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La propuesta de integrar a Panamá en la cadena global de suministro de semiconductores representa una oportunidad histórica así como la manufactura local de medicamentos y dispositivos médicos

Por: Dr. Rolando A. Gittens

El autor es subgerente de Investigación e Innovación del ITSE. Miembro Distinguido del SNI-SENACYT e integrante de Ciencia en Panamá.

La ciencia ha sido un motor de transformación global, iluminando lo desconocido y ofreciendo soluciones a problemas complejos. Hoy más que nunca, hablar de ciencia para la paz y el desarrollo es destacar su papel en la construcción de sociedades más justas y sostenibles. Panamá, con su privilegiada ubicación geográfica y diversidad biológica, tiene una oportunidad única para usar la ciencia como herramienta de progreso social y económico.

El desarrollo de una nación no puede basarse únicamente en ventajas geopolíticas como el Canal de Panamá; es esencial incorporar el conocimiento científico y tecnológico para diversificar la economía y enfrentar los desafíos del siglo XXI. La ciencia, al fundamentarse en el diálogo y la evidencia, es una fuerza poderosa para resolver problemas complejos y construir consensos. Puede contribuir a mejorar la calidad de vida de las personas y a enfrentar desafíos globales como el cambio climático, la salud pública y la sostenibilidad.

En Panamá, se han visto ejemplos del impacto positivo de la ciencia en diversas áreas. Investigaciones en biodiversidad y ecología lideradas por instituciones como el INDICASAT-AIP han demostrado cómo el conocimiento científico puede ser aplicado para conocer y preservar nuestros recursos naturales.

Asimismo, avances en biomedicina y “Una Sola Salud”, realizados en colaboración con universidades y centros de investigación, han contribuido a mejorar la calidad de vida de los panameños. Sin embargo, a pesar de estos logros, nuestro país aún no ha capitalizado completamente el potencial transformador de la ciencia para impulsar el desarrollo económico y social.

Como científicos, toca reconocer que ha existido una desconexión entre la comunidad científica y el sector productivo en Panamá. Muchos descubrimientos y avances se quedan en publicaciones académicas sin llegar a convertirse en innovaciones que beneficien directamente a la sociedad. Este distanciamiento ha limitado el número de casos de éxito en términos de transferencia tecnológica y emprendimientos basados en ciencia.

Admitir esta realidad es crucial para cambiarla. El ecosistema de innovación en Panamá aún se encuentra en desarrollo, y una mayor integración entre los científicos, empresarios y emprendedores es esencial para maximizar el impacto de la investigación y lograr soluciones prácticas que respondan a las necesidades del mercado.

A pesar de estos desafíos, existen razones para ser optimistas sobre el futuro de la ciencia en Panamá. Actualmente, se están dando pasos significativos para fortalecer la relación entre el conocimiento científico y el desarrollo económico. Dos iniciativas se destacan en este esfuerzo: la discusión de una estrategia nacional para el desarrollo de semiconductores y microelectrónica, y los esfuerzos por impulsar una industria local de manufactura de medicamentos y dispositivos médicos.

La propuesta de integrar a Panamá en la cadena global de suministro de semiconductores representa una oportunidad histórica. Los semiconductores son componentes esenciales en casi todas las tecnologías modernas, desde teléfonos móviles hasta vehículos eléctricos y sistemas de inteligencia artificial. Este sector es fundamental para el futuro de la tecnología global, y al desarrollar capacidades en microelectrónica, Panamá no solo diversifica su economía, sino que también se posiciona en un nicho tecnológico de alta demanda. Esto puede traducirse en una generación de empleos especializados, atracción de inversiones extranjeras y fortalecimiento de nuestra competitividad en el mercado global.

Por otro lado, el impulso hacia la manufactura local de medicamentos y dispositivos médicos refleja una visión estratégica para fortalecer la soberanía sanitaria del país. La pandemia de COVID-19 demostró la vulnerabilidad de depender exclusivamente de importaciones para insumos médicos esenciales.

Tener la capacidad de producir medicamentos y dispositivos localmente no solo mejoraría nuestra respuesta ante futuras emergencias sanitarias, sino que también fomentaría la creación de nuevos emprendimientos basados en investigación científica y desarrollo tecnológico, como el caso de Espavé Technologies, primer emprendimiento privado de base científica que surge de una asociación de interés público (AIP). Este tipo de industria requiere una fuerte base científica en biomedicina, química y nanotecnología, áreas en las que Panamá tiene un potencial significativo de crecimiento.

Estos esfuerzos son prometedores, pero requieren una colaboración activa entre la comunidad científica, el sector privado y los formuladores de políticas.

Para que estas iniciativas sean exitosas, es fundamental construir puentes sólidos entre los investigadores y las empresas, fomentando la transferencia de conocimiento y la creación de soluciones innovadoras que respondan a los desafíos locales e internacionales. Un ejemplo es el plan que está elaborando la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT) para impulsar la transferencia tecnológica. Otro ejemplo lo vemos desde el Centro de Investigación e Innovación Educativa, Ciencia y Tecnología (CiiECYT-AIP), una nueva AIP que estamos desarrollando desde el ITSE, desde donde ya lanzamos nuestra primera incubadora/aceleradora y una estrategia de parque científico-tecnológico para apalancar el gran músculo de vinculación “4-hélices” (i.e., empresa-academia-gobierno-sociedad) que ha logrado establecer el ITSE.

El compromiso del país con estas nuevas áreas estratégicas puede marcar un antes y un después en nuestra trayectoria de desarrollo. Más allá de los beneficios económicos, apostar por la ciencia y la tecnología puede contribuir a un desarrollo más equitativo y sostenible, cerrando brechas sociales y mejorando la calidad de vida de todos los panameños. El momento para actuar es ahora, y depende de todos los actores del ecosistema científico y productivo de Panamá unirse para construir un futuro basado en el conocimiento, la innovación y el desarrollo sostenible.

En conclusión, la ciencia para la paz y el desarrollo no es solo una aspiración idealista, sino una necesidad práctica para países como Panamá, que buscan avanzar hacia un futuro más próspero y resiliente. Reconocer nuestras debilidades y limitaciones, como la falta de integración entre la ciencia y el sector productivo, es el primer paso para superarlas.

Aprovechar las oportunidades que ofrecen áreas emergentes como la microelectrónica y la manufactura de dispositivos médicos puede ser clave para transformar nuestra economía y generar un impacto positivo duradero en la sociedad. Al hacerlo, estaremos apostando por un país donde el conocimiento científico sea la base para construir una paz duradera y un desarrollo sostenible.

Por: Dr. Rolando A. Gittens