fbpx

Por: Unicef | Ver: https://www.unicef.org/es/informes/estado-mundial-de-la-infancia-2023

En medio del panorama desolador para la vacunación, El Estado Mundial de la Infancia 2023: Para cada infancia, vacunación aporta tres historias inspiradoras sobre el poder de la comunidad cuando decide asumir el compromiso de vacunar a sus niños. Compartimos estos relatos que traen esperanzas.

El informe El Estado Mundial de la Infancia 2023: Para cada infancia, vacunación demostró que en todo el mundo, «67 millones de niños no recibieron una o más vacunas en tres años debido a la interrupción de los servicios de salud causada por las tensiones en los sistemas sanitarios, el desvío de los escasos recursos, los conflictos y la disminución de la confianza de las personas en la inmunización».

En los últimos cinco años, el porcentaje de niños y niñas cero dosis y subvacunados en América Latina y el Caribe se ha duplicado con creces, pasando del 11% en 2016 al 25% en 2021, alertó la Unicef en abril 2023.

En la región de América Latina, «la cobertura de la triple vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina, también conocida como la DTP3, entre los niños y niñas menores de un año cayó 18 puntos porcentuales, del 93% en 2012 al 75% en 2021″.

En medio de este panorama desolador para la vacunación, el estudio también aporta tres historias inspiradoras sobre el poder de la comunidad cuando decide asumir el compromiso de vacunar a sus niños. Compartimos estos relatos que traen esperanzas.

El poder de la comunidad: trabajadores voluntarios velan por la vacunación de los niños

Luego de pasar una mañana atendiendo su granja lechera y entregando pedidos de leche, María
Ortencia Catucuago cambia de actividad: se pone un chaleco, toma su mochila y comienza su recorrido diario por los hogares de la vecindad para cumplir su labor como voluntaria en actividades de salud
comunitaria.
“Me encanta ayudar a los demás”, dice Catucuago. “Llevo muchos años participando en actividades
comunitarias que promueven el bienestar y la salud de las familias”.
Catucuago se preocupa por la comunidad de Turucucho, asentada en las estribaciones del altiplano
nororiental del Ecuador. Forma parte de un grupo de indígenas que, de manera voluntaria, velan por la salud y el bienestar de los niños y niñas menores de 5 años y de las madres gestantes.
Hace poco, Catucuago inició su recorrido matinal en el hogar de Fernanda Valdivieso y su hija de 2 años,
Aysel Yanez.

La pequeña, que nació prematuramente y sufrió de desnutrición crónica, no había recibido la
vacuna de refuerzo combinada contra la difteria, el tétanos y la tosferina (DTP) ni tampoco había asistido
a la cita de control del peso y la estatura.
“Una de mis responsabilidades es informar a los colegas del centro de salud a fin de que puedan
responder sin demora”, dijo Catucuago.

“Llamé al personal de salud, ellos vinieron y le administraron a la niña la vacuna que le faltaba”.
El trabajo voluntario de Catucuago forma parte de una estrategia comunitaria de vigilancia de la salud en 137 comunidades de pueblos y nacionalidades indígenas de las provincias de Imbabura y Pichincha, y en la parte del Monte Sinaí de Guayaquil, la ciudad más grande del Ecuador.
Una parte del objetivo de la estrategia comunitaria de vigilancia de la salud es combatir la desnutrición
crónica, que afecta a 4 de cada 10 niños indígenas menores de dos años.

Las vacunas contra el rotavirus y el neumococo, entre otras, son esenciales para combatir la desnutrición. Sin embargo, en 2020 y 2021, la escasez de vacunas y la baja asistencia a los centros de salud llevaron a una disminución de la cobertura.

En 2021, las tasas de vacunación completa contra el rotavirus y el neumococo en el Ecuador fueron del 60,5% y del 62,2%, respectivamente.
Los voluntarios como Catucuago, que suman alrededor de 500, trabajan con un promedio de 25
familias de sus comunidades.

Han atendido a cerca de 8.200 niños menores de cinco años desde 2020, cuando se inició este programa.
“Deseo que todos los niños y las niñas de mi comunidad crezcan sanos, felices y con las mismas
oportunidades”, agregó Catucuago.

Soluciones solares: conservación de las vacunas y protección de la salud infantil

Cada vez que hay que vacunar a Jamesly, de 6 meses, su madre, Rosemirlande, tiene que caminar
6 kilómetros desde su aldea hasta el centro de salud Sacré Coeur.
En una de las visitas, esta mujer de 27 años, vendedora en un comercio, tomó asiento tranquilamente en la sala de espera junto a unas 20 madres y cuidadores más, también con los niños en su regazo.

