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Por: Nelson Rivera

Castillo Zapata no es un poeta de juegos verbales. Las suyas son búsquedas de las cosas decisivas, de las cosas que nos importan -la memoria afectiva, el viaje, el lugar donde la mirada se despliega como pensamiento-, escribe el director del Papel Literario

Amigos lectores:

Por fin. Por fin, regalo para quienes lo han leído como para quienes todavía no lo han hecho, circula la Poesía reunida (1984-2008) de Rafael Castillo Zapata (1958), publicado por la casa editora Oscar Todtmann, con el patrocinio de Banesco Banco Universal.

En esas dos décadas y media su poesía cambió, sin perder la cualidad de su amoroso decir, la aproximación reveladora, el verso o la frase que no permite que su cadencia se interrumpa. Castillo Zapata no es un poeta de juegos verbales. Las suyas son búsquedas de las cosas decisivas, de las cosas que nos importan -la memoria afectiva, el viaje, el lugar donde la mirada se despliega como pensamiento-. La edición trae un prólogo de Franklin Hurtado, quien, con morosidad, nos habla del poeta y de las distintas etapas del recorrido. Me gustó su tono: texto que acompaña, guía y sugiere. Está en las tres primeras páginas de este PDF. Agregué una selección de poemas en prosa del libro Providence (1995), de Castillo Zapata. Copio uno a continuación:

III

Irás despeinada, Providence, desgarrada por el viento. Irás mostrando tus carnes bajo las tablas y el tapizado de flores. Se te verá el alma. Tus cornisas serán como flecos de un traje raído. De nada te servirán tus granitos y tus maderas pintadas de rojo y azafrán. De nada tus pizarras ni tu asfalto. Te veré desnuda, desamparada, desecha, y te abrazaré con rabia, estrepitosamente. Serás mía cuando nadie dé nada por ti.

Ah, tu sonrisa, entre los labios agrietados, será mi recompensa, tu regalo de paja, tu perfume, tu desolación.

En las siguientes tres páginas volvemos a Eugenio Montejo. En dos para aproximarnos a Final sin fin, publicado el 2022 por Camelia Ediciones, en alianza con el Laboratorio Tipográfico de Caracas. El volumen -único en la bibliografía venezolana- ofrece estudios de Luis Miguel Isava Arturo Gutiérrez Plaza de los trece borradores (ante-textos los llaman los especialistas) de Final sin fin, poema que Montejo incluyó en La fábula del escriba (2006). Además de las trece versiones (magníficas, reveladoras de la milimétrica orfebrería del autor), y de los dos estudios, incluye el prólogo de Miguel Gomes. La escena del libro es excepcional: tres de los más destacados críticos literarios venezolanos, reunidos en la mesa de análisis alrededor del proceso creador, versión a versión, que culminó en el poema que arranca así: “La que se irá al final será la vida,/ la misma vida que ha llevado nuestros pasos/ sin pausa, a la velocidad de su deseo”. Me faltó decir: ofrecemos el prólogo de Gomes y un texto de Gutiérrez Plaza.

Ya en la página 6, Nilo Palenzuela, con brillo analítico, se detiene en el segundo volumen de la Obra completa de Montejo -ensayos y artículos-, publicado por la editorial Pre-Textos. Dice:

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“El volumen permite comprender mejor la evolución de su obra creativa, las obsesiones, las ideas, sus perspectivas de escritura. Pero también sitúa ante coordenadas críticas de las que ha sido destacado impulsor en nuestra lengua. En los textos redactados entre  1966 y 2007, Eugenio Montejo entreteje los asideros de un pensamiento poético que se abre camino desde la posvanguardia y que constituye una suerte de despedida del legado idealista y constructivo de la modernidad. En más de mil páginas  transita por una perspectiva que, si gira hacia la producción poética de su inmediato pasado, lo hace para subrayar que se halla en un tiempo de reflexión y autoconciencia diferentes. Las expresiones modernas, desde el romanticismo a las vanguardias, están ahí y no pueden soslayarse, pero el espacio histórico y cultural se dispersa ya en múltiples direcciones”.

Los poemas de Oriette D’Angelo en la página 7 remiten a dos fuentes: los cinco numerados, como avisa el antetítulo, pertenecen al libro En mi boca se abrirá la noche. Los otros cinco, ubicados en la columna de la derecha, habían sido publicados previamente en el Papel Literario, en noviembre de 2020. Les adelanto aquí uno de sus estremecedores poemas:

: si toco el cielo de mi boca con la lengua

si levanto      voz callada

suena un eco

toco cavidad diente que no         

pedazo de carne porosa

si levanto músculo cansado                  

ausencia de hueso

si decido tragarme todo y no volver a hablar

levanto entonces esta lengua

toco mi voz

levanto

el temblor que me sostiene.

Página 8: además de poemas de Kaira Vanessa Gámez, que forman parte de Lo demás es voz (publicado por la Fundación La Poeteca, 2022), se incluye la presentación que hizo Manuel Llorens del libro en cuestión: “En el poemario intuimos un linaje femenino que poco a poco, tentativamente, se va nombrando y al nombrarse intenta regresar al pasado para descifrar cómo habrán sido las ausencias mudas padecidas”

Página 9: vienen poemas de dos autoras venezolanas residenciadas fuera del país: Ivana Aponte (1990), Licenciada en Letras (UCAB), Magister en  Literatura de la Universidad de Chile, autora de Afectos (libro publicado por LP5, en 2022), quien está en Chile desde el 2017, donde se desempeña como docente de español; y  Yhonais Lemus (1988) autora del libro Nagapushpa bestiario marino (2022), premiado por Metafórica Revista, de Buenos Aires, ciudad donde reside.

Leonardo Rivas Lobo (1995), graduado en la Escuela de Letras de la ULA (cum laude), poeta y narrador, hizo su tesis de grado sobre Adalber Salas Hernández. Le pedí que escribiera un ensayo breve, proyección de su trabajo académico. De allí surgió Constelaciones en el vidrio: poesía y polifonía en Adalber Salas Hernández: “La singularidad de la obra poética de Salas Hernández parece residir en su capacidad de reflexionar sobre temas como el exilio, la escritura, la muerte, la herencia y la literatura mediante un lenguaje poético tensado hasta el límite. La poesía es un blanco que oscila permanentemente, cada poeta insiste en atinarle al escribir poemas como un montón de flechas, que aunque estén hechas de la misma madera, poseen una silueta irrepetible que no siempre cortará el aire para clavarse en otro silencio de forma contundente: constelaciones en el vidrio son las que ha creado”. Página 10.

Un texto de Keila Vall De La Ville, entre crónica y ensayo, Bibliotecas, siempre costas hacia un mar adentro, está en la página 11 y cierra la edición: “Este año, la invitación a presentar en la Feria del Libro de Chicago el libro-objeto Habitar la biblioteca (Reed-Leal 2020), me llevó a reflexionar sobre el sentido de una biblioteca más allá de su utilidad, esa que es siempre una y la misma, y también siempre fascinante e inabarcable, para pensarla como referente etéreo, como un mar que no conoce de nombres o rótulos o siquiera de la posibilidad de ser océano, y que en mi caso es la que dejé en Venezuela tanto como la que me hice o voy haciendo o voy derramando hacia los bordes desde 2011: siempre hacia los bordes, en la ciudad que es, sí, isla, de New York. Me sumerjo en esa biblioteca arquetipal ahora mismo. Digamos que mostraré lo que veo por costas. Costas que bien pueden ser columnas o filas de libros”.

Amigos lectores: que estas páginas les reconforten.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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