Cuentos para Cristina (héroes y heroínas por la salud), incentiva la prevención en salud pública con las herramientas de la literatura, y la evidencia de la ciencia, además de fomentar la participación de niños, niñas y adolescentes, quienes ayudan a ilustrar los cuentos y contribuir al anhelo de un mundo saludable.
Equipo Cuentos para Cristina | Correo electrónico: [email protected]
El líquido superpoderoso
Cuento: Silvia Fernández-Risco
Dibujo principal: Cristina Vaccaro Courville
Silvia Fernández-Risco nació en México, y vive en Panamá desde el año 2000. «Escritora, músico y editora, sus cuentos reflejan un imaginario narrativo que goza del privilegio de esta doble vertiente vital y literaria que le permite conjugar lo mejor de los dos países. Dentro del género de literatura infantil y juvenil, tiene publicados los libros Agüita de elefante y Cuentos y mitos inspirados en Panamá. Es miembro de la Academia Panameña de Literatura Infantil y Juvenil de Panamá (APLIJ) y fundadora del sello editorial Modus Ludicus.
El líquido superpoderoso
En la casa de la familia Romero, los hermanos Lara y Toto comentan con gran entusiasmo las jugadas que realizarán al día siguiente en la cancha de futbol. Será el partido final contra el equipo del barrio vecino. Ambos son delanteros solo que, a ella, por ser zurda, le va mejor cubrir la banda izquierda. Él es un campeón pateando la pelota con la pierna derecha. Se complementan.
Al escucharlos, el padre les avisa:
—Mañana será un día muy caluroso, lo anunciaron en las noticias. Recuerden estar bien hidratados. Eso les ayudará a mantener la energía y concentración en el juego —y, como un eco, se escuchó desde el borde de una silla a Perico Tabito repetir «bien hidratados, bien hidratados».
—Sí, papá, la entrenadora nos ha explicado la importancia de tomar agua natural para evitar deshidratarnos —aclaró Lara—, nos ha dicho que nuestro cuerpo está compuesto aproximadamente por un setenta por ciento de agua. ¡Es asombroso!
—Con tanta agua, deberíamos parecer gelatinas —comentó Toto—, nos moveríamos más lentos y, al pegarle al balón de futbol, en lugar de un golpe seco, sonaría «esplás».
—Esplás, esplás, bien hidratados, esplás, esplás, bien hidratados —repitió Perico Tabito.
Todos se rieron.
—¡El cuerpo humano es una maravilla! —aclaró mamá—. El agua se distribuye perfectamente entre el corazón, pulmones, cerebro, riñones, músculos y hasta en los huesos. Pero basta de charla, es hora de preparar sus cosas para mañana e irse a dormir temprano. Papá y yo nos quedaremos cortando melón y sandía para llevarlos al juego y compartirlos con sus compañeros en el medio tiempo. Además de sabrosas, son de las frutas que más agua contienen.
—Melón y sandía, quiero mi fruta bien picadita, esplás, esplás, bien hidratados, esplás, esplás, bien hidratados —cantó Perico Tabito.
Tanto Lara como Toto se fueron a dormir pensando en las jugadas y tácticas que habían estado practicando todo el mes para ganar el partido. Se habían preparado, pero, sin duda, el otro equipo también.
A la mañana siguiente, se arreglaron temprano y, antes de salir de casa, verificaron que cada quien llevara lo necesario: camiseta, shorts, calcetines, zapatillas, espinilleras, toalla, dos balones de futbol y un gran vaso térmico con agua.
Mientras tanto, la mamá de Jonathan, quien vivía en el otro barrio, lo apuraba para estar a tiempo en el partido. Se llevarían también al perro Caramelo para que no quedara solo en casa.
–Voy a dejarlos en el parque. Le avisaré a la entrenadora que debo ir a trabajar a la oficina. Procuraré regresar antes del segundo tiempo. ¿Ya traes todo lo necesario? ¿Tomaste suficiente agua? ¿Empacaste el plato de Caramelo? Vamos, apúrate. Caminando, tardaremos aproximadamente diez minutos, y de ahí me voy corriendo a la oficina.
Jonathan respondió en automático que sí, pero en verdad no había tomado agua por estar jugando con su perro, que ladraba de felicidad, y tampoco había hecho un recuento de lo que llevaba en la mochila.
Al llegar, sus compañeros lo saludaron con entusiasmo y comenzaron a llamar a Caramelo. Era la mascota favorita del equipo.
Después de hablar con la entrenadora, la mamá se despidió apurada pero cariñosamente:
—Adiós, Jonathan, que tengas un excelente partido. ¡Y no te olvides de cuidar a Caramelo! Regresaré en un rato.
La entrenadora indicó que era hora de prepararse para el juego, que bebieran un poco de agua y se concentraran para dar lo mejor de sí en el partido. Dirigiéndose a Jonathan, le dijo:
―El perro no puede quedarse aquí. Recuerda cuando se soltó de la cadena y anduvo correteando la pelota como si fuera un jugador más.
Jonathan dejó a Caramelo atado al tronco de un árbol a pesar de los ladridos de este.
