Escribir es transpirar, luchar y sobrevivir: para este oficio, como diría Ryszard Kapuscinski, no sirven ni los cínicos ni los inconstantes, ni los que se derrotan a las primeras de cambio.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña [email protected]

Reseña por: Pedro Crenes Castro

…ante esa inmensidad blanca todos sentimos el vértigo de la primera palabra que nos lleva a la segunda y, mediado el tiempo y las ganas y la pasión, llegamos al cuento, la novela o el poema
Miedo al blanco
Los que quieran comenzar a escribir tienen que aprender esto primero: la literatura es un desafío y es hija de la victoria del buen oficio contra la nada, contra el no ser, contra la inexistencia. Porque nada de lo que escribimos es cierto, y ciertamente nada de ello será nunca verdad, aunque te compren los derechos de tu novela para hacer una película.
Habrá días y días: días de una profusa hemorragia de palabras, tramas e historias que van configurando un universo, y otros en los que el desánimo y la falta de ideas dejará el cursor parpadeando en la pantalla del ordenador, esperando a que pulsemos el gatillo del teclado y comencemos a disparar palabras. Escribir es transpirar, luchar y sobrevivir: para este oficio, como diría Ryszard Kapuscinski, no sirven ni los cínicos ni los inconstantes, ni los que se derrotan a las primeras de cambio.
La literatura y la hoja en blanco necesitan para nutrirse voluntades férreas y apasionadas que quieran modificar la nada para construir en ella totalidades posibles, mundos que podrían ser, personas que no son, pero podrían ser (o deberían estar), porque ¿quién no ha querido alguna vez encontrarse con un personaje de ficción para charlar con él más allá de lo que su autor le ha dado oportunidad de vivir? A propósito de eso, busquen la novela de Vanesa Montfort, Mitología de Nueva York: un artefacto literario con vida propia y un personaje principal que amenaza con salirse de la novela.
Y por fin estamos allí, solos ante la página en blanco, el cursor parpadeando o el bolígrafo ya en ristre para emprenderla a metáforas, elipsis y tramas contra ella. Da igual como escribas, dónde escribas, qué vayas a escribir, qué historia nos quieras narrar: ante esa inmensidad blanca todos sentimos el vértigo de la primera palabra que nos lleva a la segunda y, mediado el tiempo y las ganas y la pasión, llegamos al cuento, la novela o el poema.
Pero tranquilos, ante la apasionante tarea de escribir, tenemos muchas ayudas en libros. Aunque el talento no se enseña, el oficio se aprende. Aunque no caminamos solos, solos nos hemos de enfrentar al blanco, sin miedo, pero con los ojos inyectados por la pasión que algunos pintan de rojo, pero podría ser perfectamente azul.
Hay que confesar, como lo hace Milan Kundera en El arte de la novela, que somos «practicantes», alguien que busca, se cae, se levanta, sigue y escribe. Es en ese instante, en el vértigo de la primera palabra, donde el escritor vuelve al deleite del viaje y de la aventura, al trabajo del creador, a la condena de la búsqueda. Nos merece toda la alegría ese instante, aunque después se nos olvide. Por eso siempre se vuelve a escribir: para sentir de nuevo ese miedo feliz.
Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990.