La ciencia, como construcción humana, nace y se comunica desde una cultura determinada. Aun cuando sus métodos aspiran a la objetividad, su lenguaje, sus formas de validación y sus canales de comunicación están impregnados de supuestos culturales

Por: Magister Nathalie Carrasco-Krentzien. Consultora en comunicación científica y neurocomunicación estratégica. Especialista en liderazgo, desarrollo organizacional y transmisión efectiva del conocimiento.

¿Qué ocurre cuando una verdad científica se encuentra con un marco cultural que no la reconoce como tal?
Esta es una de las preguntas más desafiantes —y a menudo ignoradas— en el campo de la comunicación científica: cómo asegurar que el conocimiento científico no solo se entienda, sino también se reciba, valore y aplique en contextos culturales diversos.
Hablar de ciencia como si fuera universal en su forma de comunicarse es desconocer uno de sus componentes más complejos: la cultura del receptor. No basta con tener evidencia sólida. En muchos casos, lo que define la eficacia de un mensaje científico no es su validez interna, sino su capacidad de resonar en distintos marcos simbólicos, epistemológicos y sociales.
Ciencia, cultura y traducción de sentidos
La ciencia, como construcción humana, nace y se comunica desde una cultura determinada. Aun cuando sus métodos aspiran a la objetividad, su lenguaje, sus formas de validación y sus canales de comunicación están impregnados de supuestos culturales.
Esto se vuelve evidente cuando se intenta compartir conocimientos científicos en comunidades que no comparten los mismos referentes epistémicos, valores o modelos explicativos. Como señala Sheila Jasanoff (2004), “la ciencia no es un lenguaje neutro: es un discurso con reglas propias, y al mismo tiempo un producto cultural que se negocia socialmente”.
Traducir ciencia entre culturas no es solo traducir palabras. Es traducir sentidos.
Principales desafíos de la comunicación intercultural científica
1. Diferencias epistémicas y cosmovisiones
En muchas comunidades indígenas, afrodescendientes o rurales, el conocimiento se transmite oralmente, desde la experiencia directa o la tradición colectiva. Imponer un modelo de comunicación unidireccional y tecnocientífico puede generar resistencia, no por ignorancia, sino porque invalida formas de saber preexistentes.
2. Barreras lingüísticas y semánticas
No todos los términos científicos tienen equivalentes claros en otros idiomas o dialectos. A veces, el problema no es la falta de traducción literal, sino la falta de contexto para interpretar esos conceptos. Las palabras no viajan solas: llevan historia, jerarquía y poder.
3. Desigualdad en el acceso a la información
La comunicación científica en entornos vulnerables o marginados se enfrenta a brechas estructurales: falta de conectividad, baja alfabetización científica, escasa representación en espacios de decisión y producción de conocimiento. Comunicar ciencia sin considerar estas asimetrías es, en el mejor de los casos, ingenuo. En el peor, es éticamente irresponsable.
4. Estereotipos institucionales y desconfianza
Cuando la ciencia llega “desde afuera”, como discurso de autoridad que no dialoga, suele activarse una desconfianza legítima. En mis experiencias acompañando equipos de investigación en América Latina y el Caribe, he visto cómo la forma en que se presenta la ciencia puede reforzar relaciones coloniales de saber/poder o, en cambio, abrir espacios de colaboración transformadora.
Oportunidades: lo que sí podemos hacer (y debemos)
Si bien los desafíos son muchos, también lo son las oportunidades. La comunicación intercultural de la ciencia puede ser una herramienta poderosa para la inclusión, el empoderamiento comunitario y la producción compartida de conocimiento.
✅ Co-diseñar el mensaje con representantes culturales
En lugar de traducir la ciencia “hacia” una cultura, es más potente construir el mensaje “con” la cultura. Esto implica procesos de participación genuina, donde las comunidades no solo reciban información, sino que la reformulen desde su cosmovisión.
✅ Incorporar principios de neurocomunicación adaptados
La neurocomunicación nos recuerda que el cerebro aprende mejor cuando el mensaje se percibe como emocionalmente relevante, narrativamente coherente y sensorialmente claro. Al adaptar estos principios a contextos interculturales, podemos diseñar experiencias de aprendizaje que no sean invasivas, sino resonantes.
✅ Valorar el conocimiento local como parte del proceso científico
La integración de saberes tradicionales no debilita la ciencia: la enriquece. En campos como la medicina intercultural, la conservación ecológica o la seguridad alimentaria, el diálogo entre ciencia y cultura ha generado soluciones sostenibles y contextualizadas. Pero para que ese diálogo ocurra, primero debe haber escucha, respeto y humildad epistemológica.
Un aprendizaje personal
Habiendo crecido entre científicos —mis padres, ambos médicos—, entendí desde muy joven que la ciencia no es solo técnica: es también lenguaje, relación y ética. Y con los años, al combinar mi formación en derecho, comunicación y neurociencias, descubrí que la ciencia necesita aprender a comunicarse con el otro sin silenciar su diferencia. Porque comunicar bien no es hablar más fuerte, sino crear puentes más precisos.
Una ciencia que escucha, comunica y transforma
Comunicar ciencia en contextos interculturales no es una tarea sencilla. Pero es urgente. En un mundo globalizado, con desafíos sanitarios, climáticos y sociales que no reconocen fronteras, la efectividad de la ciencia depende de su capacidad para dialogar.
📌 No se trata solo de divulgar.
Se trata de reconocer, adaptar y colaborar.
Porque solo una ciencia que comunica con respeto puede ser parte de las soluciones profundas que el mundo necesita.
Pensemos en: Ciencia con sentido. Comunicación con estrategia. Resultados con impacto.
La autora es abogado, comunicadora y Business Process Manager, enfocada en gestión empresarial con tres maestrías en Comunicación: Máster en Comunicación Estratégica y organizacional, Máster en Neurocomunicación, Máster en Comunicación Científica. Vive en Canadá.