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Reynaldo Hahn de Echenagucia (1874-1947) fue músico polifacético, nacido en Caracas y fallecido en París. Pianista, cantante, compositor, director de orquesta y coreógrafo, además ejerció como crítico musical. Los 150 años de su nacimiento se cumplirán el 9 de agosto

Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores:

I.

Diana Arismendi lo hizo todo: me propuso la idea, reclutó a ocho colaboradores, coordinó la recepción de los materiales y hasta se animó con una traducción: de esos entusiasmos y diligencias proviene el dossier que se despliega en las páginas 1 a la 8: Homenaje a Reinaldo Hahn Echenagucia, a propósito de los 150 años de su nacimiento.

Hay que recordar: fue compositor, pianista, cantante, director de orquesta, coreógrafo y crítico musical: caballero de múltiples talentos, culto, hombre de muchos haceres. Nació en Caracas el 9 de agosto de 1874, falleció en Paris el 28 de enero de 1947.

Escribe Arismendi: “Reynaldo Hahn, indudablemente absorbió la cultura francesa, en su música hay pocos vestigios de sus orígenes latinoamericanos. No fue un compositor pionero en busca de un nuevo idioma, ni del tiempo perdido, su estilo musical estaba arraigado en el pasado, no se interesó en seguir las tendencias innovadoras de su época, como si lo hicieron Debussy y Ravel, sus contemporáneos, identificándose más bien con el lirismo de Fauré y de su maestro Massenet, en búsqueda más bien de una voz propia y auténtica, que sin duda halló”.

II.

Mariantonia Palacios: “Apenas dos años después, Reynaldo debuta ante la princesa de Metternich, sobrina de Napoleón Bonaparte, cantando y acompañándose al piano arias de Jacques Offenbach. Gracias a su talento, ingresa como alumno de composición en el Conservatorio de París con apenas trece años. En esa época le puso música a un poema de Víctor Hugo, “Si mes vers avainet des ailes” (Si mis versos tuvieran alas), que es una de sus canciones más inspiradas”.

III.

Isabel Palacios: “El tema, ya lo saben, es Reynaldo Hahn y entonces, hurgando en la memoria, me doy cuenta que la primera raíz que de él germinó en mi persona, la sembró Antonio Estévez. Él lanzó una semilla en una muchacha inquieta y preguntona que, cada vez que tenía la suerte de encontrarse al lado de un personaje como Antonio, no dejaba de exprimirlo para irse luego cargada de emociones, ideas, extraños consejos, opiniones polémicas y a la vez divertidas”.

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IV.

Jaime Bello-León: “De las cinco óperas compuestas por Hahn solo una ha sido visitada con mayor frecuencia (El mercader de Venecia). Hay que decir que hablamos de cinco óperas, pero hay estudiosos que clasifican como tales otro par de composiciones suyas, que también pudieran considerarse operetas. No hay acuerdo en cuanto a la clasificación. Hay mayor consenso entre estas: La isla de ensueño (1898), La carmelita (1902), Nausicaa (1919), El mercader de Venecia (1935) y Monsieur de La Palisse (1947). Una sexta ópera quedó inconclusa, la cual versaba sobre el mito de Orfeo”.

V.

Sofía Barreto Rangel: “Los textos siempre atrajeron a Hahn: él mismo fue escritor de calidad, y como compositor siempre buscó la fusión de su música con los poemas de un Verlaine, un Víctor Hugo y por supuesto un Marcel Proust. No solo le interesaban muchísimo las palabras, sino que además sus melodías tenían siempre un fuerte carácter vocal. Entonces, ¿cómo es que sus canciones de cuna no tienen palabras? Pues bien, tal vez no haya palabras ni canto, pero texto sí: hay importantes indicadores de carácter para los pianistas, hay siempre una dedicatoria que imaginamos halagaba al niño (o a sus padres), y hay, sobre todo, un título”.

VI.

Faitha Nahmens Larrazábal: “Lo cierto es que se hace músico, uno muy versátil y prolífico, uno que llenó la escena parisina y alrededores, uno que gozó de buena fama. Hijo de padre alemán y judío y madre venezolana y católica, lo que sugerirá, arquetipos mediante, una mezcla suculenta de racionalidad y emotividad, pasión y elegancia; tales nociones se transparentarán en su obra, añadir exquisitez y belleza”.