—Tranquilo, Caramelo. Aquí estarás a la sombra. Pórtate bien.
El día está caluroso y muy soleado. Aún no comienza el juego y algunos ya están sudando.
El árbitro suena su silbato y los capitanes de ambos equipos se acercan a él. Echa la moneda al aire. El ganador escoge el lado de la cancha que desea para comenzar. Los jugadores toman sus posiciones. Un pitido más y da inicio el partido.
Allá van corriendo tras la pelota. Jonathan le pide a su compañero que se la pase, recibe el balón, lo alcanza Toto, se la quita y corre hacia la portería con ansias de meter un gol, pero el portero la para, despeja y esta cae del otro lado de la cancha. Los futbolistas de ambos equipos corren tras el esférico para ganarlo. Se arma otra jugada, todos corren, pero aún no llega el esperado gol. Así pasan los minutos, están por terminar la primera parte cuando Toto se la pasa a Lara y, con un zurdazo, anota el primer gol.
—¡Gooool! ¡Goooool! —gritan felices los del equipo que acaba de anotar.
Aún no terminaban de festejar cuando escucharon otro grito mucho más fuerte y angustiante:
—¡Jonathan, Jonathan, es Jonathan! ¡No responde! ¡Ayuda!
Los jugadores del otro barrio rodearon a alguien que estaba tirado en el piso.
Más rápido que veloz, la entrenadora y la comitiva de primeros auxilios se acercaron a él.
—¿Qué sucede? Déjenos pasar.
—Yo estaba frente a él, alcanzó a decir «Me siento cansado» y se desvaneció ―relató uno de sus compañeros.
—Probablemente se ha deshidratado, ha sudado mucho, no ha parado de correr tras el balón y el calor está muy fuerte. Necesita tomar agua ―aseguró la entrenadora.
Lara corrió por su mochila y llevó de inmediato un termo con agua fresca. «Aquí está el líquido superpoderoso», pensó.
Después de beber unos sorbos, llevaron cargado al muchacho hasta la banca, donde había sombra. Cuando el color le volvió al rostro y pudo hablar, explicó:
—Se me olvidó tomar agua antes del partido. Tengo mucha sed. Debí haber tomado agua cuando mamá me lo dijo. Tampoco bebí cuando la entrenadora nos pidió prepararnos para iniciar el partido, fui a dejar a Caramelo amarrado al tronco del árbol cuando escuché el pitido indicando el inicio del juego. Después de andar corriendo tras el balón, de pronto me sentí muy cansado y sin fuerzas.
Mientras la entrenadora y la comitiva de primeros auxilios comprobaban que Jonathan estuviera bien, Caramelo ladraba sin parar.
Toto tomó la iniciativa de ir por él y llevarlo con su dueño. Caramelo comenzó a saltar sobre Jonathan y lamerle la cara.
—Ay, Caramelo, de seguro tú también tienes sed. Olvidé en casa mi termo de agua y tu plato para que pudieras beber. Te prometo que no volverá a suceder.
El árbitro tocó su silbato indicando el medio tiempo. Por su parte, ambas entrenadoras anunciaron que era el momento para que todos se hidrataran bien y descansaran un poco.
Con rapidez, los adultos y jugadores de ambos equipos improvisaron en las gradas un bufé con lo que cada quien había llevado. Eran como una gran familia.
—Aquí hay melón y sandía —ofreció la señora Romero.
—Aquí, manzanas y mandarinas —exclamó otra señora.
—Yo traje una bandeja con pepinos y limones —dijo con alegría la mamá de Jonathan que, en esos momentos, llegaba al parque sin saber lo que había pasado.
—¡Mamá! —gritó Jonathan mientras corría a abrazarla.
—Pero ¿qué es esto? ¿Qué hacen ambos equipos reunidos?, ¿degustando un banquete de frutas y verduras?
—Así es, señora —afirmó Lara, y continuó—, frutas y verduras con un alto contenido de agua. Además, trajimos jarras de agua fresca, inolora e incolora, que a todos nos ha caído muy bien para refrescarnos y estar bien hidratados.
Toto, a quien le encantaba ser el chistoso del grupo, dijo, imitando a Perico Tabito:
―¡Esplás, esplás, bien hidratados, bien hidratados!
Y todos soltaron una carcajada.
DIBUJA CON CRISTINA
Equipo Cuentos para Cristina:
Coordinación Médica: Dra. Karen Courville, jefa de la Unidad de Hemodiálisis del Hospital Dr. Gustavo Nelson Collado de la Caja de Seguro Social, en Chitré, científica e investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las Tablas Nuevos Lectores: Cristina Vaccaro Courville, estudiante del 6to grado en el Colegio Agustiniano de Chitré (Herrera).
Coordinación literaria: Silvia Fernández-Risco Escritora, músico y editora Miembro de la Academia Panameña de Literatura Infantil y Juvenil de Panamá (APLIJ)
Conozca el «había una vez» de esta historia:
Cuentos para Cristina une a comunidad médica y literaria en La Web de la Salud