ya un acto de resiliencia y resistencia y demostrar que lo que soñaron nuestros ancestros es posible”.

Y como bien dijo Alina Torrero a modo de cierre: “Tenemos mucho que decir y nada por qué disculparnos”.

Por: Violeta Villar Liste | [email protected]