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Ceremonia de entrega de reconocimientos a ganadoras del Premio Ricardo Miró y a quienes representaron la memoria de las ausentes o a quienes no pudieron asistir
Violeta Villar Liste Fotos: Itzel Campos | Rainer Tuñón | Pablo González UP

Con el liderazgo del Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá (IMUP), y con apoyo de la Vicerrectoría de Extensión de la UP, de la Academia Panameña de la Lengua, Ministerio de Cultura, de la Biblioteca Nacional y de la Red de Mujeres Filósofas de Panamá – SAFO, se celebró el primer Miércoles Universitario del año dedicado a los Aportes de las mujeres ganadoras del concurso Ricardo Miró.

¡Quién esté libre de palabras, que lance el primer verbo!

Y ellas, cargadas de palabras, vinieron a decir que están habitadas de verbos y versos.

Ellas, las mujeres magníficas, las ganadoras del Premio Ricardo Miró en algún momento de sus vidas.

Ya se había dicho lo que iba a acontecer: Por obra, gracia y decisión del Instituto de la Mujer de la Universidad de Panamá (IMUP), y con apoyo de la Vicerrectoría de Extensión de la UP, de la Academia Panameña de la LenguaMinisterio de Cultura y de la Red de Mujeres Filósofas de Panamá – SAFO, se acordó dedicar el primer Miércoles Universitario del año al evento, Aportes de las mujeres ganadoras del concurso Ricardo Miró.

La casualidad lo sirvió en bandeja literaria: miércoles 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, también Miércoles Universitario de la UP.

En primera fila las ganadoras del Premio Ricardo Miró y, por ausencias decididas por la vida o el destino, sus dignos y dignas  representantes, quienes recibirían el pergamino de honor en el contexto de la ceremonia.

También en el privilegio de la mesa central, las invitadas al conversatorio sobre los aportes de las ganadoras del Ricardo Miró. Ellas, como parte de las magníficas:  Ela Urriola, Alondra Badano, Consuelo Tomás (sin h ni acentos ocultos. Con tilde: es Tomás, como si fuera un nombre pero es apellido, ya lo ha dicho: “Espero no perder esa pelea nunca”), Moravia Ochoa e Isabel Pérez de Burgos, escritoras también ganadoras.

Intervención de la Dra. Damaris Serrano, panameña, docente del Departamento de Lenguas Modernas de la Wright State University y la Dra. Giovanna Benedetti, escritora, abogada y seis veces ganadoras del Premio Ricardo Miró, quien, por esa distancia llamada Atlántico (vive en España), mandó sus respuestas leídas en voz alta.

Una petición se hizo presente en cada una de las ponentes y Ela Urriola lo resumió en una frase:

Ojalá, la materia pendiente de divulgación de obras ganadoras en el exterior, ¡llevar al mundo las letras panameñas de una vez por todas!, sea una piedra angular, en la construcción de un mejor país para quienes lo habitamos y para el mundo que nos lee en altisonantes titulares, pero no en nuestras obras”.

Presidieron las autoridades universitarias: Dr. Eduardo Flores Castro, rector de la UP; Dr. José Emilio Moreno, vicerrector académico; Dr. Jaime Gutiérrez, vicerrector de Investigacion y Posgrado; Dr. Ricardo Him, vicerrector de Extensión; profesora Mayanín Rodríguez, vicerrectora de Asuntos Estudiantiles, Dra. Aracelly de León, directora del Instituto de la Mujer de la UP y presencia especial de la ministra de Cultura, Giselle González Villarué.

El Dr. Eduardo Flores Castro, rector de la Universidad de Panamá, abrió la ceremonia con cifras que hablan bien de la presencia de la mujer en la universidad:

-La Universidad de Panamá cuenta con 66 % de estudiantes mujeres y 34 % varones. En los egresados también las damas predominan: 69 % son mujeres y 31 % varones.

