«Cultura… es tener la mente firme sin tenerla rígida, es estar armado contra la vaguedad y también contra la falsa precisión…», dice Rostand
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña | Viernes Cultural [email protected]

Reseña por: Pedro Crenes Castro

Saber es el único camino de transformación, y es preciso que entremos por esa senda, porque no podemos cambiar lo que no entendemos
Cultura: notas sueltas para un ensayo
«Cultura no es tener el cerebro lleno de fechas, nombres o cifras, es la calidad del juicio, la exigencia lógica, el apetito por la prueba, la noción de la complejidad de las cosas y de la dificultad de los problemas, es el hábito de la duda, el discernimiento en la desconfianza, la modestia de opinión, la paciencia para ignorar, la certeza de que nunca tendremos toda la verdad, es tener la mente firme sin tenerla rígida, es estar armado contra la vaguedad y también contra la falsa precisión, es rechazar todos los fanatismos e incluso los que se basan en la razón, es sospechar de los dogmatismos oficiales pero sin beneficio para los charlatanes, es venerar el genio pero sin hacer de él un ídolo, es siempre preferir lo que es a lo que uno preferiría que fuera».
Jean Rostand
Rostand era un hombre de ciencia y de letras, con el don de escribir bien y además ser buen filósofo, según dice la introducción de una de sus obras, Introducción a la historia de la Bilogía. No le conocía, me encontré con la frase que abre estas notas sueltas en el perfil del escritor Juancho Armas Marcelo, y me puse a buscar datos sobre este biólogo, pensador y buen escritor. La cita no sé de qué obra viene, pero nos sirve para pensar juntos.
Hubo una época en que la Historia era eso, «tener el cerebro lleno de fechas, nombres o cifras», sacrificando «la calidad del juicio, la exigencia lógica». Creímos que con saber unas fechas o tener en mente unas imágenes históricas todo estaría resuelto como sociedad, pero no, «la noción de la complejidad de las cosas y de la dificultad de los problemas» comenzaron a esconderse detrás de novelas y poemas facilones, y hemos terminado escribiendo de vampiros, mundos fantásticos y romances imposibles que han desdibujado «el hábito de la duda, el discernimiento en la desconfianza»: todo el mundo es bueno, hasta los malos malísimos.
Hemos traicionado la crítica en general, y en particular la cultural, mal entendiendo «la modestia de opinión, la paciencia para ignorar, la certeza de que nunca tendremos toda la verdad», montando un sistema de mediocridades muy destructivo, que ha ido alejándonos de nuestra circunstancia cultural, apelando a un buenismo tóxico que ha conseguido transportarnos a una ficción que tristemente nos hemos creído y que ahora desmiente la «realidad» (entrecomillada, como lo haría Nabokov, dicen).
«Cultura… es tener la mente firme sin tenerla rígida, es estar armado contra la vaguedad y también contra la falsa precisión…», dice Rostand, mientras nuestra cultura lleva más de veinte años en una rigidez crónica sin firmeza, en la que unos pocos son los que hasta ahora siguen sosteniendo, dentro y fuera de Panamá, la mínima luz que nos representa en medio de un mundo que apenas tiene noción de quienes somos, más allá del susodicho vínculo con la Opus magnum de la ingeniería o de la alquimia, y que llevamos a gala (no sé por qué): canaleros, como si nada más nos representara, como si no tuviéramos en nuestro haber, música, pintura, literatura, cine, arquitectura.
Tal y como están las cosas, lo que nos sugiere Rostand es una suerte de mapa para encontrarnos con el espíritu crítico que hemos perdido. No es casualidad (pienso en Paul Auster) que el francés haya muerto tres días antes de la firma de los Tratados Torrijos-Carter, y que desde esa coincidencia aparezca esta frase que nos conviene desarrollar como programa de búsqueda cultural, armándonos «contra la vaguedad y también contra la falsa precisión», un equilibrio dinámico que solo se consigue volviendo a la fuente: a la lectura, el viejo vicio que es una felicidad que no se puede imponer, según dice el viejo maestro Borges.
«Si el hombre debe transformar se, es preciso que sepa», dice en otra cita. Saber es el único camino de transformación, y es preciso que entremos por esa senda, porque no podemos cambiar lo que no entendemos, porque cuando nos perdemos de nosotros mismos comenzamos el lento deslizarnos hacia el olvido. Nuestra identidad ha de estar basada en lo que nos vincula más allá de lo físico, de esa herida en el terreno de nuestro suelo. Ha llegado la hora de hacer cultura perdurable, la que nos devuelva a lo que de verdad somos.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña | Viernes Cultural [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.