(Discurso del Dr. Miguel A. Cedeño a propósito del 50 aniversario de la Promoción de Bachilleres del año 1973 del Colegio José Daniel Crespo)
El autor de este texto es el doctor Miguel A. Cedeño T., psiquiatra y catedrático de Psicopatología y Psiquiatría Clínica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Orgulloso egresado del colegio José Daniel Crespo
Sean mis primeras destinadas a rendir un respetuoso homenaje a aquellas compañeras y compañeros, profesoras y profesores que se nos han adelantado en el ineludible tránsito hacia una vida mejor. A ellas y ellos nuestro recuerdo imperecedero.
Seguidamente, debo agradecer a la comisión organizadora de este emotivo y relevante encuentro por conferirme el gratísimo honor de dirigirles estas palabras. Sería pecar de falsa modestia no manifestar lo honrado que me siento. Ser designado para hablar en este evento social, a la vez que histórico, ya que retrotrae una de las etapas más importantes y significativas de nuestras vidas, y en el cual, cada uno de ustedes tendría mucho que decir, me impide ser modesto. Sin embargo, todos sabemos que la variable tiempo no permite esa posibilidad, al menos en nuestro planeta. No obstante, adopté el compromiso personal, al aceptar esta distinción, de esforzarme por concentrar en mis palabras mucho de vuestros deseos y pensamientos, extraídos de nuestras interacciones pretéritas en los recintos del querido colegio José Daniel Crespo y de encuentros individuales y colectivos posteriores.
Decía José María Ruíz-Vargas que: “Gracias a la memoria somos lo que somos, sabemos quiénes somos y nuestra vida adquiere sentido de continuidad”, y en el caso de nosotros, esa memoria se consolida aún más al haberse desarrollado bajo la cobija cohesionadora de nuestra cultura azuerense, sino la más, una de las más auténtica y vigorosa del Pacífico centroamericano.
18 de diciembre de 1973: la fecha de una historia
No me fue tan fácil hilvanar tantas ideas que me venían a la mente con respecto a nuestra vida estudiantil en el colegio José Daniel Crespo, aquella que culminara exitosamente con nuestro acto de graduación el 18 de diciembre de 1973.
Al final terminé haciéndome algunas preguntas cuyas respuestas se convirtieron en el discurso que a continuación compartiré con ustedes. Así, me pregunté, entre otras cosas ¿Cómo era nuestra alma mater en aquellos tiempos? ¿Quiénes formamos esta generación? ¿Cuál fue la influencia que recibimos? ¿Qué ha sido de nosotros?
En realidad, nosotros somos una generación que culminó su paso por nuestro plantel cuando el mismo acababa de cumplir 30 años de existencia, cuando ya muchos de nuestros padres habían cursado estudios primarios y/o secundarios, y todos estaban convencidos que no había herencia más preciosa para sus hijos que la educación.
Ya desde nuestros abuelos empezaba a erradicarse la antigua idea de que era mejor mandar a los hijos a trabajar que a estudiar, misma que en un pasado algo distante había predominado. Nuestra generación ya tenía padres diferentes y por eso nosotros también fuimos diferentes.
Aunado a lo anterior, fue una generación determinada por el inexorable crecimiento demográfico de nuestra sociedad, algo que se refleja inevitablemente en la educación. Esto se puede ver en el aumento periódico en la cantidad de egresados de nuestro colegio que en 1968 graduó unos 61 bachilleres en Ciencias y Letras, en 1970 unos 84 estudiantes en estos mismos bachilleratos y ya nuestra promoción de 1973 la componíamos 158 bachilleres en Ciencias, Comercio y Letras, siendo apenas la tercera graduación de bachilleres en Comercio.
En su gran mayoría, nuestra promoción cursó en nuestro colegio José Daniel Crespo durante el sexenio comprendido entre 1968 y 1973, y quizás muchos no han reparado en que fuimos una promoción influenciada, y de alguna manera condicionada, por diferentes transformaciones de orden científico, cultural, económico, político, religioso y social que se daban a lo externo e interno de nuestro país en ese momento.
