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Compartimos las palabras de Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional, en la presentación de la edición semanal: un lujo poético

Amigos lectores:

Despedí el 2021 consignando aquí mis buenos deseos, que les reitero en estas primeras líneas del 2022: que en los próximos días, semanas y meses aparezcan las buenas noticias que tanto necesitamos. Seguir empujando: tal la exigencia a la que estamos convocados.

Arrancamos el 2022 con una edición casi toda dedicada a la poesía. Les cuento.

He tenido la oportunidad de leer algunos poemas -solo algunos- de Adriático, el más reciente libro publicado de Gina Saraceni (1966), poeta, ensayista, crítica literaria, compiladora y traductora.

Hay en esos poemas encantamiento: calles y visiones panorámicas que se ofrecen con naturalidad; paisajes, de distinta abertura, que hablan de emociones y su memoria. Un libro cargado de afectos, sin efectos, próximo, que susurra al lector.

Lo presentan Rafael Castillo Zapata (“Cada nombre que se nombra es un pequeño altar en el que se adora algún lar ligado a la tierra ancestral, la tierra adriática del padre y de la madre, pero también a los dioses nuevos, los hallados, los encontrados y a la vez construidos como templos, en la tierra de gracia bañada por el otro mar, tierra del Caribe y de caribes, desde donde el canto anuda sus cordajes armónicos, sus acotadas melodías reverentes.

Y así los nombres de animales y de plantas, la magnífica flora de los trópicos y sus aves llamativas de canto escandaloso están presentes en las escenas que el poema dibuja, con la mirada puesta en la lontananza adriática constante”) y Miguel Gomes (“El libro se estructura como reflejo de esa movilidad, produciendo la sensación de un caleidoscopio donde los desplazamientos del sujeto poético se narran mediante saltos y elipsis.

Atisbos anecdóticos –con personajes–, imágenes, hábitos elocutivos que se entrecruzan, hasta que a la postre estamos seguros de haber recorrido un poema único entre ecos y silencios, pasajes discontinuos que, en eso, se parecen a cómo la vida se inscribe en nuestra memoria, editada por la intensidad de emociones y querencias.”).

El ensayo de Arnaldo Valero concierne a nuestros tiempos: a partir del cuerpo conceptual propuesto por Tzvetan Todorov en Insumisos (necesario libro sobre el debate entre acción pública y preguntas morales, donde analiza ocho casos, entre ellos, con afinado brillo, los de Etty HillesumGermaine Tillion Aleksandr Solzhenitsyn).

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Valero nos conduce -no exclusivamente-, hacia las historias de la rusa Marina Tsvetáieva (1892-1941) y de la cubana Reina María Rodríguez (1952): “El diálogo intertextual e intersubjetivo que origina este corpus –como el que claramente existe entre Reina María Rodríguez y Marina Tsvietáieva– ofrece la posibilidad de advertir la existencia de un perfil de subjetividad que habita un lugar decretado por la historia de la deriva totalitaria experimentada por el marxismo-leninismo desde 1917.

Y una de las particularidades de estos sujetos es haber percibido los componentes que han convertido en mito genocida al relato de la Revolución”. Página 3.

Comparten la página 4, poemas de dos libros recientes: de Geraldine Gutiérrez-Wienken, seleccionados de El silencio es una bailarina, publicado en Argentina (“Si oyes tu idioma en un bus no evadas/ el ritmo que nos oprime. A esta hora/ en la noche sin lámpara que ilumine/ en dos termos un paño y un taburete/ el desastre puede ser interpelado. Él”) y de Miguel Génova, de Instantes sin tiempo, publicado en España.

Dice el poema Seis escalones: Once, doce/ rabia y un golpe seco/ apenas sentí el roce/ de la voz callada./ Trece, catorce/ en la ruda espera/ el tiempo se retuerce/y sube los peldaños./ Quince, dieciséis/ el destino, la suerte/ me alcanzan/ con fuerza y suavidad.

Eleonora Requena (“Si algo hila este poemario es su pertinaz repicar en la descripción lirica de lo que va viendo, bien sea desde la ventana de la cocina, desde el balanceo del chinchorro o en la vía hacia oriente.

Hay una insistencia en marcar los detalles que dan cuenta de la trama de las horas, las señales inequívocas de su paso se urden entre las ramas de los árboles”) y José Urriola (“Es un poemario también táctil, uno puede tocar sus hojas (las del libro, pero también las de las plantas que lo habitan), uno roza esos pétalos, uno está allí, físicamente, presencialmente, en esa casa mientras afuera cae la lluvia y el hogar es tomado por el olor a jardín exuberante y contento con el aguacero”) escriben sobre La fuerza de las cosas, colección de poemas de Elisabetta Balasso, Oscar Todtmann Editores, que apareció a finales de 2021. Viene en la página 5.

En la página 6 nos remite a dos aniversarios. En la parte superior, vienen cinco poemas del ensayista, biógrafo y poeta Luis Beltrán Mago, que hoy -15 de enero- cumple 100 años.

Pertenecen a su libro de sonetos, Los ocasos de un poeta (Editorial La Diosa Blanca, Caracas, 2020). Abajo, un delicioso texto de Rodolfo Izaguirre, cuyo título anuncia su temario: Un nueve de enero, hace 91 años. Dice el primer párrafo dice:

El tiempo venezolano que nos vigila, mima y agrede señala que un nueve de enero, hace noventa y un años yo llegaba al mundo en la casa de Tula Tosta, la culta nieta del general y acaudalado político y escritor Francisco Tosta García, entre las esquinas de Pescador y Cochera, en la parroquia de San Juan. Mis hermanos me contaron, no sé si para abochornarme o regocijarse, que la comadrona que asistió al doctor Osío en el parto casero me alzó y dijo con evidente elogio y alegría: “¡parece un cochino inglés!”.

El ensayista, crítico literario, compilador y poeta Yoandy Cabrera (Cuba, 1982) ha publicado Equívocos. Poetas cubanos de inicios del siglo XXI (publicada por el Departamento de Lenguas, Filosofía, Religión y Culturas de Rockford University, 2021), que incluye a 21 autores.

La edición es bilingüe: “Varios de estos poetas exigen con sus obras reconsiderar cuáles son hoy los centros y los márgenes, el adentro y el afuera en la lírica cubana, pues cada vez más y a causa de la tecnología y el aumento de viajes desde y hacia Cuba, la poesía de la diáspora se (con)funde con la escrita en la isla, lo cual hace que las categorías y los límites exegéticos tradicionales se difuminen y desplacen continuamente”. Parte superior de la página 7.

En la misma página está una entrega de mi columna Récipe para golosos, con una nota informativa dedicada a traducciones: la que hizo Adalber Salas  de Un pequeño lugar, “texto breve, escrito en 1988, entre el ensayo y la crónica, el panfleto y el testimonio, la memoria cultural y la historia”, de Jamaica Kincaid, publicada por Pre-Textos (España, 2021); tres publicadas por Alliteratïon Publishing (a cargo de Garcilaso Pumar y Betina Barrios Ayala): la de una antología de relatos de Ednodio Quintero, traducida al inglés por Rowena Hill; la de Marea tardía, colección de poemas de la misma Hill, traducida por Silvio Mignano al italiano; y de Zoocosis, poemario de Manuel Llorens, cuya traducción al italiano también realizó Mignano.

Por último, cuento que Geraldine Gutiérrez-Wienken tradujo del alemán al español ¡Que no me asfixie de hacer tanto silencio!, de la poeta Inge Müller, para la editorial Llantén, de Argentina.

Un resumen de un estudio considerablemente más largo de Luis Alberto Vittor sobre el poeta italiano Valerio Magrelli (1957), ocupa las páginas 8, 9 y 10. Al final se incluyen ocho poemas traducidos por Marcela Filippi Plaza del mismo Magrelli.

Se titula: La retórica visual de Ora serrata retinae: Teoría de la visión y fenomenología de la mirada. En la poética de la retina de Valerio Magrelli. Es un texto analítico: “Desde su título, Ora serrata retinae, la primera colección de poemas de Valerio Magrelli –publicada por Feltrinelli Editore en 1980– nos sumerge en el mundo de la vista, en campos de visión, donde el ojo como vehículo de representación se presta a una rica metaforización en su conversión a distintas expresiones: se mueve, se abre y se cierra, se enfoca y desenfoca, se ofusca y se trastorna.

El verbo “ver” y los sustantivos “retina”, “pupila”, “párpado”, “visión”, “mirada”, “imagen”, nos remiten de inmediato a la percepción visual, pero también “llanto”, “lágrima”, “imaginación”, “sueño”, “luz”, “sombra”, “reflejo” y “miopía”.

De los noventa poemas de la colección, algunos de los cuales son muy breves, la suma de los términos relacionados con la visión y la visualidad constituyen un lenguaje que revela no solo una predilección por el sentido de la vista sino también la Weltanschauung de una retórica visual y una poética de la retina construida de manera lógica”.

Me corresponde disculparme con Cecilia OrtizAlberto MárquezGraciela Yáñez VicentiniJosé DelpinoIgnacio MurgaAlejandro MartínezAmarú Vanegas Rebeca Martínez, personas a las que no incluí en la comunicación de agradecimiento que circulamos a finales del año pasado.

Todos participaron en la edición del 10 de enero de 2021, que no revisé cuando preparé la mencionada comunicación. Y no me di cuenta. Lamento mi error. Lo que tanto se repite, que las listas llevan consigo una especie de fallo congénito, el de las omisiones, ha quedado ratificado en este episodio.

2022: que sea un tiempo benévolo, las manos tendidas, generosas las palabras.

Nelson Rivera

Para ver la edición en PDF