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Por: Luis Manuel Pimentel

El autor de esta reseña es Luis Manuel Pimentel (Barquisimeto, Venezuela, 1979). Es poeta, narrador, editor, docente universitario y magíster en Literatura Latinoamericana. Editor de la revista Filigramma, es también director editorial de Ablucionistas y director general de la revista digital El Signo inVisible.

Le decía a Isa González autora de la novela El Cuerpo de Crista (ediciones Periféricas, 2022), que había leído y visto dos textos, cada uno en sus dimensiones, tiempos y contextos que comulgaban con su novela, el cuento del escritor venezolano Víctor Alarcón La ballena negra (2014), y la película La Ballena (2022) de Darren Aronofsky. En ese breve diálogo Isa tenía precisado otras novelas y otras historias que trataban sobre el tema del impulso a comer, la obesidad y obsesiones, solo que este tópico dentro de la literatura poblana y mexicana, quizás nos resultaba inédito.

En El Cuerpo de Crista la historia se centra en la necesidad de encontrar en los alimentos una salvación, que, por momentos, se convierte en contradicción. Su personaje principal, Crista, entra en un universo de sentidos donde lo psicológico genera un choque entre lo aceptable y lo no aceptable, lo permitido y lo no permitido, lo que se quiere y lo que se es, relaciones dicotómicas que están presentes en signos que evidencian al cuerpo y sus placeres, pues resulta que Crista es un fenómeno de la contradicción y de las formas paralelas de ser, a pesar de que hay una tendencia definida en ella: vivir y a veces desvivir por lo otro sin medirse en la salud.

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Isa González, autora de El Cuerpo de Crista Foto: Luis Manuel Pimentel

La novela nos revela experiencias en relación al amor, al trabajo, a la amistad, el hedonismo, el arte, la salud, la ciencia, y en esta exploración los cinco sentidos adquieren un lugar especial, sobre todo el del gusto y olfato para viajar a otros estados de la conciencia.

Crista entra en sus propios conflictos estéticos y en varios momentos, como si se tratara de un espejo de la vida real, hace sacrificios para no comer tanto, solo que en esa tensión entre el deseo y lo que se debe, más puede la gula que la idealización del cuerpo perfecto.

En relación a los personajes que la acompañan, la lucha, el celo, el amor, la venganza a una planta carnívora, motivo que parece extraño, resulta un detonante en la construcción de los personajes, ya que su novio Damián, es coleccionistas de estas plantas carnívoras y ella, en una venganza de celos decide maltratarla hasta la muerte, mientras la estaba cuidando. Las bajas pasiones humanas se evidencian en el gusto por el deseo carnal y en ocasiones con la necrofilia.

La trasformación y aceptación corporal, genera una correspondencia creativa entre fotografía, la comida y Crista, porque a ella en algún momento la convierten en sociedad del espectáculo, término que propuso el filósofo francés Guy Debord (1967) entendido como la representación mediática de la realidad. Porque el espectáculo no se limita simplemente al entretenimiento o a los medios de comunicación de masas, sino que es una forma de organización social y económica que abarca aspectos de la vida moderna, y Crista, en  algún momento, asume ese rol: un ser a quienes van a observar comiendo en un restaurante sumida en la creación de un performance, que nace en un primer momento como venganza, pero luego se vuelve expectación, aceptación, asimilación, fotografía, juego corporal en un vivo y directo creado para atraer y entretener a los clientes, cuyo personaje pasa a ser poder visual que ha rebasado su propio destino como objeto de arte corporal, creado por los hombres a quienes amó, desde una mediatización fotográfica; signos de una mofa que se vuelve espectáculo grotesco.  

Isa González nos presenta una historia llena de emociones que se magnifica en las gracias y desgracias de sus personajes; historia que se reconstruye así misma en la aceptación de los placeres que se identifican con el mundo actual, en la verosimilitud de los traumas sociales, desde una lucha interna sobre lo debido y lo no debido, de una voz narradora que a veces se mezcla con Crista y Crista con la voz narradora quienes generan una construcción alterada de quien cuenta, amplificando miradas y obsesiones.

Desde una narrativa fragmentaria, produce que el lector vaya armando su propio rompecabezas con suficientes indicios para hacerlo, desde un lenguaje directo lega la autoexploración del ser, resultando una ficción donde vamos dando vueltas en órbitas cotidianas sobre El Cuerpo de Crista.

Por: Luis Manuel Pimentel