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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores: Lorena Rojas Parma y Humberto Valdivieso, ambos docentes de la Universidad Católica Andrés Bello -UCAB-, coordinaron el dossier Post y Transhumanismo, desplegado en las siete primeras páginas de esta entrega. Participan docentes e investigadores de Perú, México, Estados Unidos y Venezuela.

Predominan en los diez textos, posiciones y debates sobre cuestiones filosóficas, antropológicas, sociales y estéticas, derivadas de lo inminente: un cambio de naturaleza en lo que entendemos como condición humana, en la medida en que la tecnología potencia o aumenta nuestras capacidades y hasta modifica nuestra naturaleza. Unas píldoras para tentar a los lectores:

Lorena Rojas Parma: “Esa posibilidad hacia lo posthumano ha significado, en los años de nuestro siglo, replanteamientos sobre nociones que, de alguna manera, asumíamos resueltas, más o menos claras, como el significado de ser humano, los alcances de la conciencia, la inteligencia o la visión jerárquica de los seres vivos. Más aún, dualismos muy bien asentados como naturaleza/tecnología, hombre/ máquina, hombre/animal, se vieron diluidos en favor de un monismo dinámico y relacional que ha entrado en diálogo con la ciencia contemporánea”.

Víctor J. Krebs: “En el conflicto que se abre en nuestra era frente a la tecnología –y sobre todo ante el actual estallido de la inteligencia artificial–, este dilema es tanto más importante de pensar. No para resolver el misterio, ni para entenderlo –pues rebasa ambas posibilidades– sino para aprender a vivirlo, a contemplarlo y sintonizarnos con él, en lugar de opacarlo y desarraigarnos”.

Francesca Ferrando: “El posthumanismo existencial es un camino de autoindagación y autodescubrimiento: al atrevernos a embarcarnos completamente en este viaje, nosotros los humanos podemos comprender la extensión de las resonancias, impactos, afectos y efectos de nuestro estar en el mundo. El posthumanismo existencial se refiere a una conciencia existencial plena; en este sentido, no se trata simplemente de una tendencia académica, sino de una realización mucho más profunda”.

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María Di Muro Pellegrino: “Hoy también pudiéramos decir que coexistimos con seres y dimensiones –metaverso, hipermediaciones, espacio exterior, partículas subatómicas– que nos permiten pensar en la vida de una manera expansiva y no solamente planteada en términos de lo tradicionalmente “humano”.

José Luis Da Silva: “La aparición del primer borrador del genoma humano o también llamado libro de la vida humana a comienzos del siglo XXI, fue un acontecimiento científico con cobertura mediática de alcance global. Abrió las puertas a nuevos desarrollos tecnológicos y científicos en la biología, la química, la medicina, como también en la industria farmacéutica. En paralelo se abrió un debate filosófico, teológico, literario, político y cultural. Contar con un mapa que identifica cada base del genoma y su secuencia permitió en poco tiempo registrar un código genético”.

Roberto Salazar: “Nuestro cuerpo está siendo trastocado por una inmensa acumulación de dispositivos: desde un celular con sus aplicaciones, hasta los complejos dispositivos bio-tecno-científicos que son capaces de transformar nuestra psique. ¿No estamos acaso irremediablemente ya en tránsito hacia una especie diferente a la actual, creando otro modo de ser, de estar y de habitar el mundo que privilegia lo abierto y lo híbrido”.

Rodrigo Esparza Parga: “El otro punto sobre el transhumanismo a considerar en nuestro alegato, es el concerniente a lo que en el fondo oculta esta corriente tan en boga y que ha resultado ser sumamente llamativa para quienes aún centran de manera ingenua su confianza ciega y plena en la ciencia y la tecnología, como panacea a los males que aquejan a la humanidad y más allá de esta. Esa idea a la que nos referimos es a lo que en inglés suele llamarse Human enhancement, o mejoramiento humano”.

Humberto Valdivieso: “Hoy sabemos que otras formas de vida en nuestro planeta pueden comunicarse y hacer redes (bosques, aves, especies marinas…) y que el universo está inmerso en un campo de frecuencias sonoras. Gracias a las sondas, antenas y estaciones espaciales, y a telescopios como el James Webb estamos dentro y fuera del planeta a la vez. Aquel punto fijo –el humano– , con su mirada absorta en el infinito, perdió peso e incorporó todos sus sentidos a las condiciones del nuevo ambiente tecnológico”.