En esta página 5 se incluye un fragmento de Promenade, texto de Reinaldo Hahn traducido por Diana Arismendi, en el que habla de Marcel Proust.

VII.

Sara Valero Zewler: “En 1903, Hahn trabaja en la partitura de Esther para la pieza de Jean Racine que será estrenada en 1905 y que compuso especialmente para su querida amiga Sarah Bernhardt. Bendahan cuenta que Hahn les toca al piano parte de la partitura a Proust y a su madre, quien canta parte de los coros. Esa escena es recordada por Proust “…las bellas líneas de su rostro judío se imprimían de dulzura cristiana y de coraje jansenista, desdoblándose ella misma en Esther, en esa pequeña representación en familia…”.

VIII.

Rodrigo Figuera: “Con una carrera musical consolidada el 6 de diciembre de 1907, se emite desde Dirección de Asuntos Civiles y del Sello del Ministerio de Justicia un documento en el que se concede la naturalización de Reynaldo Hahn, ya que como dice Bendahan, “ahora su carrera había llegado a tal punto que la decisión era crucial para su vida futura”. Su fervor por defender a la tierra que lo abrigaba lo impulsa a alistarse en la Primera Guerra e inclusive a indignarse por no ser llevado a las posiciones principales de ataque (posiblemente por ser un blanco fácil), alegando que gozaba de la vitalidad suficiente para hacerlo”.

IX.

José Ángel Viña Bolívar: “Pudiera pensarse que Hahn va abarcando estos distintos roles, en apariencia disímiles, de manera progresiva, pero la verdad es que los transita en simultáneo, incluida la escritura. A partir de 1933 Hahn comienza a escribir como crítico musical del diario Le Fígaro, actividad que había iniciado en 1897 en Le Gaulois y en diversas publicaciones como FéminaLa FlècheExcelsior y La Presse. No obstante, no está dedicado exclusivamente a esa labor: en 1935 dirigió representaciones de La flauta mágica, en 1936 y 1937 El rapto del serrallo, y en junio de 1939 y 1940 se pone al frente de Las bodas de Fígaro”.

X.

En las páginas de cierre salimos del universo Hahn e ingresamos en el del ensayo. Nombrar las ruinas, el discurso que Miguel Ángel Campos leyó en su acto de incorporación a la Academia Venezolana de la Lengua, viene de la página 9: “Si quienes insisten en la pureza étnico-republicana trataran de comprender cómo se ejecutó el genocidio, tal vez podrían reconocer un rastro: el sendero tortuoso de una comunidad, las vacilaciones de un país sin rumbo, la frivolidad como estilo público, las traiciones y defecciones de los grupos organizados, desde el empresariado hasta los intelectuales. Las instituciones no han desaparecido, peor aún, han sido puestas al servicio del crimen, en consecuencia tenemos una sociedad criminógena”. Repetiré aquí mi comentario de siempre: no se lee a Campos para suscribirlo o rechazarlo. Se lo lee para remover el pensamiento. Para cargarse de inquietudes, salir de la modorra de la conformidad.

XI.

Se titula así: De las prolongaciones de lo humano. Artefactos culturales y protocolos de la experiencia (Editorial Pre-Textos, España, 2023), es el más reciente libro del crítico literario, ensayista y profesor universitario Luis Miguel Isava. En la página 10 viene la reseña que escribió Omar Osorio Amoretti: “La postura de Isava plantea que aquello que se concibe de una determinada manera en la sociedad es el resultado de una serie de componentes histórico-culturales que han construido un marco desde el cual entenderlo, vale decir, que no comprendemos las cosas porque tienen una, digámoslo así, ‘esencia’ capaz de aprehenderse de manera natural sino que más bien es el resultado de una ‘determinación cultural de lo perceptible’ que hace posible tal comprensión”.

XII.

Me despido en esta línea: cuídense. Que vengan esos mejores tiempos que todos merecemos, sin excepción.

Nelson Rivera

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