-En la actual administración, las mujeres ocupan 47 cargos de liderazgos, entre otros en la  Vicerrectoría de Asuntos Estudiantiles, decanato y vicedecanato de la Facultad de Farmacia, de la Facultad de Enfermería, de la Facultad de Psicología y de la Facultad de Ciencias de la Educación; decanato de Facultad de Medicina y de la Facultad de Odontología, además de la dirección del Centro Regional Universitario de Panamá Este, de la Extensión de Ocú y Aguadulce.

“La UP ha otorgado el Premio Universidad a seis académicas ilustres como Carmen Miró y Elsie Alvarado de Ricord en 1996; Joaquina Pereira de Padilla en 2004; Alma Montenegro de Fletcher en 2007, Mireya Correa en 2012 y Amelia Márquez de Pérez en 2022″.

En el caso del Premio Miró, muchas han sido o son profesoras de la Universidad de Panamá.

El rector de la UP citó que “el concurso literario Ricardo Miró, creado en 1942, por gestiones del poeta Moisés Castillo, se ha otorgado en 38 ocasiones a damas, distribuidas en 27 literatas”.

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Stella Sierra fue la primera mujer en ganar el Premio Miró en Poesía en el año 1942 (1938 compuso el Himno de la Universidad de Panamá), luego le siguieron: Moravia Ochoa; Diana Morán; Matilde Real de González; Giovanna Benedetti (3 veces); Ela Urriola (2 veces); Lucy Cristina Chau y Alessandra Monterrey”.

Cronología justa y merecida. “Detrás de estos premios hay mucho esfuerzo, templanza y dedicación”, dijo el Dr. Eduardo Flores Castro quien pidió aplausos para ellas en la Casa de Méndez Pereira.

Y no faltaron: se desbordaron.

He aquí la lista completa de las ganadoras del Premio Ricardo Miró:

Ganadoras del Premio Ricardo Miró

SECCIÓN POESÍA:
1942 Stella Sierra (Sinfonía jubilosa en doce sonetos)
1958 Moravia Ochoa López (Raíces primordiales)
1965 Diana Morán (Gaviota de cruz abierta)
1979 Matilde Real de González y José Franco (Una cruz verde en el camino)
1992 Giovanna Benedetti (Entonces, ahora y luego)
2005 Giovanna Benedetti (Entrada abierta a la mansión cerrada)
1994 Consuelo Tomás (La agonía de la reina)
2008 Lucy Cristina Chau (La casa rota)
2013 Giovanna Benedetti (Música para las fieras)
2014 Ela Urriola (La nieve sobre la arena)
2018 Ela Urriola (La edad de la rosa)
2021 Alessandra Monterrey (La mujer que lloraba hormigas)

SECCIÓN ENSAYO:
1952 Dora Pérez de Zárate y Manuel F. Zárate (La décima y la copla en Panamá)
1957 Elsie Alvarado de Ricord (Estilo y densidad en la poesía de Ricardo J. Bermúdez)
1961 Dora Pérez de Zárate y Manuel F. Zárate (Tambor y socavón)
1967 Elsie Alvarado de Ricord (La poesía de Rubén Darío)
1972 Elsie Alvarado de Ricord (Aproximación a la obra poética de Ricardo Miró)
1984 Giovanna Benedetti (El sótano dos de la cultura)
1985 Beatriz C. Valdés E. (Yukio Mishima: seda y acero)
1997 Alondra Badano (Dos parejas des-parejas)
2005 Damaris Serrano (Literatura panameña: historia, nación, sociedad: (Amor, cultura y conflicto en
la segunda mitad del siglo XX)
2010 Patricia Pizurno (Memoria e imaginario de identidad racial en el siglo XIX)
2013 Damaris Serrano (Re)Cuentos de la nación en diásporas)
2018 Damaris Serrano (Panamá: Post/ Modernidad/ Post (La jornada de una estrategia poético –
narrativa)
2019 Dánae Brugiati (Mestizaje: Mujeres y Mitos)

