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Tanatopolítica en Venezuela. Sicariato de Estado y Derechos Humanos (Editorial Alfa, 2022), nuevo libro del reconocido sociólogo venezolano, abre la edición semanal del Papel Literario del diario El Nacional, escribe su director, Nelson Rivera

Amigos lectores:

Entrevisté a Roberto Briceño-León, sociólogo, Doctor en Ciencias Sociales, pertinaz estudioso de las formas de la violencia en nuestro país, además de director del Observatorio Venezolano de Violencia -OVV- y del Laboratorio de Ciencias Sociales -LACSO-.

Ha publicado un nuevo libro -el número 27- que, desde el título mismo, anuncia su importancia: Tanatopolítica en Venezuela. Sicariato de Estado y Derechos Humanos (Editorial Alfa, 2022).

Documento valioso: ofrece datos, análisis de las tendencias verificables y una armazón conceptual sobre el exterminio como política de Estado. El volumen, además, incluye estudios específicos: “Zulia: Letalidad policial, robo, tortura e impunidad”, de Raima Rujano y Johel Salas; “Lara: El miedo como política de control social”, de Carlos Meléndez y Yelena Salazar; “Aragua: la percepción de un Estado delincuente”, de Iris TeránMaría ChacónMaily Tang y Solange de Garcés; “Caracas. Resistencia a la autoridad e impacto de las FAES”, de Iris Amelia RosasPedro Rengifo y Carmenofelia Machado; “Sucre: Vidas truncadas o asesinatos a manos de cuerpos de seguridad del Estado”, de Jesús José Subero MartínCarmen Julia III Amundarain Ortiz y Mayber Márquez Zambrano; “Bolívar: Letalidad policial en el nuevo El Dorado”, de Eumelis Moya y María Virginia Alarcón; “Táchira: Neutralización política y delincuencia policial”, de Jessy Daniela Aleta AndradeAnna María Rondón TrejoRina Mazuera-Arias y Diosely Karleny González; “Mérida: Escenario de violencia y letalidad de los cuerpos de seguridad del Estado”, de Gustavo A. Páez S.Karina Rondón V.Nilsa Gulfo Yhimaina J. Trejo U.; “Resistencia a la autoridad como arma mortal de la policía en Venezuela”, de Olga B. Ávila Fuenmayor; “Violencia policial y ejecuciones extrajudiciales en las cárceles y centros de detención preventiva de Venezuela”, de Carlos Alberto Nieto Palma; “Letalidad policial contra niños, niñas y adolescentes”, de Gloria Perdomo Carlos Trapani; y “¿Cumplen los policías con la ley? Resultados de una encuesta nacional sobre la policía”, de Roberto Briceño-León Alberto Camardiel. Páginas 1, 2 y 3.

Las siguientes tres páginas ofrecen materiales afines a la cuestión general de las violencias en Venezuela. Los tengo conmigo desde el año pasado. Añaden capítulos a las cada vez más extendidas y hostiles dificultades de la vida corriente de la inmensa mayoría de las familias venezolanas.

En la página 4, Roberto Patiño, director de Alimenta la Solidaridad y de Caracas Mi Convive, publica Cartografía de la Nueva Familia Venezolana. Pone foco en la compleja realidad -de incalculables consecuencias sociales y culturales-, de abuelos que han debido asumir la crianza y cuidado de sus nietos: “Uno de los efectos de esta “migración forzada”, como la califican las Organizaciones No Gubernamentales sobre el terreno, lo han vivido los adultos mayores, un sector estadísticamente minoritario de la población, carente de políticas de protección social eficientes por parte del Estado, y que se han convertido, para muchas familias, en actores claves al momento de hacerse cargo de sus nietos, cuando alguno de sus hijos decide emigrar del país. Estamos viendo, desde hace años en el país, una nueva maternidad geriátrica que nada tiene que ver con el retraso en la edad de gestación y el aumento de la esperanza de vida, sino con la necesidad que empuja a algunas familias a dejar a cargo de sus hijos a sus madres cuando salen del país”. Página 4.

La página 5 trae el revelador artículo, “Ay, hijos, nos vinieron a matar”: secuelas culturales de la violencia crónica, de Manuel Llorens (autor, junto a Verónica Zubillaga, de Dicen que están matando gente en Venezuela). Dice Llorens: “En las investigaciones que venimos realizando, uno de los focos ha sido comprender cómo la violencia crónica afecta a las comunidades, cómo transforma nuestros estilos de vida. En una serie de estudios etnográficos realizamos observación y entrevistas en tres comunidades que han sido afectadas gravemente por la violencia. En primer lugar, trabajamos en Los Valles del Tuy, que es la zona en que aumentó a más velocidad el homicidio en los últimos años. En segundo lugar, investigamos la serie de linchamientos que sucedieron en la urbanización de Los Ruices a partir del 2015 y, finalmente, un sector de La Vega acosado por la violencia. Si bien es cierto que en cada caso las expresiones de violencia fueron muy distintas, hay semejanzas en varias consecuencias del funcionamiento de las comunidades”.

