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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

La feria del libro es una de las evidencias de una universidad que en las últimas dos décadas o más, vive un auge como resultado de la creciente actividad de investigación de sus institutos

Amigos lectores:

I.

Antepenúltima edición del 2023. 

Abre con un dossier dedicado a los 70 años de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), justo en los días en que la VIII edición de la Feria del Libro del Oeste, congregaba el interés de tantísimos caraqueños. La feria del libro es una de las evidencias de una universidad que en las últimas dos décadas o más, vive un auge como resultado de la creciente actividad de investigación de sus institutos; de los sucesivos congresos, jornadas y foros sobre esto y aquello; de las exposiciones, ferias y eventos temáticos que se realizan con frecuencia. Desde la distancia mi sensación es que algo está pasando en la UCAB.

De ella, a menudo, se publican noticias que nos conciernen. Paulatinamente se ha establecido como uno de los lugares de encuentro citadino como la Librería El Buscón o la Hacienda La Trinidad Parque Cultural, cada uno en su estatuto. Núcleos de ejercicio real de la ciudadanía.

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Con estos pensamientos consulté al historiador y académico Tomás Straka sobre la posibilidad de armar un dossier que, en la medida de lo posible, incluyese una entrevista al rector Arturo Peraza S.J. Tengo que agradecer a Straka su disposición: en medio de los numerosos asuntos en los que anda, asumió el encargo: tuvo una conversación con Peraza cargada de sustancia (“Yo creo que un tercer momento es el actual, en el que esta Universidad se ha batido junto con otras, ha tenido que ver con la palabra democracia. Para nosotros siempre ha sido importante porque está comprendida desde nuestro contexto de fe. Ya no es sólo compromiso social, sino el tema de cómo lo hacemos en un contexto en donde creamos efectivamente una relación política que respeta a los ciudadanos y construye una relación de igualdad entre todos para la gestión de gobierno”).

Y, además, convocó a Agustín Moreno Molina, que responde con un magnífico ensayo a la pregunta de ¿Por qué es católica la UCAB?, de amplias texturas históricas: “En efecto, casi desde sus inicios, en el siglo XVI, los jesuitas se ocuparon de la enseñanza universitaria, la investigación y las publicaciones científicas y esta impronta hay que entenderla desde la misma experiencia de San Ignacio de Loyola. Empezó sus estudios cuando la mayoría de los hombres de su edad los estaban concluyendo, y pronto se persuadió de la necesidad del estudio, de la reflexión y del desarrollo de las condiciones intelectuales para ser más eficaz en el servicio a Dios.

Emprendió entonces una tarea que rompería los esquemas tradicionales de la educación, dedicándose a la enseñanza de niños y jóvenes como auténtico apostolado”; a Corina Yoris-Villasana, que escribe desde una perspectiva testimonial, la UCAB como una experiencia de configuración de un espíritu (“Esa etapa también tiene un nombre muy significativo para mí, Luis Kowalski, de trato fuerte, muy exigente, y una nota muy peculiar como profesor era que en sus exámenes siempre había preguntas de cultura general de obligada respuesta. Preguntaba sobre obras de Shakespeare, nombres de ópera, músicos clásicos. Ya sabíamos que no pretendía tener solo alumnos que supieran de números, quería que de sus aulas salieran profesionales integrales. Son características que fueron dejando en mí recuerdos imborrables”); y a José Luis Da Silva, que nos habla de un capítulo fundamental: La investigación en la UCAB: “A sus 70 años, la Universidad cuenta con un Secretariado de Investigación y Transferencia, tres Institutos y ocho centros de investigación. Por los centros e institutos han pasado más de doscientos cincuenta destacados investigadores. A la fecha cuenta con setenta y seis investigadores activos y más de cuarenta investigadores asociados”. Páginas 1 a la 7.

II.

En las siguientes dos páginas se distribuyen tres materiales que tienen en común el hilo diverso de la investigación. Comienzo por Javier González, quien comenta Los orígenes de la palabra caimanera (“En las primeras dos décadas del siglo XX, los cronistas deportivos de los diarios caraqueños denominaban ‘caimán’ a los juegos de béisbol con muchas carreras y errores. Así como también a los peloteros que jugaban muy mal. En general, el término caimán era utilizado entonces para referirse a la mala calidad de una cosa”). Aprovecho para dejar aquí una recomendación: González, junto Carlos Figueroa Ruiz Eliézer Pérez han producido una documentadísima y versátil historia del fútbol en Venezuela entre 1902 y 1923. El volumen, desmitificador, habitado por hechos reveladores y muchas imágenes, se llama Delirio Vinotinto, forma parte de la Biblioteca Digital Banesco y, por supuesto, está disponible en la web del banco.

III.

Sigo: quise organizar un dossier para recordar a un venezolano nacido en Chile: Pedro Cunill Grau (1935-2023), a quien tanto debemos. Solo me basta mencionar tres de sus obras, todas monumentales (los tres tomos de La geografía del poblamiento venezolano del siglo XIX; los dos volúmenes de la Geohistoria de la sensibilidad en Venezuela; y los diez volúmenes, simplemente incomparables de GeoVenezuela, obra de la que fue Director del Proyecto, así como autor de algunas secciones -junto a otros noventa especialistas-), para reconocer que hay una tarea pendiente con este investigador descomunal, que no pude encarar este año por falta de espacio. Aun así, le pedí a Edgar C. Otálvora -conoció a Cunill a comienzos de los noventa-, que nos autorizara a publicar un artículo suyo de 1996, en el que reconocía su trabajo decisivo para el conocimiento de nuestra Venezuela. Dice Otálvora: “Conocí personalmente a Cunill gracias al expresidente Ramón J. Velásquez, quien entre 1989 y 1993, presidía un equipo de trabajo que diseñó y ejecutó un completo y complejo diagnóstico de la realidad fronteriza con Colombia. De aquel trabajo, donde tuve la suerte de participar junto a Cunill, en 1992 quedó clara constancia en la obra La frontera occidental, propuesta de política. Y de aquellos días, de constantes viajes a la frontera y a Colombia, nació la amistad con la cual me ha honrado Don Pedro”.

IV.

Pedro García Avendaño, profesor titular de la UCV, debe ser el primero, o uno de los primeros autores que ha incursionado en el ámbito de El transhumanismo en los deportes. En España publicó el libro Semidioses del mundo deportivo: la fina frontera entre lo artificial y lo natural (Editorial Universo de las Letras, 2023). Le pedí un artículo que resumiera alguno de los temas destacados de su texto:

“Lo que parece estar claro es que las nuevas investigaciones y la tecnociencia aplicadas al cuerpo del hombre deportivo, se escapan de nuestra imaginación: procreaciones asistidas, alquileres de úteros, retardo y aceleración del crecimiento, intervenciones y manipulaciones de los genes, entre otras, son parte de esta nueva clase de enfoque que, de a poco, se expanden y naturalizan. Dentro de este contexto, los atletas con estas características se están conociendo como deportistas transhumanos, como productos principalmente de manipulación genética para aumentar su rendimiento, con el agravante de que estas intervenciones deliberadas del organismo contemplan un conjunto de procedimientos anclados en la biomedicina y la biotecnología del más alto nivel, que hace que hasta ahora sea imposible la detección del fraude”.

V.

Desde el título, De unas emociones, su morada, ya se anuncia al pensador que no se concede facilidades, que es Miguel Ángel Campos: frases largas, líneas de pensamiento que se proyectan más allá de lo inmediato, lucha cuerpo a cuerpo de cada argumento, para traspasar las membranas de lo obvio. Lucha a la que Campos asiste con una conciencia extrema en relación a la debilidad o al poderío de la lengua. Porque en este -dedicado al ensayo, es decir, un ensayo sobre el ensayo- como en tantos otros suyos -algunos de ellos publicados en estos espacios-, lo que Campos hace desde la trinchera desde la que observa el mundo, lee por ruta propia y anota, es inventar una lengua. Su lengua. “Encarar la realidad como si no existiera es sin duda una temeridad, qué digo, una actitud suicida. Esto, en términos de la llamada vida práctica, y en ella –solo en ella– debería pensarse cuando esta riesgosa disposición asome. Pero abolir la realidad con la intención de crear un espacio ideal para el ejercicio de las ideas, de la razón automática, es un experimento seductor, llevar a su máxima potencia la capacidad heurística sin menoscabo de su prestigio, y a la vez exaltando de buena fe las virtudes de los procederes lógicos. Pálida edad de la razón que me atrae con su fuego extinguiéndose en el último segundo, solazarse en el vaho de la humedad humeante es la siguiente y toda justificación. Pero experimentar no es vivir, un experimento no constituye la experiencia, porque esta no es un programa y se alimenta especialmente de lo aleatorio, aunque haya vidas programadas”. Páginas 10 y 11.

No digo más: mejor seguir el eco que se levanta de estas páginas.

Nelson Rivera

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