Basta recordar que apenas nos encontrábamos en nuestras aulas de primer año cuando se dio el golpe militar de 1968 que produjo cambios que nuestro país nunca antes había experimentado y que cada quien sabrá juzgar a su manera. Era la época de las grandes manifestaciones estudiantiles del “Mayo Francés” y de la “Plaza de Tlatelolco” en México, y cuyo ímpetu simbolizaban a lo interno de nuestro colegio, agrupaciones estudiantiles de diferentes corrientes ideológicas como el Frente Estudiantil Ascanio Arosemena, la Organización Reivindicadora Estudiantil, la ORE, y ya al final la Unión Estudiantil de Oposición, la UESO.
También existían en nuestra alma mater, grupos estudiantiles de otra naturaleza como el Consejo de Disciplina, los Cuerpos de Inspectores, de la Cruz Roja y de Tránsito Estudiantil, así como el Grupo Coral.
Fue nuestra generación la misma que pudo experimentar con emoción y sorpresa la llegada del primer hombre a la luna directamente por televisión, un hecho que aún trasciende en el tiempo. A la vez, esta misma promoción estuvo muy influida por el rock de Elvis Presley, los Beattles y Carlos Santana entre otros, y el alegre pata pata de la sudafricana Miriam Makeba, así como por la balada tanto hispana como latinoamericana, y sobre todo por la explosión desde Nueva York del incomparable ritmo de la salsa latina, que en el medio nuestro, alcanzó características propias con los recordados combos nacionales, espacio que en el caso nuestro llenaron Los Hijos del Mar.
Sin embargo, nada pudo diluir ni disminuir en nosotros el amor y gusto por nuestras danzas típicas y bailes populares, comandados en esa época por Ceferino Nieto, Dorindo Cárdenas, Yin Carrizo y Osvaldo Ayala, por nuestras cantaderas, nuestras corridas de toros y cabalgatas de caballos que tanto disfrutábamos, siendo aún estudiantes adolescentes, en nuestras celebraciones vernaculares y fiestas patronales.
Imposible olvidar como esta diversidad de géneros musicales, criollos y foráneos señalados anteriormente, alegraba intensamente nuestras novatadas y reinados colegiales.
Vida deportiva
En el deporte, nuestra promoción siempre disfrutó de nuestros competitivos equipos de béisbol provinciales, dirimiendo sanamente con nuestros apreciados vecinos santeños desde la barra, la supremacía en el aún famoso Clásico de Azuero.
También fue la generación que vio con orgullo en 1972, cómo nuestro pequeño país, de poco más de millón y medio de habitantes, lograba ostentar cuatro campeones mundiales de boxeo simultáneamente con el gran Roberto “Mano de Piedra” Durán a la cabeza.
Al final, a lo interno de nuestro colegio, el furor del béisbol y el boxeo era apaciguado momentáneamente por las rivalidades de los equipos en nuestras ligas internas de baloncesto y volibol, y hasta por la celebración de un inédito torneo de ajedrez. A nivel religioso, fue con esta generación que el padre y profesor nuestro, Segundo Familiar Cano, QEPD, plantó la simiente, a futuro, de sus famosos encuentros juveniles con aquel inolvidable retiro en San Francisco de la Montaña, provincia de Veraguas, y que dejó en la vida de muchos una huella indeleble.
De ciencia, literatura y música
Nuestro grupo, compañeros, experimentó los grandes cambios que empezaban a darse en la educación mundial los cuales propugnaban por una estrategia didáctica que permitiera acercar al estudiante con el entorno y conocer la diversidad de seres vivos actuales y pasados.
Una expresión de esto fue la creación del Club de Arqueología por el profesor Fabio Rodríguez y del Club Botánico por el profesor Azael Burgos, QEPD, así como las prácticas profesionales de nuestros compañeros del bachillerato en Comercio. Imposible no evocar el hecho que de nuestro colegio emanaban los textos de Filosofía, Historia y Lógica utilizados en la mayoría de los colegios públicos y privados del país elaborados por ese erudito e intelectual profesor nuestro: Moisés Chong Marín QEPD.
A su vez, fuimos una generación influida por el auge de la literatura latinoamericana elevada al plano mundial por autores como Cortázar, Neruda, García Márquez, Vargas Llosa y otros. Este auge propició los concursos literarios intercolegiales a nivel nacional, y que una vez ganara, para honra de nuestro colegio, un miembro de esta promoción aquí presente: José “Cheo” Moreno.