Ignacio Urbina Polo: “Un primer acercamiento parece sugerir que, si retiramos lo humano de la ecuación de la evolución de la vida en el planeta, no hay espacio para el diseño. Sin embargo, el diseño forma parte esencial de toda transformación tecnológica. Nos conectamos con la tecnología por intermedio de un espacio diseñado, de una serie de instrucciones formales, estéticas y llenas de significado. Así, el diseño tendrá que acelerar su proceso natural de autorevisión, y afirmará su espacio en lo transhumano y en lo posthumano, como ya lo hizo en la construcción del hombre moderno”.

Johanna Pérez Daza: “Fontcuberta es, sin duda, una referencia imprescindible para entender las transformaciones de la imagen, así como el concepto de postfotografía. Creador de relatos y situaciones, camaleónico y audaz, sus propuestas han levantado polvo con algunos vientos a favor o fuertes críticas inscritas en la acera de quienes consideran que el fin no justifica los medios y que engañar para cuestionar la mentira es una contradicción”.

Nelson Tepedino presentó en mayo, en el I Congreso de Humanidades en Tiempo Presente (UCAB), la ponencia Humanidades y vida intelectual. El propio autor preparó la versión que ofrecemos en la página 8 (la versión original está disponible en la sección Papel Literario, en www.el-nacional.com). Escribe Tepedino: “Eric Voegelin ya se preguntaba, en los años 50, cómo era posible que la civilización occidental pudiese mostrar claros signos de un magnífico progreso científico, tecnológico, social, económico y, en definitiva, material y, simultáneamente, de una profunda decadencia moral, espiritual y cultural. Su respuesta era que, efectivamente, “ambas perspectivas encuentran suficiente evidencia ‘empírica’ para sustentarse”: la civilización occidental avanza y declina al mismo tiempo. Esto es posible porque el precio del progreso es, justamente, la muerte del espíritu”.

Alejandro Sebastiani Verlezza entrevista al ensayista, filósofo, poeta y editor Fernando Rodríguez. Sus preguntas van dirigidas a sus prácticas e intereses como autor, sobre sus experiencias gerenciales -Rodríguez fue presidente de la Cinemateca Nacional- y otros temas afines: menos una entrevista al pensador y más al escritor. Se incluyen, además, un conjunto de once poemas, dos inéditos, y el resto provenientes de los libros Opera prima y Salario común. Páginas 9 y 10.

En la página 11, Virginia Betancourt Valverde, fundadora del Banco del Libro y reconocida dentro y fuera del país por su gestión al frente de la Biblioteca Nacional, entre 1974 y 1998, despide a Anne Pellowski (1933-2023), fallecida el 14 de junio. El artículo de Betancourt es un memorioso ejercicio de gratitud, ordenado recuento de los aportes que la educadora estadounidense (de origen polaco), hizo a nuestro país. Comienza así: “En 1977 Anne vino a Venezuela por primera vez y visitó la sede del Banco del Libro, ubicada en galpones al sur de la urbanización Altamira de Caracas. Su imagen era la de una campesina descendiente de polacos del Medio Oeste de Estados Unidos: alta, delgada, sin maquillaje, con ropa sencilla y zapatos cómodos. El motivo de su visita era la búsqueda de juguetes artesanales, utilizados por los niños del Tercer Mundo para incorporarlos al patrimonio del Center of Children’s Cultures de Nueva York, patrocinado por UNICEF-USA, fundado y dirigido por ella.

Antes de nuestro encuentro había visitado la biblioteca pública “Mariano Picón Salas” del Banco del Libro, ubicada en el parque Arístides Rojas de Caracas, la más moderna de América Latina. De acuerdo al novedoso enfoque de su misión, tanto su diseño arquitectónico como su mobiliario se ajustaban a un país tropical. Prestaba servicios de bibliobús a escuelas vecinas y actividades vacacionales de promoción del tiempo libre”. Y sigue.

Dejo aquí mis buenos deseos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional