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Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

Por: Gabrielle B. Britton

La Dra. Gabrielle B. Britton es investigadora en neurociencias y envejecimiento en el INDICASAT AIP e integrante de Ciencia en Panamá

El envejecimiento de la población constituye una transformación global de enorme importancia histórica. En 2020, el 13% de la población de Latinoamérica y el Caribe tenía 60 años o más y para el 2050 aumentará a 25.1% (CEPAL, 2021).

La población de 80 años o más se verá triplicada en el mismo período. Esto representa triunfos y a la vez retos para la salud pública.

A medida que las poblaciones envejecen y la esperanza de vida aumenta, se incrementa también la prevalencia de enfermedades no transmisibles asociadas a la edad. Latinoamérica está experimentando este cambio velozmente, y con la mayor brecha social del mundo. Esto nos hace vulnerables a condiciones como la enfermedad de Alzheimer, la causa más común de demencia.

El vínculo entre la brecha social y el riesgo de Alzheimer, por ejemplo, se expresa en el hecho de que los bajos niveles educativos están asociados a manifestaciones tempranas de deterioro cognitivo. Un mayor nivel educativo, en cambio, se asocia a una mayor reserva cognitiva, que permite afrontar mejor la carga patológica cerebral durante más tiempo, retrasando los primeros síntomas y prolongando la autonomía personal de la persona afectada.

La falta de diagnóstico oportuno y seguimiento del deterioro cognitivo en la atención primaria contribuyen al aumento de casos de demencia.

Tan solo Costa Rica, Argentina y Chile han establecido estrategias nacionales para abordar los retos del envejecimiento. En Panamá seguimos a leguas de propuestas de políticas e intervenciones orientadas a promover la salud y el bienestar de personas mayores. Queda mucho trabajo por hacer.

La carencia de un medicamento que prevenga o cure el Alzheimer demanda un enfoque de prevención.

Se sabe que cerca de 1 de 2 casos de demencia podrían ser prevenidos si eliminamos doce factores de riesgo modificables: no completar la educación secundaria, hipertensión, obesidad, tabaquismo, depresión no atendida, inactividad física, aislamiento social, diabetes, abuso de alcohol, traumatismos craneoencefálicos, pérdida de audición desatendida y contaminación ambiental.

La demencia, además, afecta también a quienes cuidan. En Latinoamérica, las personas con demencia son atendidas principalmente por familias, mayoritariamente por mujeres cercanas sin formación previa ni remuneración, lo que se traduce en una carga económica considerable.

Cada septiembre, el Mes Mundial del Alzheimer nos convoca a concientizar y combatir la falta de conocimiento que persiste en torno a la enfermedad de Alzheimer y todas las demencias. No perdamos de vista la necesidad de más formación, investigación y educación para la salud.

Por: Gabrielle B. Britton
Este artículo fue publicado de manera original en la sección de Opinión del diario La Prensa de Panamá, el 16 de septiembre de 2022