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Ponentes del simposio, “Comprender la red neurovascular para prevenir la demencia” Imagen cortesía | Fundación Ramón Areces
El Dr. Valentín Fuster exhorta a controlar desde edades tempranas los factores de riesgo que no solo perjudican el corazón: están asociados a la demencia

Por: Violeta Villar Liste | Comunicación Fundación Ramón Areces

Los factores de riesgo del corazón que causan infarto también provocan demencia. Una relación crítica que ha sido abordada por voces expertas durante un simposio internacional en Madrid.

Bajo el título “Comprender la red neurovascular para prevenir la demencia” fue organizado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III de Madrid (CNIC) y la Fundación Ramón Areces, coordinado por el Dr. Valentín Fuster, director general del CNIC; director del Instituto Cardiovascular y médico en jefe del Mount Sinai Medical Center de Nueva York, así como Editor Jefe del Journal of the American College of Cardiology (JACC).

El Dr. Valentín Fuster abrió el simposio con una reflexión: comentó que hace quince años su trabajo se centraba en la enfermedad cardiovascular hasta que decidió transformar su visión “porque desde el punto de vista cardiológico sabíamos más de la enfermedad que de la salud y la prevención”.

Crea la Fundación SHE, acrónimo de Ciencia, salud y educación en inglés, con la misión de promover “una nueva cultura de salud y de calidad de vida”.

Entre otros “motores” busca comprender cómo la enfermedad subclínica afecta al corazón, al sistema vascular y el cerebro.

Entender esta relación ha significado el desarrollo de distintos estudios que aportan a su comprensión.

Dr. Valentín Fuster

El más reciente se acaba de aprobar y se denomina Proyecto de salud cerebral Santander CNIC (BRAINS-C). Estudiará la integración corazón-cerebro en la prevención del deterioro cognitivo, con la participación de personal de la institución bancaria y como parte de una alianza orientada a promover estilos de vida saludables.

Será un enfoque multidimensional crucial que incluso abordará a padres e hijos para comprender la demencia y factores de riesgo.

Advierte que no se puede esperar a los 70 años para hablar de demencia. Los mismos factores de riesgo del adulto mayor, están presentes en la gente joven.

Desde la infancia y la juventud llama a incorporar mejores hábitos para un envejecimiento saludable. La salud comienza hoy.

Un largo camino de estudio

El director del CNIC compartió los resultados de estudios clave que demuestran el papel de las enfermedades cardiovasculares, y los factores de riesgo cardiovasculares y metabólicos, como expresión de la demencia, en particular del alzhéimer.

  • El estudio PESA (Progresión de la aterosclerosis subclínica temprana) del año 2015 “reclutó prospectivamente a 4184 participantes asintomáticos de 40 a 54 años de edad (edad media, 45,8 años; 63% hombres) para evaluar la extensión sistémica de la aterosclerosis en los territorios carotídeo, aórtico abdominal e iliofemoral mediante ecografía 2-/3-dimensional y calcificación de la arteria coronaria mediante tomografía computarizada”.  

El estudio demostró que “la aterosclerosis subclínica fue altamente prevalente en esta cohorte de mediana edad, con casi la mitad de los participantes clasificados con enfermedad intermedia o generalizada. La mayoría de los participantes con alto riesgo (según los valores del Estudio del Corazón de Framingham, FHS)  presentaron enfermedad subclínica. También se observó aterosclerosis extensa en un número considerable de individuos con bajo riesgo, lo que sugiere el valor añadido de las imágenes para el diagnóstico y la prevención”.

Ver: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25882487/

Este estudio es resultado de la colaboración CNIC-Banco Santander y ha permitido analizar la salud de más de 4.000 empleados de la institución, “de entre 40 y 54 años, utilizando tecnología avanzada de imagen y biomarcadores sanguíneos para detectar aterosclerosis silenciosa en fases tempranas”.

De acuerdo con el CNIC, “entre sus hallazgos, el estudio destaca que el 63 % de los participantes asintomáticos muestran signos de aterosclerosis (una condición sistémica que afecta tanto a grandes arterias como a la microcirculación del corazón y el cerebro)  en etapas iniciales, un proceso que puede revertirse con cambios en el estilo de vida. Además, se ha identificado que esta enfermedad no solo afecta grandes arterias, sino también la microcirculación, impactando potencialmente en la salud cerebral y el riesgo de alzhéimer”.

  • CARDIA es otro estudio fundamental, en este caso orientado a conocer el desarrollo del riesgo de enfermedad coronaria en adultos jóvenes. Es una investigación a largo plazo y busca “descubrir las causas profundas de las enfermedades cardiovasculares en las primeras etapas de la vida”.

De las y los participantes se han recopilado datos como presión arterial,  colesterol,  niveles de glucosa en sangre, peso, ejercicio y antecedentes médicos y familiares

Los estudios se han realizado en distintas etapas, por ejemplo, ecocardiografía durante periodos de 5, 10, 25 y 30.

Ver: https://www.nhlbi.nih.gov/science/coronary-artery-risk-development-young-adults-study-cardia

El Dr. Fuster explica que de PESA y CARDIA han aprendido aspectos importantes en relación con la conexión entre la enfermedad cardiovascular y las del cerebro.

La enfermedad arterial puede empezar a los 30 años de edad. Con imágenes sencillas y tecnología de Inteligencia Artificial (IA) han podido ver su desarrollo y cómo afecta a las arterias que suministran sangre al cerebro.

Advierte que si no le prestamos atención a estos valores en las edades más jóvenes, la enfermedad afectará de manera temprana: “Examinar a los 60 años es tarde; los síntomas empiezan mucho antes”.

Un aspecto crucial de esta investigación es el sistema microvascular. El Dr. Fuster señala que el diagnóstico se queda en las arterias grandes y si el corazón no manifiesta síntomas, se olvida el problema, pero ocurre que estas pequeñas arterias también resultan alteradas por tensión, colesterol elevado o diabetes como factores de riesgo.

  • Otro estudio, el SPRINT, determinó que “una presión arterial sistólica inferior a 120 mmHg, en comparación con menos de 140 mmHg, resultó en tasas más bajas de eventos cardiovasculares mayores, mortales y no mortales, y de muerte por cualquier causa” y con un impacto significativo sobre el sistema microvascular de la retina.

El proyecto de salud cerebral Santander-CNIC (BRAINS-C), de reciente aprobación, es otro avance para conocer la integración corazón-cerebro en la prevención del deterioro cognitivo.

El Dr. Fuster reitera que educar a los niños y decirles que la salud es prioridad, es la mejor manera de llegar a la población y cambiar la realidad y esperanza de vida con bienestar.

Función cerebral y cognitiva

La primera parte del simposio también contó con la participación de Costantino Iadecola, director del Instituto de Investigación del Cerebro y la Mente de la Familia Feil de la Facultad de Medicina Weill Cornell en Nueva York; de Marta Cortés-Canteli, del Centro de Neurociencia Cajal del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de María Ángeles Moro, coordinadora del Programa de Factores de Riesgo Cardiovascular y Salud Cerebral del CNIC.

El cerebro contiene cerca de 700 km de vasos sanguíneos que aportan los nutrientes y el oxígeno necesarios para su correcto funcionamiento, explica Moro.

“Aunque solo representa alrededor del 2% de la masa corporal, consume aproximadamente el 20% del oxígeno del organismo, lo que pone de relieve la importancia de la vasculatura cerebral. Células neurales y vasculares —neuronas, astrocitos, microglía, células endoteliales, células de músculo liso y pericitos— forman una red integrada de señalización que coordina de manera muy precisa las señales vasculares con la plasticidad y la excitabilidad neuronal, las respuestas inmunitarias y los mecanismos de limpieza cerebral”.

En su opinión, esta compleja relación debe comprenderse en profundidad “tanto en condiciones de salud como de enfermedad, ya que es esencial para la función cerebral y la cognición”.

 “Los vasos cerebrales no son meros espectadores; son socios activos en la señalización neuronal, el metabolismo, la inmunidad y la eliminación de desechos, entre otras funciones clave. Integrar la biología vascular en la neurociencia es fundamental para entender los mecanismos que subyacen la salud y la enfermedad cerebral”, indica Cortés-Canteli.

«La prevalencia de alzhéimer se triplica en individuos con aterosclerosis, y el aumento de la placa de ateroma se asocia directamente con una disminución del metabolismo cerebral y un aumento de marcadores de muerte neuronal en sangre», subrayó.

Hasta hace poco, asegura Constantino Iadecola, no se había contemplado el papel de las alteraciones vasculares en estas enfermedades neurológicas, salvo en el caso de los ictus y otras enfermedades importantes de los vasos sanguíneos del cerebro.

“La idea de que el alzhéimer podría tener un componente vascular no formaba parte de nuestro pensamiento”.

De hecho, dijo el investigador, los criterios de diagnóstico de alzhéimer no incluían la posibilidad de un problema vascular.

“Si alguien había sufrido un derrame cerebral, automáticamente se descartaba la posibilidad de alzhéimer. Eso creó una percepción errónea de la enfermedad. Sin embargo, la mayoría de las personas con deterioro cognitivo en la comunidad tienen una combinación de enfermedades, como alzhéimer y problemas vasculares. La demencia mixta es la causa más común; no es solo alzhéimer, ni es solo vascular, es mixta”.

En la segunda parte del simposio intervinieron Andy Shih, del Seattle Children’s Research Institute- University of Washington, quien presentó sus avances en imagen óptica para estudiar la función neurovascular y la barrera hematoencefálica; Susanne van Below, de la Universidad de Edimburgo, que abordó la relación entre la enfermedad de pequeño vaso cerebral y la demencia, y Joanna Wardlaw, de la Universidad de Edimburgo, referente mundial en neuroimagen y demencia vascular, quien compartió su trabajo sobre enfermedad de pequeño vaso, envejecimiento cerebral e ictus.

Por: Violeta Villar Liste | Comunicación Fundación Ramón Areces