Todas esperaban impacientes a que llegara el turno de vacunar a sus hijos para protegerlos de enfermedades como la difteria, la diarrea, la tuberculosis y la neumonía.
Para Rosemirlande, el esfuerzo y la espera merecían la pena.
“Si una madre quiere a su hijo, debe vacunarlo”, afirmó.
Rosemirlande puede poner en práctica su amor de madre gracias, en parte, a que el centro de salud Sacré Coeur ahora dispone de energía solar, que ha permitido resolver el persistente problema de la escasez de electricidad.
A lo largo de los últimos años, UNICEF y el Ministerio de Salud Pública y Población han invertido en la
instalación de soluciones de energía solar en los centros de salud.

En este país tropical, la refrigeración es fundamental para conservar los suministros de salud perecederos, en particular las vacunas.

“En otros tiempos empleábamos bombonas de propano, pero siempre había escasez y, cuando se acababa el gas, peligraban la cadena de refrigeración y la calidad de las vacunas”, contó Mona Yvrose Jean Claude, que trabaja como enfermera en el centro de salud Sacré Coeur desde hace más de 10 años.
“Ahora hay menos casos de sarampión, poliomielitis, gripe o diarrea”.
“La energía solar es una bendición”, añadió.
El 96% de los establecimientos de salud de Haití utilizan energía solar. En todo el país hay más de 960 refrigeradores y dos cámaras frigoríficas –almacenes de gran dimensión para guardar vacunas– que funcionan con energía solar.
El departamento Sur cuenta con más de 150 refrigeradores solares.
A pesar del deterioro registrado en la cobertura de inmunización como consecuencia de la COVID-19, el
departamento Sur alcanzó una cobertura del 88% en la vacuna Pentavalente 3 infantil.
“El problema de la electricidad se soluciona instalando paneles solares para las neveras”, dijo Pierre Jean Gardy, un técnico de sistemas de frío que trabaja en el centro de Suministro de Insumos del departamento Sur.

“Ahora, los establecimientos de salud están permanentemente bien equipados para almacenar las vacunas infantiles”.

La Red Comunitaria de Salud: prestar servicio a los niños y niñas indígenas en el hogar

Una mañana de octubre, tres enfermeras comunitarias, con sus uniformes blancos, caminaban
entre las tradicionales casas de tambo de la comunidad indígena misquita de Sisin, una pequeña
aldea situada a unos 50 kilómetros de la costa de Nicaragua.
Una de las mujeres portaba un termo de alta tecnología lleno de vacunas; otra de ellas, una escala; y la tercera, una bolsa con vitaminas y medicinas.
Conforme subían las escaleras de la casa de Florencia Mena saludaban a la mujer y a su hija de tres años,
Rihana, en lengua misquita. Estas enfermeras del Ministerio de Salud de Nicaragua visitan regularmente
el hogar de la señora Mena desde antes que naciera su hija.
“El médico y las enfermeras han venido todos los meses para seguir de cerca el desarrollo de mi hija”,
contó la señora Mena.
Las enfermeras itinerantes son el nexo vital que permite inmunizar a esta comunidad pobre y remota de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte, donde la gente vive en casas construidas sobre pilares para protegerse del clima a menudo violento.
“Los niños y niñas reciben sus vacunas conforme al plan de inmunización sistemática que corresponda
y según el peso y la altura”, explicó Reynilda Cramer, una de las enfermeras que regularmente visitan a
Florencia y Rihana.

“Medimos la altura de los niños y, si es necesario, les administramos vitaminas y vermífugos. Y si algún otro miembro de la familia tiene problemas de salud, también le atendemos”.
Cramer y sus colegas forman parte de la Red Comunitaria de Salud, un programa de ámbito nacional que recibe el apoyo conjunto de UNICEF y el Ministerio de Salud de Nicaragua.

Las enfermeras itinerantes son voluntarias a las que se elige en reuniones de toda la comunidad y constituyen un vínculo fundamental entre los servicios nacionales de atención primaria de salud y las poblaciones de difícil acceso.
Del éxito de la Red Comunitaria de Salud dan fe los altos índices de vacunación registrados en la Región
Autónoma de la Costa Caribe Norte –de la que Sisin es parte–, que se mantuvieron en un 98% en
2020 a pesar de la pandemia de COVID-19 y a dos desastrosos huracanes, el Eta y el Iota.
Otro factor de este éxito fue el hecho de que la Red Comunitaria incorporara el Modelo Intercultural de
Atención de Salud, un programa destinado a las comunidades indígenas cuya finalidad es implicar a
los líderes religiosos en las actividades de atención primaria de salud.
“Esta cercanía entre la comunidad y el sistema de salud es una de las razones de que Nicaragua tenga
esos índices de vacunación tan extraordinarios”, explicó la Dra. Jazmina Umaña, coordinadora
nacional del Programa Ampliado de Inmunización del Ministerio de Salud.

Por: Unicef