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Por: María Mercedes Armas (psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga. Egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
[email protected]

Reconociendo los efectos

Como integrante de los equipos que trabajan atendiendo casos que implican diversos tipos de violencias, es muy  importante que nos observemos y tengamos una reflexión personal acerca de los siguientes cambios en las distintas esferas de la vida. Si te identificas con este contenido porque has observado estos cambios en ti, es momento de buscar apoyo, ya que el manejo inadecuado del estrés generado por este tipo de trabajo puede tener consecuencias en nuestra salud física, emocional e incluso mental.

Es frecuente experimentar los efectos del estrés e impacto que genera la violencia y hay que estar alerta cuando aparecen estas señales:

  • Sentimientos de angustia por pensar que la víctima no ha tomado decisiones acertadas.
  • Preocupación exagerada y constante por la situación de la víctima.
  • Mayor empatía e identificación hacia el agresor que hacia la víctima.
  • Considerar que no es lo suficientemente bueno en el proceso de ayuda.
  • Tratar de persuadir a la víctima para que haga lo que uno considera que es lo mejor para ella, sin respetar su proceso.
  • No querer ir al trabajo.
  • Sacrificar asuntos personales por atender a la víctima (tiempo, dinero, relaciones)

En nuestro desempeño laboral podría apreciarse:

  • Impaciencia.
  • Frustración si la víctima no regresa.
  • Pérdida de empatía (evasión al escuchar el relato de la víctima)
  • Nos llevamos el problema para la casa.
  • Pensamos en historia de violencia cuando estamos en otras actividades.
  • Abrumamos a las personas que nos rodean con las historias de violencia que atendemos.

Cambios físicos: a continuación menciono algunos de los más frecuentes, sin embargo una auto revisión consciente te permitirá darte cuenta de algunos otros cambios que has experimentado.

  • Cansancio
  • Dolores musculares.
  • Cambios negativos en la respuesta sexual.
  • Problemas gástricos.
  • Alteración de los patrones de sueño o alimentación.
  • Enfermedades frecuentes  por déficit del sistema inmune.
  • Bruxismo (apretar o rechinar los dientes)
  • Tensión muscular.

Cambios emocionales: son aquellos que involucran sentir y expresar emociones que antes no se experimentaban de esa manera o con esa frecuencia e intensidad.

  • Ira, rabia, enojo.
  • Tristeza, desaliento.
  • Frustración, impotencia.
  • Deseos de cambiar de  trabajo.
  • Sentimientos de soledad y falta de apoyo.
  • Ansiedad.
  • Perdida de la capacidad de disfrutar.
  • Estado de alerta y tensión constante.
  • Sentirse sobrecargado, abrumado.

Otros cambios que podemos notar se producen en las esferas de la conducta y a lo interno de nuestras vidas, son:

  • Dificultad para controlar las emociones.
  • Reacciones explosivas y/o agresivas.
  • Tendencia a aislarse.
  • Inicio o aumento del consumo de licor, cigarrillos o psicofármacos.
  • Disminución del rendimiento laboral.
  • Dificultad para tomar decisiones.
  • Dificultad para mantener la atención y concentración.

A un nivel más profundo de la vida, pueden surgir contradicciones en nuestro sistema de creencias, en el sentido de nuestra vida o el valor de nuestro trabajo, es decir que en la vida interna podríamos experimentar: 

  • Sensación de estar vacíos.
  • No encontrar valor ni significado en lo que se hace y en nuestra vida.
  • Debilitamiento de nuestras creencias internas.
  • Hemos perdido la fe y la confianza en otros.

Se pueden generar creencias altamente amenazantes como:

  • “La violencia es generalizada e infinita”.
  • “El mundo es un lugar peligroso y hay que estar en constante alerta”.
  • “El mundo está lleno de personas malas y peligrosas”.
  • “Estamos en riesgo constante”.

Como podemos ver, trabajar constantemente con personas que son víctimas de violencia, bien sean niños, adolescentes o adultos; puede generar efectos negativos que necesitamos reconocer y manejar adecuadamente, utilizando las herramientas de autocuidado y buscando apoyo profesional si es necesario,  para prevenir efectos de mayor complejidad en nuestra salud tanto física, como emocional y mental.  

Por: María Mercedes Armas (psicóloga)