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“Esta pandemia es un desafío científico, pero también una prueba para demostrar de qué pasta estamos hechos. Debemos actuar en aras de la solidaridad mundial y de nuestra humanidad compartida”, palabras que en el discurso del doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ilustran cómo el covid-19 ha significado un reto para la ciencia.

Dos carreras corren en paralelo con objetivos similares: Conseguir un tratamiento y una vacuna contra el coronavirus. Lo primero puede aliviar a la humanidad mientras la gran respuesta de la inmunización se concreta.

En el mes de marzo, la OMS anunció el ensayo denominado Solidaridad, estudio internacional para buscar “cuáles son los tratamientos más eficaces”.

En abril, la OMS, la Comisión Europea y otros asociados, lanzaron el acelerador del acceso a las herramientas contra la covid-19 “para catalizar el desarrollo y la asignación equitativa de las vacunas, las pruebas diagnósticas y los tratamientos”.

De manera reciente, la OMS comunicó su satisfacción por un ensayo clínico en el Reino Unido con “la dexametasona, un corticosteroide que puede salvar la vida de pacientes con covid-19 en estado crítico”.

En concreto, “el tratamiento reduciría en un tercio la mortalidad entre pacientes que requieren ventilación, y en alrededor de un quinto entre pacientes que sólo precisan oxigenoterapia”, detalla la OMS.

Sin embargo, el organismo reitera que “hasta ahora ningún medicamento ha demostrado prevenir o curar esta enfermedad” e incluso indica que no recomiendan “automedicarse con ningún fármaco, incluidos los antibióticos, para prevenir o curar la covid-19”.

Los investigadores de Johns Hopkins también subrayan que “no hay terapias o vacunas efectivas para tratar” el coronavirus.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés), les ha permitido ensayos clínicos para evaluar la terapia de plasma de convaleciente “en personas con alto riesgo de covid-19 grave y que hayan estado expuestas a personas que dieron positivo para el virus”, destacan en su sitio web.

 Definen el plasma de convaleciente como “un producto rico en anticuerpos, elaborado de la sangre donada por personas que se han recuperado de la enfermedad causada por el coronavirus. De acuerdo a estudios, tiene el potencial de reducir la severidad o acortar la duración de la enfermedad causada por el covid-19”.

En Panamá también las autoridades del Ministerio de Salud (Minsa) comunicaron su uso para mejorar la condición del paciente covid-19.

El doctor Dimas Quiel, jefe del Servicio de Hematología de la Caja de Seguro Social (CSS), citado por el organismo, detalló que esta nueva alternativa consiste en extraer plasma de pacientes recuperados por covid-19, en tanto la terapia se basa en administrar anticuerpos, vía plasma, de personas que ya vencieron el virus.

Panamá, por otra parte, avanza en el Análisis in vitro de la susceptibilidad de las células madre mesenquimales derivadas de la placenta al Síndrome Respiratorio Agudo Severo Coronavirus 2 (SARS-COVID) como determinante terapéutico y de transmisión vertical en mujeres embarazadas con covid-19, estudio del cual ofreció detalló la doctora Mairim Solís, investigadora del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), en un conversatorio virtual (ver: https://lawebdelasalud.com/panama-estudia-celulas-madre-como-terapia-covid-19/).

El doctor e inmunólogo Juan De Sanctis, investigador principal y profesor en The Institute of Molecular and Traslational Medicine en Olomouc, República Checa, subraya que no existe “tratamiento único y definitivo para covid-19”.

“La cloroquina e hidroxicloroquina no han demostrado disminuir la severidad y mortalidad, por el contrario, dentro de los efectos secundarios se encuentra el incremento de síntomas adversos en el sistema cardiovascular. Al usar combinado con azitromicina, incrementan”, dijo. 

Remdesivir, detalló, disminuye la mortalidad, pero moderadamente. “El uso de heparina de bajo peso molecular es sugerido en pacientes de riesgo, así como dosis bajas de esteroides. También se ha usado la dexametasona”.

La vinculación entre el desarrollo de la enfermedad, y la efectividad o no de los tratamientos según las comorbilidades, es difícil, advierte el experto, de determinar con precisión, en tanto es necesario esperar estudios más rigurosos.

Sí existe una relación “con predisposición genéticas, ligadas a los cromosomas 3, 6 y 9, grupo sanguíneo, sistema mayor de histocompatibilidad y otras. Sin embargo, se ha demostrado que esa predisposición es con genes específicos”. 

Hasta ahora las “otras medicinas” son la cuarentena y el distanciamiento social “que ayudaron mucho”, observa y se inclina por la “cuarentena inteligente” que debe aplicarse para disminuir los brotes.

La segunda ola, afirmó, puede ocurrir en países cuya tasa de infectados ha disminuido.

En Latinoamérica no se ha logrado controlar la infección, de manera principal, por malos manejos epidemiológicos.

Con respecto a las vacunas, reconoce que no son sencillas de elaborar “pero hay resultados alentadores. El problema es la producción en masa para la población de riesgo”.

El experto subraya que queda largo camino en esta tarea de investigar para conseguir tratamientos y una respuesta definitiva al virus, sin embargo, resalta un aspecto positivo: “Nos ha servido de lección ya que otros virus o patógenos pueden surgir en cualquier momento y  ameritar medidas unificadas y específicas”. 

Violeta Villar Liste
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