El pasado 19 de junio se publicó una carta en la revista Science que alertaba sobre los efectos de la administración Trump en la vida y la carrera de las personas trans y no binarias en la ciencia, desde la eliminación de protecciones legales hasta la reversión de marcadores de género en documentos oficiales. Antes de esto, estudios internacionales han documentado cómo el colectivo LGTBIQA+ en ciencia experimenta entornos laborales menos seguros, mayor discriminación y un abandono más frecuente. SMC es publica en su sección “Voces expertas”, el análisis de la junta directiva de la asociación PRISMA sobre las consecuencias de lo que está sucediendo en EEUU y en otras partes del mundo. Lo republicamos
Por: Junta directiva de PRISMA, publicado por SMC es
Una ciencia mejor solo será posible si protege y celebra a todas las personas que la hacen posible.
La carta publicada en Science el pasado 19 de junio (Sinnott-Armstrong et al., 2025), firmada por una veintena de científiques de instituciones estadounidenses, es un grito de alarma que la comunidad científica global no puede ignorar.
Denuncia con claridad cómo las recientes medidas de la administración Trump —eliminación de protecciones legales, restricciones de movilidad, recortes en financiación y exclusión de programas de diversidad, incluso la reversión de marcadores de género en documentos oficiales— están afectando directamente a las personas trans y no binarias en la ciencia.
No solo está en juego su bienestar, sino su propia permanencia en el sistema académico. Y cuando un entorno político —más aún desde el poder ejecutivo— convierte en diana a una parte de la comunidad científica, no solo ataca a esas personas: empobrece y debilita todo el sistema.
Lo que está ocurriendo en Estados Unidos supone un ataque directo a los principios fundamentales de la ciencia: la libertad de cátedra y de investigación, la independencia frente a la ideología, y su vocación de producir conocimiento útil para todas las personas.
Una ciencia sin libertad ni diversidad difícilmente podrá aportar soluciones reales y efectivas en un mundo en crisis. La retirada de financiación pública para líneas de investigación que sustentan la evidencia científica, combinada con la manipulación de datos o su ocultación, agrava esta situación. Incluso antes de estas medidas, ya existían datos que mostraban que un alto porcentaje de personas trans en EE. UU. se planteaban mudarse a otro estado o a otro país (encuesta a personas LGTBIQA+ en EE. UU. Data for Progress, 2023,N=1023).
Hoy, en un clima político aún más irrespirable, hay científiques que buscan trabajo fuera del país y estudiantes que consideran reorientar su futuro académico huyendo de la discriminación.
Una ciencia sin libertad ni diversidad difícilmente podrá aportar soluciones reales y efectivas en un mundo en crisis
Este espejo incómodo no es solo estadounidense. Desde Europa también debemos mirarnos.
La ciencia no está exenta de las violencias estructurales que atraviesan nuestras sociedades y, como se ha visto recientemente en Reino Unido, las personas trans se encuentran en el punto de mira. En este contexto, informes como el «Cass report» (Cass et al, 2024) son un claro ejemplo de cómo la evidencia científica se ha retorcido a favor de una posición que pone la ideología por delante de los datos (Mcnamara et al, 2024).
Esto viene acompañado de una falta de reconocimiento de las identidades y los derechos trans en buena parte de Europa. Sin ir más lejos, en el caso de las personas no binarias, solo tres países dentro del continente (Malta, Alemania e Islandia) tienen un marco legal que permita la existencia de estas realidades.
Un entorno inseguro para el colectivo LGTBIQA+ en ciencia
Diversos estudios internacionales han documentado cómo el colectivo LGTBIQA+ en ciencia experimenta entornos laborales menos seguros, mayor discriminación y un abandono más frecuente de las trayectorias académicas.
Las personas trans y no binarias sufren acoso y marginación de forma desproporcionada (Cech y Waidzunas, 2021; Dawson y Yates, 2019). En el ámbito estatal, el informe de la Red Empresarial por la Diversidad e Inclusión LGBTI (REDi, 2022) reveló que más del 60 % de las personas LGTBI encuestadas en sectores STEM han vivido o presenciado situaciones de discriminación o invisibilización en sus lugares de trabajo.
En especial, las personas trans manifestaban mayores niveles de miedo a no ser valoradas, aceptadas o incluso a ser despedidas. La supuesta neutralidad de muchas instituciones científicas funciona, en la práctica, como una forma de connivencia pasiva. No basta con no discriminar: es urgente proteger activamente a quienes ya están siendo discriminades.
Algunes de quienes firmamos este texto, como miembros de la Junta Directiva de PRISMA —Asociación para la Diversidad Afectivo Sexual y de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación—, lo hacemos también como científiques y tecnólogues trans y no binaries. Vivimos en primera persona muchas de las situaciones que aquí se denuncian.
Sabemos lo que significa ver cuestionada nuestra legitimidad, nuestra capacidad profesional o nuestra seguridad en el entorno laboral. Esta nueva alerta no nos cae en saco roto: la recogemos con preocupación, sí, pero también con determinación y con afecto.
Porque sabemos que una ciencia mejor solo será posible si protege y celebra a todas las personas que la hacen posible. Y no se trata solo de cambiar leyes: se trata de cambiar estructuras, revisar actitudes, escuchar sin prejuicios y actuar con responsabilidad institucional.
A lo largo de la carrera investigadora, es habitual —y a menudo necesario— moverse entre centros o países; ¿acaso debemos poner en una balanza nuestra seguridad personal frente a nuestro futuro académico? ¿Es justo tener que renunciar a destinos de excelencia científica por miedo a la discriminación?
No basta con expresar preocupación: es necesario actuar, invertir, garantizar recursos, proteger a quienes más lo necesitan y asegurar que la ciencia esté a la altura de sus propios principios
Desde PRISMA llevamos años trabajando para visibilizar estas desigualdades y proponer medidas concretas para revertirlas. Las 10 Medidas PRISMA (2020) son un punto de partida necesario para crear espacios más seguros, inclusivos y diversos, que no solo sean más justos, sino también científicamente más fértiles.
Porque la diversidad no es un adorno: es un motor de innovación, una garantía de que la ciencia se pregunta por lo que aún no ve.
Poner trabas a la participación de personas LGTBIQA+, especialmente de las más vulnerables, es perder capital humano, dejar preguntas sin hacer, olvidar perspectivas que enriquecen el conocimiento, empobrecer los equipos y sus hallazgos. Proteger la diversidad en ciencia no es un gesto ideológico: es un requisito irrenunciable de la buena práctica científica.
Proteger a les científiques trans es, por encima de todo, una cuestión de derechos humanos. Pero es también una cuestión de calidad y de justicia científica, que afecta a toda la comunidad. Hoy más que nunca, llamamos a la comunidad científica y al conjunto de la sociedad a posicionarse.
No basta con expresar preocupación: es necesario actuar, invertir, garantizar recursos, proteger a quienes más lo necesitan y asegurar que la ciencia esté a la altura de sus propios principios. Ya lo escribió Martin Niemöller hace mucho: “Cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie que pudiera protestar”.
Junta directiva de PRISMA: Asociación para la Diversidad Afectivo Sexual y de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación (www.prismaciencia.org). Por orden alfabético: Javier Armentia (él), Salma Barquín (ella), Tiago Botelho (él), José Luis Bueno (él), Alfredo Corell (él), Helena García-Cebollada (ella/elle), Menchu Manuelian (ella), Mario (Mari) Peláez-Fernandez (ella/elle), Daniel Ruiz-Gabarre (él), Alva Saa (ella), Pablo Turrión (él), Paul Wawrzynkowski (él).