La artista Xiomara Jiménez escribe Violenta vejez: “Los ancianos, padres o abuelos en ese grado de lo exánime, se convierten en un asunto central, cuando una sociedad descarrila sus bases y ya no puede sostener cosas tan normales como los relevos generacionales, o el natural orden biológico –la culminación de un ciclo vital– pero cumplido con un poco de dignidad. Es evidente la desatención sobre ciertos valores que son arquetipales: la tradición, la experiencia, la sabiduría.”. Viene en la página 6.

En el 2021, el periodista Alfredo Álvarez publicó una recopilación de sus reportajes-crónicas, bajo el título de Crónicas de un oficio 2004-2021 (Asociación Civil Medianálisis, Venezuela). Son casi cincuenta textos que recapitulan algunas de sus experiencias profesionales en prensa y televisión. Escogí uno de los textos, Comer basura, donde el reportero y el cronista, el analista y el ciudadano preocupado, se reflejan nítidamente: “Hay dos ancianas que aguardan en la distancia sin intervenir en el proceso de recolección, pero dirigen con su atenta mirada, la selección de los productos que les ofrece el generoso servicio del aseo urbano local. Mis compatriotas, afectados por la peor crisis de indigencia en nuestra historia republicana, comen basura a la vista de los transeúntes de la avenida Lara de Barquisimeto. El país, ese que se nos descuaderna a diario, no vivía una situación tan comprometida desde el punto de la inseguridad alimentaria desde 1958. Asisto y contemplo desde la comodidad de mi auto, el último invento de la fábrica de pobreza que es el socialismo a la venezolana: Un delivery exprés de basura a la carta”. Página 7.

Las siguientes tres páginas vienen dedicadas a los 55 años de la publicación de la obra fundamental de Gabriel García MárquezCien años de soledad. El dossier, propuesto y coordinado por Gerardo Vivas Pineda, incluye textos de Aura Marina Boadas (“Recuerdo que en cierto momento sentí la necesidad de volver atrás e iniciar de nuevo. Esta vez, lápiz a la mano, emprendí el trazado del árbol genealógico de la familia Buendía en la última página, para poner orden en aquello que parecía una enredadera familiar. Ahora a la distancia, me percato del valor de esa lectura, pues fue mi puerta de entrada a la literatura latinoamericana. La novela presentaba relatos que me interesaban y me sorprendían, aunque no me resultaban ajenos”); Luz Marina Rivas (“Creo que no hay ninguna novela de la que recuerde a tantos personajes con sus nombres como Cien años. Ya de la mano de Velia Bosch, iniciándome en el análisis literario, comprendí los múltiples sentidos de esta novela extraordinaria, cuya prosa magnífica hacía que fuera difícil dejarla. Tenía, por supuesto, mucho más que realismo mágico. También estaba atravesada de la dura historia de Colombia, con sus guerras civiles, la masacre de las bananeras, la modernidad”); Enrique Larrañaga (“Solo sé que después de más de cuarenta viajes hacia la saga de los Buendía, de haber asistido igual número de veces a las angustias de Úrsula por el heredero con rabo de cochino, de haber flotado con Remedios entre mariposas amarillas y de haber renunciado a dilucidar el transcurso de los mismos tres o cuatro nombres que comparten todos los hombres de la familia, me sigo asombrando”); Lulú Giménez Saldivia (“Gracias a estas tertulias particularmente provechosas durante las vacaciones, mis hermanos y yo, aunque rendíamos culto a Jimi Hendrix, Janis Joplin y cantábamos contra la guerra como lo mandaban Bob Dylan y Country Joe and The Fish, vivíamos enredados en un mundo macondiano mientras Gabriel García Márquez escribía por su cuenta Cien años de soledad”); y Gerardo Vivas Pineda (“Resulta que a un tal Aureliano habían de fusilarlo sin perdón y sin remedio. La advertencia irrumpía en la primera línea. Era la esperada novela de un colombiano desconocido y escurridizo. No más leer esa página quedé abrumado por el flash de los portentos al alcance de mi mano. Había piedras esferoides tan grandes en el río del pueblo que simulaban huevos de dinosaurios. Se hablaba de un mundo tan reciente que todavía nadie había nombrado las cosas por su nombre, como si el escritor irreverente hubiera pedido prestada al Génesis una creación sustitutiva”).

Que vengan para todos tiempos mejores.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional