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Amigos lectores:

En una entrevista publicada en el diario La Nación (Argentina) en 1984 o 1985, Juan Gustavo Cobo Borda (1948-2022) decía que la manera más reconfortante de recordar a los escritores fallecidos era leyéndolos. Cobo Borda, bogotano, autor de una obra poética entrañable, cristalina y musical; hombre generoso, ensayista, compilador, conversador pródigo y atento lector de la poesía venezolana, murió el 5 de septiembre. En las páginas 1 y 2 vienen, sin mayor preámbulo, una mínima selección de sus poemas, así como un ensayo sobre Jorge Luis Borges. Diré más: si no lo ha leído, esta es una hora que no debe perderse. La recompensa está allí, en esa poesía que uno, mientras lee, escucha. Música armoniosamente ejecutada. Copio aquí un breve poema, una de las tantas piezas perfectas que escribió:

Poética

¿Cómo escribir ahora poesía,
por qué no callarnos definitivamente
y dedicarnos a cosas mucho más útiles?
¿Para qué aumentar las dudas,
revivir antiguos conflictos,
imprevistas ternuras;
ese poco de ruido
añadido a un mundo
que lo sobrepasa y anula?
¿Se aclara algo con semejante ovillo?
Nadie la necesita.
Residuo de viejas glorias,
¿a quién acompaña, qué heridas cura?

Página 3 y parte de la 4: Miguel Gomes publica su lectura de Magdalena en Ginebra, La concubina y otras voces de fuego. Poesía reunida (LP5 Editora, 2022), de Carmen Verde Arocha: “Gracias al volumen Magdalena en Ginebra, La concubina y otras voces de fuego. Poesía reunida (2022) tenemos ahora la oportunidad de revisitar la carrera de Carmen Verde Arocha (Caracas, 1967) a la luz de esas ideas. Su voz pertenece, de hecho, a una familia de autores venezolanos –Juan Sánchez Peláez o Hanni Ossott son dos de los nombres más prominentes– que ha problematizado por igual las aproximaciones neorrománticas sedientas de involucrar al poeta de carne y hueso en todo esfuerzo hermenéutico y las que se empeñan en reivindicar a quien escribe exclusivamente como delegado de identidades o ideologías”.

Traducido por Raquel Rivas Rojas, en la parte superior de la página 4 viene un extenso poema de Ocean Vuong, poeta, novelista y editor estadounidense, nacido en Saigón, reconocido en el 2017 con el Premio T.S. Eliot por su poesía.

Rowena Hill ha traducido Adriático, el reciente libro de Gina Saraceni, al inglés. Adriatic (2022) ha sido publicado por Allïteration Publishing, con prólogo de Rafael Castillo Zapata y epílogo de Betina Barrios Ayala, texto este último, que incluimos en la página 5: “Caracas asoma como ese cuenco cercado por un cordón topográfico y vegetal, barrera natural que cataliza dos orillas que se besan: la tierra y el mar. Este pacto primigenio es una de las líneas que atraviesa el corpus, abrazar lo incomprensible, hacerse uno con lo otro. Así, el exilio se compone como un atlas, una geografía personal que fusiona distancias para hacerlas una como líneas de su mano. Lo propio es ese espacio heterotópico que se construye en la experiencia, territorio exclusivo para formar, asir, tocar, volver y amar”.

En la misma página viene el texto que la poeta Marta Jazmín García (Puerto Rico, 1983) ha escrito para presentar la segunda edición de Ojiva, el libro de Néstor Mendoza: “En este libro, el acto de nombrar supone un enfrentamiento. El poeta es el espectador y también el convocante. Urde la perspectiva de quien mira la ceguera, pero no se limita a esbozarla. Si los ojos no existen habrá que inventarlos. Arriba y abajo es el febril parpadeo que transcurre en estas páginas. Ya como símbolos de la conciencia, también es la desgarradura”.

Otro libro publicado por LP5 Editora: esta vez, Al otro lado del clima, antología personal de Jacqueline Goldberg. Dice Alexis Romero, en el comentario que ocupa la página 6 y parte de la página 7, que no se trata solo de una antología, sino de un libro nuevo: “Cuando ella escribe, se cartografía. Con una sintaxis cercana a la del silencio, nos deja en el papel lo que las palabras le permiten dejar: sus heridas, su temblor, su asco por la normalidad, la bajeza de un país, su incansable guerra contra la heredada decadencia del cuerpo, su cuerpo. Uno de sus versos singulariza uno de sus latidos: “los duelos sueltos”. El temblor de su cuerpo es una analogía de los temblores de su poesía: tiembla la página, tiembla el lenguaje, tiemblan las formas elegidas, tiemblan los ritmos, tiemblan sus lectores”. Al final del texto, se incluyen unos poemas escogidos por Romero, que permanecían inéditos hasta la publicación de este volumen.

Yanuva León (1983) es poeta, cuentista y autora de libros para niños. Ha publicado Cómo decir cántaro (2014) y Desviada para siempre (2019), ambos de poesía, así como seis libros para niños en México. Seis de sus poemas vienen en la página 7. De su verbo enfático habla el poema que reproduciré al final de estas líneas.

En la página 8, Julián Márquez escribe sobre Los hilos subterráneos, el poemario que Alejandro Sebastiani Verlezza publicó en 2020: “Los ecos rescatados de las antiguas voces de la familia reconquistan su espacio de saudade. Sobre los desperdicios de un basurero el sol calienta una maleta repleta de recuerdos ya sin posibilidad de extraer de los objetos, papeles, postales, estampillas, billetes y monedas extranjeras, con otras menudencias. Carnets universitarios, abandonados sin una melodía de dicha, aunque ahora deparadora de una melancólica imagen cortazariana”.

Cambio de registro: en la página 9, Faitha Nahmens despide a Rosanna Di Turi (1969-2022), periodista, escritora, especialista en la gastronomía, autora de libros sobre el vino, el ron y uno sobre Armando Scannone. El texto de Nahmens arranca así: “De una belleza que traduce dulzura, más bien baja y de maneras sutiles, de manos femeninas y mullidas, cuya tenue gesticulación no quería estorbar el curso del aire, será difícil sospechar, cuando se enfrentó a la tormenta, cuánta valentía concentró su ser, cuerpo estragado por la contundencia de los tratamientos que siempre, hasta el último suspiro, creyó la sanarían. “Tenía una fe inquebrantable”, la tributa el periodista Gonzalo Jiménez. Acaso presintiendo el tiempo acotado, se concentrará en sus proyectos con más ahínco que cualquiera. María Begoña González de Di Turi asegura que su primogénita era muy intuitiva. Sin rémora ni distracciones, y sin dar señales de agotamiento, descartado quejarse, avanzaría “siempre esforzándose al ciento por ciento”, la admira Gonzalo Riveros, el padre de su hijo”.

Otra vez una semana dolorosa y perturbadora: se ha publicado el Informe de la misión internacional independiente de determinación de los hechos en la República Bolivariana de Venezuela, ratificación del carácter criminal y torturador del régimen. El publicado esta semana es el tercer informe. Tras cada entrega (la primera circuló en septiembre de 2020; la segunda en septiembre de 2021), la investigación se hace más amplia y detallada; la información se completa; el perfil de los criminales y su estructura adquiere la condición de lo irrebatible: Venezuela vive bajo el dominio de un poder y un Estado torturador. La lectura es un recorrido por el terror: la DGCIM, el SEBIN, la atrocidad de los métodos, el entrenamiento cubano, los centros clandestinos de tortura, la cadena de mando, el negocio tras las detenciones, las agresiones sexuales, los jefes de esta ruindad, el arco minero, la destrucción de los pueblos indígenas y más. Nada de lo que pueda decir da forma a mi asco, a mi repulsión, a mi impotencia, a mi dolor. De lo que se trata, es que Venezuela está bajo un poder omnipotente que se sostiene en políticas de muerte (la tanatopolítica de la que habla Roberto Briceño León) y de prácticas corporativas de sufrimiento psíquico y corporal: la tortura.

Pongamos nuestros pensamientos en esta realidad: el mismo sujeto, Iván Hernández Dala, que dirige una de las dos corporaciones dedicadas a la tortura, el DGCIM -la corporación que hizo posible el asesinato del capitán de corbeta Rafael Acosta Arévalo-, es el jefe de la Casa Militar, responsable de la seguridad de Nicolás Maduro y de su familia. Quizás así, ante esta evidencia, sea posible que se entienda que en Venezuela, el poder es la tortura. Su sustrato más alto e irreducible.

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De esto, ciudadanos lectores, no podemos escapar. No lo debemos eludir o silenciar. Hay que hablar de esto, especialmente los que estamos fuera de Venezuela. Contar lo que pasa, cómo golpean, ahogan, violan, electrocutan y matan a golpes o de forma paulatina. Es la principal responsabilidad de los que tenemos el cuerpo a salvo. Insisto: nuestra responsabilidad.

Y es aquí donde copio el poema de Yanuva León con el que me despido.

Fuerzas de Acciones Especiales

Nadie dirá que desayunó arepa

café con leche

queso duro antes del disparo

una persona es un nudo

y ellos lo deshacen

suben el cerro 

¡pum!

por el hueco de la espalda salen pájaros

lindo susto de plumas

un pájaro es un pájaro

algo que huye

figura geométrica sin nombre

lleva asuntos rojos con ruido blanco

después sale

de sí

como una larva de luz

y deja de ser

muchacho    

animal joven

deja de ser

no más tensión viril

es cuerpo en la escalinata

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bulto.

No más por hoy.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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