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Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)

La licenciada María Mercedes Armas Barrios es psicóloga egresada de la Universidad Central de Venezuela. Es integrante del Observatorio Venezolano de los DDHH de las Mujeres y del Centro de Investigación Social Formación y Estudios de la Mujer.
@psico.mm.armas
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El mes de diciembre, por todo su significado cultural y religioso, implica muchos cambios de rutina y mayores exigencias emocionales, sociales y económicas, que tienden a ser fuente de estrés y cuadros de ansiedad. Hay que cuidarse de esto.

Numerosas estudios concluyen acerca de los efectos negativos a nivel emocional para muchas personas en esta época del año. La línea es delgada entre lo que puede ser un disfrute o una carga emocional que, quizás para algunos, sea muy pesada.

Recordemos también que venimos de una pandemia y aislamiento de tres años a nivel global, que implicó pérdidas en todo sentido y en particular duelos familiares. Pareciera que, en Navidad, las cosas que duelen, duelen más.

Para que esta época no se convierta en un martirio y podamos disfrutar lo bueno y bello que trae, es importante ver hacia adentro de nosotros mismos y definir esa delgada línea con límites sanos y razonables que nos permitan manejar las presiones externas y las auto exigencias que nos imponemos. También la incertidumbre del año nuevo puede ser una gran interrogante que nos preocupa, nos asusta o nos moviliza a aprovecharlo como una nueva oportunidad. Esto es fundamental porque de allí es que van surgiendo la ansiedad, el estrés y los sentimientos depresivos.

Eso implica la revisión de nuestra escala de valores. Realmente qué valoramos en nuestra vida, no solo en navidad, todo el año.

Revisemos de manera consciente si tenemos la tendencia de  vivir de las apariencias y de cuestiones superficiales, porque esta debilidad nos hace vulnerables a las presiones sociales y económicas de estas fechas. Recordemos que en una sociedad de consumo,  esta es  la época del año que representa una gran oportunidad de negocios para muchos, por lo cual la presión económica es elevada. Seamos razonables.

Revisar si permitimos que la presión social nos afecte; debido a las expectativas que pensamos que los otros tienen acerca de nosotros. Esta debilidad es producto de vivir enfocados hacia afuera y estar desvinculados de nuestros propios sentimientos y emociones.

Por ser una festividad que está bastante enfocada en el tema emocional, familiar y del “hogar”, se movilizan emociones guardadas, se reactivan sentimientos engavetados y pueden aflorar en forma de tristeza, culpa, miedos, nostalgia y los duelos pendientes. Estas emociones han estado allí todo el año y quizás más, pero no los hemos atendido, no nos hemos ocupado de ellos. Revisemos de donde vienen y busquemos ayuda en caso de necesitarla.

Entre los límites necesarios y razonables tenemos que considerar el uso que estamos haciendo de nuestro tiempo por estos días, debido a las presiones sociales y a las actividades extra que pueden implicar. Por otra parte tomemos conciencia  del uso y abuso de las comidas y bebidas asociadas a la época. Busquemos un punto de equilibrio que nos dará la fortaleza para transitar por estas fechas, disfrutar lo bueno,  sin caer en estados de estrés y ansiedad.

Por: María Mercedes Armas (Psicóloga)