En nuestro sexenio, compañeros, asistimos a la creación de la Banda de Música de nuestro colegio, la cual vino a sumarse a la antigua Banda de Guerra de cornetas y tambores, por ese prócer de la música en Chitré, nuestro profesor Herberto López, QEPD.
Esto para mí constituye un hecho trascendental, tanto que me atrevería a decir, y me perdonan la petulancia, que después de la Banda de Música del José Daniel Crespo, vinieron todas las demás, en un indetenible proceso de imitación. Esta banda que hasta hoy día, para orgullo de todos, continúa logrando tantos reconocimientos internacionales, lo hace posada sobre las sólidas y profundas raíces de su origen.
Una promoción a la moda
Nuestra promoción aportó numerosos y virtuosos miembros a la misma, muchos de los cuales comparten con nosotros esta noche. Aún en la moda no estuvimos exentos de una influencia variada, ya que de la subcultura hippie de la época, principalmente los varones, tomamos las indumentarias con imágenes psicodélicas, correas anchas y collares con el signo de Peace and Love y los pantalones “pata de elefantes”, al igual que el cabello largo que debíamos mutilar en tiempos de clases. Igualmente, en algún momento también llegaron a nuestros almacenes los sweaters “cuello de tortuga”, sello de elegancia en ese tiempo, y los zapatos blancos, así como las camisas mangas largas con colores estridentes de los artistas salseros de la Fania All Stars. En cuanto a nuestras compañeras, muchas fueron las que disfrutaron de la comodidad de sus hot pants, minifaldas y medias de mallas, al igual que de sus pantalones bastas anchas fuera del colegio. Mientras los zapatos de plataforma vinieron a aumentar la estatura en ambos sexos. Ya al final del sexenio, una tela copó muy emblemáticamente la moda masculina, aún dentro de nuestro colegio, el polyester, siendo empleada frecuentemente para elaborar pantalones a la cadera con bastas anchas.
Canal y soberanía
En 1973, cuando se acercaba el momento de darle un hasta luego a nuestro colegio, el país se encontraba en plena efervescencia de la lucha por la conquista del Canal y nuestra soberanía.
Producto de esa gesta política, recordamos la inédita reunión del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas celebrada en nuestro país y la inclusión en nuestros planes de estudio de la materia “Historia de las Relaciones entre Panamá y los Estados Unidos”, de la cual fuimos pioneros en cursarla. Otro hecho relevante lo constituyó, en octubre de ese año, el establecimiento de la mayoría de edad a los 18 años, coincidiendo así por primera vez la condición de ciudadanía política con la mayoría de edad que antes era a los 21 años, de tal manera que la gran mayoría de nosotros fuimos a la graduación convertidos en ciudadanos adultos de la República de Panamá, otro hecho inédito en nuestra generación.
Sin embargo, con respecto a nuestro colegio, fueron muy pocos los cambios realizados a su infraestructura en esos seis años. Al respecto, sólo recuerdo la construcción de la nueva y amplia cafetería que vino a reemplazar la incómoda tiendecita de antes. Algo parecido ocurrió con los recursos logísticos, ya que nuestro colegio, que siempre había tenido el histórico bus azul y blanco, cuando ya salíamos contaba con dos.
Diversidad que enriquece la cultura
Sin duda compañeros, lo que somos hoy día es producto de esa amalgama de todos esos y otros hechos, influencias y vivencias que fueron cimentándose en nuestro genoma biológico y social, y que de alguna manera supimos transmitir a las generaciones que luego vendrían.
Además, debo evocar al elemento humano que estudiaba en nuestro plantel. El José Daniel Crespo acogía en su mayoría estudiantes de ámbitos rurales y urbanos provenientes de diferentes estratos socioeconómicos de toda la provincia de Herrera, así como de algunas ciudades y pueblos de la vecina provincia de Los Santos, cada uno con características bastantes homogéneas, pero con cierta diferencia idiosincrática particular según el lugar de procedencia.
Esa diversidad enriquecía nuestra cultura y comprensión del mundo. Yo recuerdo haber tenido compañeros en mis seis años de estudio de lugares tan lejanos como Tumaco de Macaracas y Los Asientos de Pedasí, así como de Cabuya de Parita y Rincón Hondo de Ocú, por mencionar algunos que recuerdo. Pero también nuestro colegio recibía estudiantes extranjeros que llegaban a vivir a Chitré o venían en programas de intercambio académico. Muchos recordamos compañeros de Argentina, Chile, Colombia, Francia y sobre todo de los Estados Unidos de América, sin olvidar a algunos compatriotas de otras provincias y de la ciudad capital.
Todo lo anterior, sin dejar de lado que ya en nuestro colegio existían desde hacían años, estudiantes descendientes de generaciones de inmigrantes árabes, chinos, españoles, griegos, italianos, judíos… nacidos en Chitré. El elemento humano estudiantil nuestro, era pues, muy diverso, y esa diversidad cultural y étnica, difícil de encontrar en otro ámbito estudiantil de la época, producía una interacción muy especial, por lo tanto, iba perfilando un particular desarrollo de la personalidad cuyas huellas, quizás sin darnos cuenta, aún influye en nuestra conducta, emociones y tomas de decisiones diarias.
En ese ambiente de transformaciones y de juvenil diversidad humana, a este grupo estudiantil lo arropaba y guiaba nuestro cuerpo docente, aquel grupo de profesionales de la educación que supo impartirnos, a través de sus clases y conducta, sus grandes conocimientos y valores desde primero a sexto año. Cuando resaltamos la calidad de nuestra promoción hay que destacar, sobre todo, a ese cuerpo de profesores, que dicho sea de paso, han sido docentes no sólo de nuestra generación, sino de innumerables generaciones del José Daniel Crespo antes y después de la nuestra.
Una generación en hombros de gigantes
Nadie encarna con tanta fidelidad como ustedes la conocida frase de Sir Isaac Newton: “Si he logrado ver más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes”. Queridas y queridos profesores, reciban nuestro eterno agradecimiento.
Nunca hubiésemos sido lo que somos sin ustedes, y gracias sobre todo, por tener los hombros tan elevados. Al hablar de nuestro cuerpo docente es imposible pasar por alto a quienes dirigían el mismo, nuestros eternos directores, el profesor Gonzalo González QEPD y la profesora Norma H. de Ramírez, quienes con su sola presencia imponían orden y respeto en toda la institución. Imborrable de nuestra memoria aquéllas puntuales sesiones informativas que involucraban a todos los estudiantes y a todo el personal del plantel, así como el posterior canto del himno nacional los lunes en la mañana en el patio del mismo.
Además, no puedo olvidar hoy a todo el personal administrativo, de aseo, de biblioteca, de cafetería, de enfermería, de mantenimiento, de transporte y otras actividades del colegio que nos acompañó en aquellos inolvidables momentos.
Y por último, nunca podría excluir de este agradecimiento a nuestros padres, que con gran esfuerzo en la mayoría de los casos, y la gran visión de todos, nos permitieron estudiar. Gracias ante todo, por enviarnos al José Daniel Crespo.
El destino es tan diverso como individuos existen en el planeta. Así, muchos de esta promoción marchamos al extranjero o a nuestra capital a continuar estudios o a trabajar, otros se quedaron en nuestro querido Chitré o en sus ciudades o pueblos de residencia con el mismo fin, pero todas y todos, profesionales o no, llegamos a ser ejemplares ciudadanos, seres humanos responsables, abnegados padres de familia, honestos trabajadores y valiosos representantes de nuestro colegio, de nuestros pueblos de origen y en algunos casos de nuestro país. Al final, ese es el legado que cuenta y por eso debemos empezar a felicitarnos en esta significativa reunión.
Gracias a todos por venir, principalmente a aquellos que tuvieron que viajar miles de kilómetros para estar aquí, algunos incluso con sus esposas. Es una muestra de cariño inmensurable hacia nuestro colegio y sus compañeros. Espero que disfruten mucho esta reunión. A los que no pudieron asistir, tengan la seguridad que disfrutaremos este momento manteniendo latente su recuerdo, con el convencimiento que habrá otras oportunidades de encontrarnos.
¡Viva por siempre nuestro colegio José Daniel Crespo!
¡Viva el JDC 73!
¡Muchas gracias!
Por: Dr. Miguel A. Cedeño