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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores:

I.

Con un texto personalísimo, el escritor venezolano Boris Izaguirre despide al fotógrafo Fran Beaufrand (1960-2023), su amigo. Especializado en la moda, Beufrand fue un concienzudo y refinado artista. Sensible en permanente estado de búsqueda. En una apurada consulta que hice en la web veo que no sólo especialistas como José Antonio Navarrete Lorena González Inneco se han interesado en su obra: hay numerosos trabajos académicos realizados por alumnos de distintas universidades. Esto es auspicioso: anuncia que su trabajo, como merece, será revisado, estudiado, difundido. El texto de Izaguirre viene en la página 1.

II.

Ismael Gavilán (Chile, 1973), poeta, ensayista y editor (www.49escalones.com), escribe lo que llama fragmentos: breves que tienen vocaciones distintas: pensamientos, aforismos, notas que, quizá, aparezcan más adelante en otro lugar en la múltiple obra de Gavilán. En la página 2 se ofrecen 50 de estos textos. Por ejemplo: “La literatura no es reflejo, ni cobranza justiciera de algo, menos un doble de la vida. A lo sumo, puede llegar a ser una proposición sobre la vida”. En su blog pueden leerse más de estas piezas.

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III.

Un ensayo de Alejandro Varderi nos trae al dramaturgo, poeta, narrador y perseguido del régimen cubano, Reinaldo Arenas (1943-1990), quien estuvo en Caracas, a comienzos de los años ochenta, una vez que había iniciado su periplo de exiliado, que duraría hasta el final de su vida. “Elías Pérez Borjas me llevó a una cena en casa de unos amigos donde estaba Reinaldo, y entre otras anécdotas nos contó las peripecias para sacar sus manuscritos de Cuba y las humillaciones sufridas para poder escapar de la Isla, no como escritor sino como homosexual, falseando además el apellido a fin de no ser descubierto y vuelto a encarcelar”. Página 3.

IV.

Las siguientes tres páginas están dedicadas a uno de los grandes maestros de la anotación, Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799, Alemania), escritor y elogiado científico de su tiempo, quien produjo alrededor de 8 mil anotaciones, publicadas en su totalidad por Hermida Editores, en cinco volúmenes, entre 2015 y 2020 (traducidas por Carlos Fortea). El breve dossier trae un ensayo de Fedosy Santaella (El hombre que se pensaba), una semblanza de mi autoría (Lichtenberg, universo en expansión), más una pequeña selección de sus anotaciones. Dejo esta: “La mucha lectura nos ha traído una barbarie erudita”.

V.

“Cuando escribí una primera versión del presente texto, mi idea de levedad tenía una fuerte impronta del ensayo de Italo Calvino sobre este tema. El 11 de julio de 2023, Kundera falleció a los 94 años en su casa de París. Leyendo ese día algunos de los textos que se publicaron como tributo, me topé con otro ángulo de la idea de levedad, y esta es la levedad del exilio. Dado que Kundera se exilió en París en 1975, debió ser consciente en 1989, cuando se publicó La insoportable levedad del ser, de cómo el exilio crea levedad”: así arranca el ensayo de Lorenzo Dávalos Tamayo sobre Milan Kundera, que ocupa las páginas 7 y 8.

VI.

Elizabeth Rojas Pernía se interesa por los heterónimos de Fernando Pessoa. Los lee con instrumentos de la psicología, la filosofía y atenta a la biografía del poeta: “Según el propio Pessoa relata, en una carta a Adolfo Casais Monteiro (1908-1972), su universo ficcional comenzó a construirse cuando siendo él solo un niño de seis años creó su primer heterónimo, Chevalier de Pas, con quien sostuvo una correspondencia ficticia. No es descabellado pensar que la semilla de la fragmentación quedara sembrada en la psique del pequeño Fernando al tener que enfrentar diversas fracturas desde muy temprano en su vida: la muerte de su padre cuando él solo contaba cinco años; el posterior casamiento de su madre con un hombre, con cuyos hijos tendría que compartirla en adelante; la sustitución de su Lisboa natal por Durban, en Sudáfrica, a los siete u ocho años; y, no menos importante, la imposición de una nueva lengua, el inglés, ajena a su portugués materno, en la cual comenzará a escribir”.

VII.

La página 10 trae un conjunto de breves de Roberto Echeto, narrador, ensayista y artista visual, hilados por la cuestión de la amistad (también el dibujo que acompaña los textos es de su autoría). Uno de muestra: “Pienso en un grupo de amigos como en un sistema de partículas en el que unas giran alrededor de las otras unidas por un sucedáneo espiritual de la fuerza de gravedad”.

VIII.

Leonardo Rodríguez dedica a Victoria De Stefano su ensayo sobre Infancia en Berlín hacia 1900 de Walter Benjamin. Impecable pieza como cada una de las suyas (¿cuándo leeremos los ensayos de Leonardo Rodríguez reunidos en un libro?). Un fragmento: “¿Cómo leer ahora ese libro de rememoraciones escrito con un trasfondo de sanguinaria persecución estatal? ¿Puede acaso imaginarse en la memoria de la infancia berlinesa de Benjamin una brecha por la que se cuela la experiencia del exilio? En una carta de 1934 a Gretel y su amigo Theodor (entonces Wiesengrund) Adorno, Benjamin advierte desde París que la prehistoria del siglo XIX que “se refleja en la mirada del niño jugando en su umbral, asume una apariencia completamente diferente de los signos que inscribe en el mapa de la historia”. En el umbral todavía sin nombre del exilio, Benjamin juntó fragmentos de una memoria de infancia en la que todo (las vendedoras del mercado, la costura de su madre, la casa de la abuela materna, los primeros libros, la Luna, el jorobadito) ofrece un aspecto metafórico. Entre la fábula y el ensayo, en estas crónicas (si se puede llamar crónicas a estos sueltos narrativos) el asombro rememorado del niño berlinés a menudo se solapa con la ternura retrospectiva del cronista, como en el maravilloso recuerdo de las tías, totémicas en su hospitalidad impasible”. Página 11.

IX.

Edgar Cherubini Lecuna va al meollo de la cuestión: que la violencia del islamismo radical es la expresión del objetivo de establecer un califato mundial, bestia totalitaria que se imponga sobre las vidas de miles de millones. Parte de Samuel P. Huntington y avanza en diálogo con otros autores. Su ensayo se titula ¿Es posible dialogar y pactar con tu verdugo? Dice: “Occidente no ha entendido aún que los fanáticos de las organizaciones terroristas islámicas libran una guerra mística. La teología musulmana en sus Jadiz proclama que un mesías llamado el Mahdi o Soberano de los Últimos Días implantará el reino del islam en la Tierra. Los yihadistas afirman que ya se cumplió la profecía y se encuentra a la cabeza de los combatientes en el mundo”. Página 12.

Esto de Roberto Echeto para decir hasta la próxima semana: “Quien tiene amigos, tiene la promesa de infinitos mundos”.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional