Por: Juan Carlos Méndez Guédez
Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela 1967), es autor de novelas como Round 15, Los maletines, El baile de Madame Kalalú, Una tarde con campanas, Tal vez la lluvia, Veinte merengues de amor y una bachata desesperada, y de libros de cuentos como La diosa de agua, La noche y yo, y El vals de Amoreira, entre otros. Doctor en literatura hispanoamericana por la Universidad de Salamanca. Reside en España desde 1996.
Alguna vez tuve en mi escritorio la foto de la casa de Rafael Cadenas en Barquisimeto.
La perdí. Los años. Los viajes.
Venezuela es ahora una palabra llena de pérdidas.
Pero desde este jueves, hay que aparcar el dolor, el peso, lo terrible de estos años.
Hace unas horas Rafael Cadenas ganó el Premio Cervantes de Literatura, el Premio Nobel de la literatura en nuestro idioma. Las redes se llenan de venezolanos que gritan, celebran, lloran, repiten sus poemas maravillosos.
El hombre que ha reflexionado sobre la carnalidad de una poesía que ilumine el presente, sobre el misterio que nos acompaña y nos habita, al fin ha sido reconocido con el máximo premio de nuestra lengua.
No me siento capaz de reflexión alguna en este momento. La emoción es una palabra que golpea y golpea como una ventana que el viento agita.
No puedo dejar de pensar en esa Plaza Altagracia de Barquisimeto donde un jovencísimo Cadenas se reunía con Salvador Garmendia para intercambiar libros. Me gustaba ir a esa plaza solo para sentir que alguna vez allí ocurrió el milagro, que allí ocurrió el secreto, la dicha y la generosidad con la que se comparten las buenas noticias y los buenos libros.
Estoy exhausto a esta hora del día, pero no podía dejar de intentar un saludo guaro al cardenalero mayor, al poeta que nos ha revelado el mundo.
Hace unos instantes una periodista me interrogaba sobre la significación de este premio para el país y le he dicho que Venezuela es un país que sufre, pero que hoy las emociones son otras. Hoy sucede la pausa, el fulgor.
Rafael Cadenas es nuestro Andrés Iniesta, le dije, y la periodista ha reído feliz un buen rato.
Por: Juan Carlos Méndez Guédez