SECCIÓN NOVELA:
1966 Yolanda C. de Sucre (La Doña de paz)
1979 Acracia Sarasqueta de Smith (Una dama de primera)
1982 Rosa María Britton (El ataúd de uso)
1984 Rosa María Britton (El señor de las lluvias y el viento)
1991 Rosa María Britton (No pertenezco a este siglo)
1993 Sonia Ritter de Fiedderjohn (El Cuento de Gabo)
2001 Jilma Noriega de Jurado (Y cayó sobre nosotros el estruendo de la muerte)
2005 Mireya Hernández (Crónicas de caracoles)
2009 Consuelo Tomás (Lágrima de dragón)
 
SECCIÓN CUENTO:
1959 Moravia Ochoa López (Yesca)
1981 Giovanna Benedetti (La lluvia sobre el fuego)
1985 Rosa María Britton (¿Quién inventó el mambo?)
1989 Beatriz C. Valdés E. (Nada personal)
1994 Consuelo Tomás (Inauguración de la fe)
1996 Beatriz Valdés (La estrategia del escorpión)
1999 Sydia Candanedo de Zúñiga (Los papelillos del doctor Escarria)
2016 Giovanna Benedetti (Vértigo de malabares)
2018 María Laura De Piano (Pesadillas de verano)
2021 Ela Urriola (Carosis)

SECCIÓN TEATRO. Esta categoría abrió por primera vez en 1952:
1953 Dora Pérez de Zárate (Niebla al amanecer)
1986 Rosa María Britton (Esa esquina del paraíso)
1987 Rosa María Britton (Banquete de despedida)
1989 Mireya Hernández y Edgar Soberón Torchia (Del mambo al chachachá (alias El Arco Iris)
1999 Alondra Badano (Jugada Partida)
2001 Mireya Hernández (Vivir la vida)
2004 Alondra Badano (Babilonia way of life)
2006 Mireya Hernández (Sucedió en enero)
2012 Mónica Guardia (Milagros de la fe)
2013 Alondra Badano (Sospecha de sospechas
2014 Isabel María Pérez de Burgos (Tránsito)
2018 Isabel Pérez de Burgos (Los inocentes)
2020 Indi Lucía Pereira Solís (Despertar en el abismo)
2021 Consuelo Tomás (Sonata para los ángeles rotos)

La profesora Margarita Vásquez, directora sustituta de la Academia Panameña de la Lengua, se detuvo en el análisis de parte de los textos de las ganadoras del Ricardo Miró en sus cinco categorías (ensayo, cuento, poesía, teatro y novela).

¿Cómo cambió la historia literaria de Panamá, y cómo cambiaron ustedes, al ganar el Premio Ricardo Miró?, pregunta que abrió el conversatorio de las autoras que hablaron en nombre de todas las premiadas, de las presentes y las ausentes. Magníficas.

Isabel Pérez de Burgos, Ela Urriola, Alondra Badano, Consuelo Tomás, Dra. Damaris Serrano y Moravia Ochoa

Palabras de Isabel Pérez de Burgos: “El Premio Nacional de Literatura sí ha tenido un impacto positivo en la creación literaria. Funciona para fomentar la creación, que, como sabemos, es un camino tortuoso e inclusive caro para los autores, por falta de una saludable industria editorial en Panamá. Pero, especialmente, funciona para fomentar la creación de excelencia. No es suficiente escribir bien, hay que escribir muy bien para ser considerado por los jurados. Ya eso es una ganancia grande para la literatura panameña.

Mi vida no ha cambiado por el premio, pero sí creo que me ha dado más seguridad como creadora. A falta de crítica literaria establecida y constante, saber que tu obra fue considerada como la mejor de un grupo es un empujón de seguridad y de deseos de seguir”.

Palabras de Ela Urriola: “La  historia literaria de Panamá cambia, cuando en 1942, por iniciativa del insigne Moisés Castillo, se crea el Premio Literario Ricardo Miró, el más antiguo galardón de esta naturaleza en nuestro país. Cambia doblemente, cuando en su origen, este premio, hoy octogenario, lo obtiene una gran mujer, la poeta Stella Sierra; y seguirá cambiando, cada vez que nuestras instituciones reafirmen ese compromiso con la cultura y la divulgación de las letras panameñas.

Sin duda, un escritor cambia al obtener este galardón, no solo porque resulta premiado un esfuerzo que se gesta en solitario, sino porque se engarzan los puentes del universo del que escribe hacia el universo de los otros: la palabra emprende un vuelo soñado hacia el lector.

Esto último es fundamental: en un país donde la impresión de libros es extremadamente costosa, un premio es, sobre todas las cosas, la posibilidad de tener un libro entre las manos. Ojalá, desde este premio y las instituciones competentes, se siga trabajando en la divulgación de los libros ganadores en la ciudad y las provincias, que las obras estén al alcance de los lectores de todas las edades. Ojalá, la materia pendiente de divulgación de obras ganadoras en el exterior, ¡llevar al mundo las letras panameñas de una vez por todas!, sea una piedra angular, en la construcción de un mejor país para quienes lo habitamos y para el mundo que nos lee en altisonantes titulares, pero no en nuestras obras”.

Palabras de Alondra Badano: El Premio Miró es muy importante en el cambio de paradigma del país. No sé si he cambiado algún paradigma literario, pero sí creo que la mirada femenina es muy importante en la producción. Presentarse al Miró reclama valentía, porque es una competencia y es una competencia para la cual las mujeres debemos vencer la timidez y la autocrítica. Y ya eso es un logro. Competir es estar en un lugar visible: visibiliza la obra y pone al producto libro en circulación del mercado. El Ministerio de Cultura paga por la edición y premia con una respuesta económica un trabajo invisible. Las mujeres tenemos muchas tareas que no se ven: escribimos quitando tiempo de otras cosas, de trabajo remunerado, de la familia, del sueño… cuando un libro sale a la luz, son horas, meses y años de un trabajo no reconocido. El Ricardo Miró reconoce un trabajo y el trabajo hay que pagarlo.

Palabras de Consuelo Tomás: “Veo la literatura como una carrera. Empecé escribiendo a los 17 años y no participé en el concurso hasta que consideré que estaba lista. Es decir, mediaron casi 30 años en ese camino”.

Gana el Ricardo Miró en la sección Poesía, con La agonía de la reina (1994) y luego “se congela”.

“Todo escritor panameño que se precie de serlo, siempre tiene la ilusión de ganarse el Miró. Por eso me congelé y dije: ¿Cómo supero esto? Y eso a veces no es tan fácil: es una carrera, es un oficio, es algo en lo cual se invierte. La literatura es mi profesión; mi carrera. Lo demás es para pagar las cuentas y una jubilación”.

A la poesía la defiende con el alma. En particular de los patrocinantes de eventos que dan un paso atrás en su respaldo con una frase demoledora para la poesía y las letras: “¿Para qué sirve la poesía?”

Tomás recuerda que en las primeras ediciones del premio, las mujeres ganaban segundos y terceros lugares.

“La primera vez que pretendí participar y pedí asesoría de un amigo me dijo: Procura que no se note una voz de mujer porque sin son jurados hombres no vas a ganar. Y con más ganas participé y no gané”. Pero luego, cabría precisar, lo logró y con creces para alimentar esta literatura de mujeres donde “todas somos buenas”.

Palabras de Moravia Ochoa: Ha ganado el Ricardo Miró en poesía y cuento sin por ello escribir pensando en concursos. Recordó, en su intervención, su escritura temprana en la escuela y el estar en el cuadro de honor a pesar de no prestar atención a todo y sí siempre a la palabra.

La primera máquina de escribir eléctrica que usó era de Esther María Osses y ese recuerdo lo celebra.

“Me suelto mucho porque el tono del habla se refleja en mis cuentos y poemas”.

En su casa los libros inéditos esperan por editorial y mientras, las ganas intactas de seguir escribiendo.

Palabras de la Dra. Giovanna Benedetti a la pregunta ¿Cambia la historia literaria de un país cuando más mujeres deciden confrontar sus escrituras?

“Entiendo la confrontación como un proceso de ubicación, pero también como una exploración por los caminos de la discordancia. Y es que una vez que asumimos que la literatura escrita por mujeres sigue siendo un instrumento desfigurado en los índices, premiaciones y antologías, el siguiente paso ya no puede ser otro que la ruptura con las formas consideradas como canónicas.

Y sí: la historia de un país cambia cuando sus mujeres literarias (y literatas) dejan de ser objetos anecdóticos y se convierten en sujetos básicos. La literatura escrita por mujeres permite el balance de intereses, el equilibrio estructural de identidades y la superación de la estrechez del relato androcentrista.

Este ejercicio de crítica no es ni siquiera reciente: Safo, Teresa de Ávila, Sor Juana y Enenduhana (primera persona literaria de la historia) ya procesaron sus riesgos. La propuesta, sin embargo, sigue todavía sin consumarse. Y eso, para nosotras, lo convierte en objetivo.

El concepto de “ubicación literaria” ha sido siempre para la mujer una figura construida a partir de una serie de variaciones que encapsulan lo femenino en ámbitos de tolerancia o zonas de confort. La mujer ha escrito siempre (sobre eso no hay discordia)  pero la cuestión es ¿desde dónde? Y la pregunta que la sigue es: ¿para quién?

Hay un triple muro que rodea la actividad social de las mujeres en la literatura universal. El primero es la implícita degradación intelectual de lo femenino, atascada aún en los rieles de un estereotipo colectivo. El segundo muro tiene que ver con el espacio asignado por género en la sociedad patrimonial (donde todo el ciclo productivo, educativo y ganancial sigue girando en función de valores masculinos y patriarcales).  Y el muro número tres –quizás el más esquivo y pesado de todos–  es ese que se levanta como una barrera de dudas –como una especie de autocensura– entre la propia confianza creativa y la realización social de una mujer que escribe. Un buen proceso de confrontación implicará, de partida, en imaginar una estrategia viable para derribar estos tres muros”.

Palabras de la Dra. Damaris Serrano a la pregunta ¿cómo se expresa la construcción de la identidad panameña en estas escrituras con mano femenina?

-Yo tengo que agradecer a los escritores de mi país porque la construcción de la identidad para cualquier ser humano comienza desde las aulas y cuando era estudiante quería ponerle cara a los libros que debíamos leer en la escuela de español.

La identidad en la escritura se expresa desde un espacio: hay espacios de dolor, hay espacios de placer, de contingencia y que te emplazan

En su caso ocurrió el emplazamiento cuando, al investigar, se entrevistó con varias de las grandes escritoras del Miró: el espacio del dolor, sostiene, es el que más ha producido obras trascendentes.

“El dolor es un acicate para producir obras trascendentes y bellas”.  

En este momento de la literatura panameña ve también que las mujeres han podido advertir los tipos de identidad: la poscolonial, la del desplazamiento o la identidad proyecto que es parte del movimiento feminista.

“Las escritoras saben hablar desde distintos espacios: están en el hogar, pero son las mismas que tienen que estar en el trabajo diario, siendo evaluadas con unos parámetros más exigentes y discriminadores”.

Saludó la presencia de poetas, ensayistas y narradoras, con voces especializadas “y ese factor que solo el género mujer puede tener: una intuición especial con la tierra, procreadora, asertiva y que se pudo dispersar en el amplio rango de los grupos sociales que conforman la sociedad panameña”.

Cerrado el conversatorio, entrega de reconocimientos y reencuentros.

Pueden ver el evento. Escucharlas en sus tonos y en su exacta dimensión. A, ellas, las magníficas en cuerpo presente y también honrar a quienes abrieron camino:

Violeta Villar Liste
[email protected]