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Por: Dra. Marta Illueca

La autora es médica pediatra e investigadora. Este artículo fue publicado de manera original en el diario La Prensa de Panamá, sección Opinión, el 18 de junio del 2023

Hace varios meses escribí sobre los estragos de la COVID-19 a largo plazo conformando un síndrome conocido como COVID prolongado. Esta maraña de síntomas y secuelas está produciendo una nueva cohorte de discapacidad en nuestra sociedad, mermando por semanas y meses el potencial productivo de sus víctimas.

La Organización Mundial de la Salud define el COVID prolongado o afección posterior a la COVID-19 como “una variedad de síntomas prolongados – por semanas, meses o años – que se presentan después de haber padecido la enfermedad. Esos síntomas pueden persistir desde la enfermedad inicial o presentarse después de la recuperación. Pueden aparecer y desaparecer, o reaparecer con el tiempo.”

En la prestigiosa Escuela de Medicina de la Universidad de Yale en los EE. UU., se han planteado cuatro teorías como posible explicación al por qué de esta secuela tan misteriosa y dañina para el bienestar de las víctimas de la infección.

Primeramente, se plantea que una persistencia del virus o partículas remanentes en el cuerpo, son causa de inflamación persistente con síntomas asociados. En segundo lugar, se postula que las células inmunes del cuerpo, los llamados linfocitos B y T pudieran desencadenar una respuesta inmune con consecuencias inflamatorias que se denominan “autoinmunidad”. En tercer lugar, es posible que otros virus latentes dentro del cuerpo se reactiven y produzcan variedad de lesiones de comportamiento crónico. Por último, una reacción inflamatoria en cadena que comenzó durante la fase aguda de la infección podría extenderse por todo el cuerpo.

Un estudio del Grupo Colaborativo de Investigación, (Patient-led Research Collaborative) liderado por pacientes e investigadores internacionales ha publicado interesante data que estima que en el mundo hay por lo menos 65 millones de víctimas del COVID prolongado (véase https://patientresearchcovid19.com).

Los factores de riesgo para el COVID prolongado son más notorios en adultos mayores, sin embargo, se detectan también víctimas entre 20 a 30 años de edad. Sin duda, el no estar vacunado o sufrir de comorbilidades como la diabetes, hipertensión, obesidad, cáncer, etc. aumentan el riesgo de esta complicación.

La buena noticia es que gracias a los programas de vacunación alrededor del mundo, se está viendo un declive en la incidencia de secuelas prolongadas de la COVID. En una primicia de la prestigiosa revista médica The Lancet, se nos presenta un avance del estudio reciente de la Universidad de Oxford en Inglaterra en colaboración con importantes centros de Noruega, España, Estonia y Países Bajos.

Se pudo calcular un estimado preliminar de que la vacunación podría disminuir la incidencia del COVID prolongado entre un 16% a un 45%, casi cortando en la mitad esta complicación tan temida. Si se comprueba esta data, se obtiene un argumento adicional a todos los ya existentes apoyando la vacunación contra la COVID.

El síndrome del COVID prolongado es una amalgama que puede incluir hasta 200 síntomas multisistémicos (véase mi escrito en este espacio del 27 de noviembre del 2022, “El enigma del COVID prolongado”). En esa columna, explicaba que los signos y síntomas incluyen la fatiga crónica, perdida del olfato, insuficiencia cardiaca, problemas respiratorios, intolerancia al ejercicio, coágulos, afecciones al sistema nervioso y la llamada «niebla mental.

De especial preocupación para las edades productivas de la sociedad, es el síndrome de fatiga crónica. Todas estas condiciones pueden afectar tanto a los casos leves como los severos de la infección.

Pero la secuela más injusta y angustiosa de esta pandemia, la complicación más tenaz y dañina para nuestra sociedad, es la desinformación, llamada infodemia. Aunado a esto, las redes sociales continúan contaminadas por la insistencia de una minoría en promover sus campañas personales contra la vacunación, y comportamientos necios que ensalzan a personalidades desprestigiadas oficialmente por organismos médicos internacionales de ética y monitoreo de integridad profesional.

Así lo hemos visto recientemente con presentaciones en medios locales con invitados que han sido despojados de sus credenciales médicas por las autoridades competentes de su país, debido a sus prácticas de engañar al público o falsificar investigaciones sobre productos no autorizados de uso peligroso en personas incautas que buscan protegerse de la COVID.

Sin embargo, el ataque a la ciencia y a sus más distinguidos representantes por parte de mentalidades retrógradas nunca va a lograr destronar a la verdad científica.  Los reconocidos aportes tecnológicos, el desarrollo de vacunas seguras y efectivas contra la COVID, la actualización de la inmunización con la nueva versión bivalente y los tratamientos tempranos con medicamentos antivirales debidamente autorizados, son testimonio inequívoco de como la ciencia está venciendo a esta pandemia, y así mismo vencerá a la desinformación y sus títeres.

 Por: Dra. Marta Illueca