En lugar de desechar teléfonos viejos o defectuosos, la gestión responsable de los desechos electrónicos implica recogerlos, empaquetarlos y enviarlos a recicladores certificados
Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid. Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia. Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las Tablas. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)
Los avances tecnológicos y la creciente accesibilidad, ha llevado a un aumento en la cantidad de usuarios de teléfonos celulares. En un período relativamente corto, los teléfonos fijos se han vuelto obsoletos en gran medida, reemplazados por la comodidad y la portabilidad de los dispositivos móviles.
Si bien los teléfonos celulares sin duda han mejorado nuestras vidas, su uso generalizado no está exento de inconvenientes. Las preocupaciones con respecto al uso excesivo de teléfonos celulares incluyen los posibles impactos negativos en la salud mental, como ansiedad, depresión y trastornos del sueño. Además, el compromiso constante con los dispositivos móviles puede conducir al aislamiento social, trastornos visuales y musculares, y un mayor riesgo de accidentes.
Aparte de los temas relacionados con salud, existe un desafío ambiental relacionado con la gran cantidad de desecho electrónico que se produce. El conocido “E-Waste” o basura electrónica es un creciente problema de salud ambiental, que genera anualmente más de 50 millones de toneladas de basura a nivel mundial.
Componentes

La producción de teléfonos inteligentes implica la extracción de minerales valiosos. En la mayoría de los lugares donde estos productos se extraen, involucra operaciones mineras, que a menudo implican deforestación, contaminación del agua y abusos contra los derechos humanos.
También se encuentran mercurio, plomo, algunos materiales de alto impacto, como el litio, el cobalto y los elementos de tierras raras (REE).
El litio es un componente crítico de las baterías recargables, pero la extracción de litio consume mucha agua y puede agotar los recursos de agua subterránea. Los procesos de extracción a menudo involucran productos químicos agresivos, que contaminan el medio ambiente.
El cobalto, que proviene principalmente de la minería de la República Democrática del Congo, a menudo implica trabajo infantil, abusos contra los derechos humanos y daños ambientales como la deforestación y la contaminación del agua.
Los elementos de tierras raras, como el neodimio y el disprosio, se utilizan en los imanes, y el lantano y el cerio, en las pantallas.
Otros materiales peligrosos presentes en los teléfonos celulares son el plomo (que se encuentra en los antiguos tubos de rayos catódicos CRT, la soldadura y algunas baterías), el mercurio (presente en las lámparas fluorescentes, los interruptores y algunas baterías), el cadmio (utilizado en las baterías recargables y los semiconductores), el arsénico (que se puede encontrar en el vidrio de los CRT más antiguos) y los metales pesados (incluidos el cobre, el níquel y el manganeso, que pueden contaminar el suelo y las aguas subterráneas).
Algunas otras partes, como las placas de circuito impreso (PCB), contienen productos químicos peligrosos como el berilio, y oro y plata, que se utilizan en conectores y circuitos. La extracción de oro a menudo implica cianuro, mientras que la plata puede filtrarse al medio ambiente.
El cobre es un metal que se encuentra de forma natural en el medio ambiente y se utiliza en el cableado y los circuitos, pero requiere mucha energía para la extracción. También hay algunos residuos plásticos, que liberan humos tóxicos cuando se queman, y riesgos de baterías en las baterías de iones de litio, que representan peligros de incendio y explosión si se dañan o se manipulan incorrectamente.
Desechos electrónicos

Cuando los teléfonos inteligentes llegan al final de su vida útil, se convierten en parte de la creciente montaña de desechos electrónicos (e-waste). Desechados incorrectamente, estos dispositivos pueden filtrar sustancias tóxicas como plomo, mercurio, cadmio y retardantes de llama bromados al medio ambiente, contaminando las fuentes de suelo y agua.
Estudios realizados por Widmer y Oswald-Krapf (2005) muestran que más del 60% de los desechos electrónicos está compuesto por metales recuperables como el hierro, el cobre y el aluminio. Esto representa una importante reserva de recursos que se puede aprovechar a través de prácticas de reciclaje adecuadas. La composición de los desechos electrónicos, que incluye no solo metales, sino también plásticos y óxidos refractarios.
En lugar de desechar teléfonos viejos o defectuosos, la gestión responsable de los desechos electrónicos implica recogerlos, empaquetarlos y enviarlos a recicladores certificados.
Estas instalaciones desmontan los dispositivos, separando materiales valiosos como el oro, la plata, el cobre y los elementos de tierras raras.
Estos materiales recuperados se pueden reutilizar en la producción de nuevos dispositivos, lo que reduce la necesidad de extracción de recursos vírgenes. Reciclar estos materiales no solo conserva los recursos, sino que también evita que terminen en los vertederos, donde pueden filtrar productos químicos nocivos al suelo y al agua.
Los principales fabricantes están tomando medidas para reducir su huella ambiental mediante la incorporación de materiales reciclados en sus productos. Los modelos iPhone 15 Pro y Pro Max de Apple, lanzados en 2023, muestran este compromiso. Estos teléfonos cuentan con un 20% de contenido reciclado o renovable, libre de sustancias nocivas como el berilio y el arsénico. Los teléfonos también utilizan cobalto 100% reciclado en las baterías y un 99% de embalaje a base de fibra (Apple, 2023). Estos avances demuestran el potencial de una industria electrónica más sostenible.
La economía circular para la electrónica es un enfoque transformador que tiene como objetivo minimizar los residuos y maximizar la eficiencia de los recursos durante todo el ciclo de vida de los productos electrónicos. Se aleja del modelo lineal tradicional de «tomar-hacer-desechar» hacia un sistema de circuito cerrado donde los recursos se mantienen en uso durante el mayor tiempo posible.
Algunos principios clave de una economía circular para la electrónica son reducir, reutilizar, reciclar, re-manufacturar y diseñar para la circularidad.

Minimizar la producción y el consumo de productos electrónicos a través de medidas como la longevidad del producto, las actualizaciones de software y los modelos de uso compartido ayuda a reducir los desechos electrónicos.
Extender la vida útil de los productos electrónicos a través de la reparación, el reacondicionamiento y la reventa es una metodología de reutilización para los consumidores, y algunas iniciativas incluyen mercados de segunda mano; programas de reacondicionamiento por los fabricantes, como Apple, Samsung y Google; y talleres comunitarios donde las personas pueden aprender a reparar sus propios productos electrónicos.
La gestión de los desechos electrónicos es un desafío complejo que requiere un enfoque multifacético. Los gobiernos, la industria, los consumidores y la sociedad civil deben trabajar juntos para implementar soluciones sostenibles.
Desde nuestro punto de vista, la clave está en la reflexión y la acción. Debemos cuestionar nuestros hábitos de consumo, exigir responsabilidad a los fabricantes y apoyar políticas que promuevan la sostenibilidad. La transición hacia una economía circular para la electrónica no será fácil, pero es esencial para proteger nuestro planeta y garantizar un futuro mejor para las generaciones venideras.
Más información en “El impacto al medio ambiente de los aparatos electrónicos: La advertencia de los científicos sobre los residuos electrónicos Scientists’ warning on the environmental impact of electronic gadget” , disponible en Doi: https://doi.org/10.48204/rea.v4n1.7301
Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI