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ARTURO USLAR PIETRI (C1950) / REVISTA EL FAROL

Amigos lectores

I

Hace 21 años falleció Arturo Uslar Pietri (1906-2001). Lo recordamos en esta edición con dos textos: uno de Francisco Javier Lasarte, dedicado a Las lanzas coloradas y al Uslar Pietri posterior:

Las lanzas… fue el embrión de lo que, años más tarde, Uslar Pietri propondrá como explicación sociocultural de los tipos constitutivos de su idea de venezolanidad: la tríada Godos, insurgentes y visionarios –título de su edición de ensayos en Seix Barral (1986).

Casi toda página de esta guerra a muerte “colorada” es ocupada por el detenido diseño de dos rémoras históricas con las que no es posible construir la utopía patria: los godos y los insurgentes, mundos socioculturales encarnados por los “opuestos” que son sus personajes centrales, Fernando Fonta y Presentación Campos.

El criollo amo-del valle, heredero de toda tara colonial imaginable: avaricia, molicie, locura …; y su “creación”: el estallido de la masa popular resentida por siglos de dominación y miseria, cuyo deseo de revancha y resentimiento es desatada por el anhelo emancipador”; otro, del propio Uslar, La tentativa desesperada de James Joyce, vibrante y logradísimo ensayo sobre el Ulises (la novela que cumple cien años de su publicación): “Toda la obra trasuda el empeño agobiante y heroico de alcanzar lo imposible, eludiendo con recursos mágicos las imposiciones y las leyes del método, de la lógica y de la expresión. Si por su similitud con algún estilo artístico pudiera definirse su tentativa, estaríamos inclinados a llamarlo barroco.

Es barroco su esfuerzo por dominar el espacio, torturar las formas y extraviar los sentidos. Es barroco su propósito de inventar una suma de emociones, sensaciones e intelecciones infinitas e indefinidas. Es barroca la impresión de fraude, de vano encantamiento, de trompe l’oeil, que sentimos al volver de su clima irrespirable y apasionante”. Páginas 1 a la 4.

Los outsiders, el ensayo que viene en las páginas 5 y 6 es casi inclasificable: indaga en un tipo humano, el outsider, en sus conductas prevalecientes e intercambios con los demás. Julio Túpac Cabello no escribe desde las ciencias de la conducta ni desde la sociología ni desde ningún otro método de clasificación.

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La voz es la de la observación, la de la experiencia. Su caracterología es provisional: podría compactarse, ampliarse, ajustarse: “El outsider siempre ve el perímetro, las vías alternas, la manera distinta de llegar o de seguir, el destino que no es el mismo que los demás ven. Es su naturaleza. Lo que vino a mostrarle a los demás. Por más que su vocación esté ceñida a un área u oficio, por más que su amor esté contenido, incluso cuando sus convicciones son férreas y auténticas, el outsider valorará siempre nuevos caminos”.

En el 2019, la Escuela de Letras de la Universidad de Los Andes organizó Constelaciones, concurso de ensayos para estudiantes, que consistía en leer/analizar una obra literaria bajo el prisma de El autor como productor, de Walter Benjamin.

El jurado –Victoria De StefanoMiguel Ángel Campos Diómedes Cordero-, premió, en este orden, los de Rosbelis Rodríguez (1995)-“Igne natura renovatur integra o el rol del autor como productor en El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov”-; Oriana Reyes (1998)-“Manuel Puig autor como productor”- y Leonardo Rivas (1995) -“Anotaciones para desmontar el lenguaje: Blas Coll desde Walter Benjamin”-.

Quiero recordar aquí que Oriana Reyes obtuvo un premio en la sexta edición del premio de poesía Rafael Cadenas correspondiente al 2021. Los tres ensayos de estos jóvenes autores se suceden en las páginas 7, 8 y 9.

Escribe Fernando Yurman: “En fervientes foros, en artículos de prensa y declaraciones, se desperezan tendencias totalitarias fundadas en observaciones de Carl Gustav Jung. Esas soterradas apelaciones se pretenden democráticas, pero alertan al que conoce la relación que Jung había tenido con el nazismo.

“Aquella historia” quizás no permita condenarlo sin atenuantes, como demandaría sin escrúpulos la cultura de la cancelación, pero tampoco recomienda su lente teórico para justificar tendencias sociales.

El psiquiatra que proclamó con entusiasmo en 1932 que Italia había encontrado su “líder fuerte” en Mussolini, y luego en 1934 agregó con alegría que también Alemania había encontrado su führer, y en esa adhesión logró su hogar teórico en Berlín para los arquetipos arios, los devaneos teosóficos y la spengleriana decadencia de Occidente, no perfila un cabal ejemplo democrático”. Así arranca Jung: el largo recorrido de un resbalón. Está en la página 10.

II

Cuenta la periodista y ensayista moscovita Masha Gessen (El hombre sin rostro, 2012) cómo un conjunto, en principio disperso de azares, omisiones, falta de información y absurdos, se articularon de modo tal que un hombre gris, apenas conocido en el primer nivel de la política rusa, accedió al poder en Rusia.

Son páginas que espeluznan, aunque no hay en ellas ninguna historia de terror: el niño/adolescente auto proyectado como un matón; el adulto que mira la realidad desde las entrañas de la policía secreta; el hombre impedido de expresar sus sentimientos. En la segunda mitad de ese libro, con trazos amplios y eficaces, Gessen narra la operación -en el fondo, una operación militar- para liquidar las instituciones, a la oposición política y a los medios de comunicación, y poner en movimiento un reino de terror, el que ahora se ha lanzado sobre el cuerpo agobiado de Ucrania.

Aquel libro estableció las bases de ese trabajo excepcional que es El futuro es historia. Rusia y el regreso del totalitarismo (2017). Allí Gessen sigue las biografías de siete personas, entrelazadas como si fuesen parte de un brillante entramado novelesco, existencias que sucumben, no solo desplazadas o aplastadas por el terror, sino envueltas, sacudidas por un mundo diseñado para reducir la capacidad de elegir y empujar cada vida hacia las fronteras entre lo permitido y lo prohibido, lo sugerido y lo taxativo, lo conveniente y lo inconveniente, la sumisión y la desobediencia, lo legal y lo ilegal, lo rusófilo y la traición, la aceptación y el rechazo, la resistencia o adaptación al régimen. Este es el telón humano, el arnés cotidiano, a partir del cual Putin ha ido construyendo sus fortalezas y alimentado sus nuevos apetitos.

El libro de Steven Lee Myers (El nuevo zar. Ascenso y reinado de Vladímir Putin, 2015), biográfico compendio de datos y escenas -abigarrado, el producto de un obcecado reportero político-, me aproxima a esta conclusión: Putin es lo incierto. Su dominio está constituido por lo que no se sabe, lo que no se dice, lo que podría ocurrir, lo que sólo-yo-sé. Construye juguetes y armas con el miedo. Advierte, mirando de reojo. Tal su experticia. La ha perfeccionado y la exhibe: nos muestra lo que nos negamos a creer.

Lo que nos parece imposible o intolerable. No le importan ni el desprecio ni el rechazo. Quiere descolocar, causar pasmo, aparecer previsible e inesperado a un mismo tiempo: construir una lógica pública propia, de la que hayan sido rotas las certidumbres. Ese es el lugar desde el cual a Putin le aburre justificar la guerra. El lugar donde no oculta que la vida humana es un bien transable para el negocio de las armas, de los cereales, de los combustibles.

Ucrania: Putin cristalizado en su oculta transparencia.

Hubert Seipel, veterano y premiado periodista alemán, se aproxima tanto como es posible. Putin. El poder visto desde adentro (2015) lucha por escapar de lo inmediato. Me detengo sólo en unos de los ejes, nada obvio, que atraviesa su libro: Putin lleva consigo escenas y listas mentales. Derrotas que quiere reconvertir en triunfos y memoria de los errores de Occidente. Un resentido nato. Feroz que lleva un “balance provisional” del mundo, que se propone modificar según su criterio.

Detengo aquí este apurado comentario. Quiero recordar que este hombre -el hombre de la guerra sucia en Siria y Chechenia; el administrador de venenos y asesinatos a distancia; de las brutales respuestas en Kiev o Crimea; que persigue a homosexuales y no titubea al sugerir que no hay diplomático capaz de resistir a la prostitución rusa; el que, preguntado por el asesinato de Anna Politkovskaya, tuvo como su primera reacción una sonrisa-, este hombre de mirada ciega, ordenó a un subalterno el 13 de enero de 2022, declarar que, de ser necesario, tropas rusas ocuparían, cuando él quiera, el territorio venezolano. Y que, a continuación, esa declaración fue suscrita por el poder militar venezolano controlado por el Kremlin.  

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional