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Si pueden estar con sus familias, que estén con sus familias. Pero sino, encontrarles una familia antes, para que no tengan que vivir en instituciones”.

Relato de Cinthia, en la investigación, Más allá del cuidado institucional, de Hope and Homes for Children con el apoyo de Unicef

Los niños institucionalizados o en albergues están expuestos a daños físicos y psicológicos, incluso con riesgo de atraso en su desarrollo, de allí la promoción de políticas globales que fomentan como solución las modalidades de acogimiento de tipo familiar si volver al hogar primario resulta imposible.

En diciembre de 2013, en el trabajo La situación de niños, niñas y adolescentes en las instituciones de protección y cuidado de América Latina y el Caribe, (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Unicef ), de la autoría de Javier Palummo, se advierte del profundo impacto en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños internados.

“En muchos países persiste una cultura institucional que continúa considerando que separar a los niños de sus familias e internarlos en instituciones de protección es una respuesta de protección adecuada, sin atención al interés superior del niño o al criterio de excepcionalidad y duración corta de la medida”, se detalla en el documento.

Este informe, a su vez, partió de los aportes del Estudio Mundial sobre la Violencia contra la Niñez, (2006), “y se basó en las numerosas recomendaciones del Comité de los Derechos del Niño, que expresa su preocupación por las altas cifras de ingreso de niños a instituciones, las pésimas condiciones del acogimiento, y la baja prioridad dada en responder adecuadamente a estos niños”.

En este estudio de 2013 hay un argumento tajante: “La institucionalización causa perjuicios a los niños, niñas y adolescentes que la sufren y debe ser limitada a casos absolutamente excepcionales y por períodos muy breves”.

De hecho, el estudio determina que “por cada tres meses que un niño de corta edad reside en una institución, pierde un mes de desarrollo”.

El estudio también argumenta que “los niños que fueron adoptados o se integraron a familias de acogida tienen un mejor desempeño, no solo físico y cognitivo, sino en logros académicos e integración social como adultos independientes” si se les compara con quienes crecieron en instituciones.

Otro dato dramático, según el Informe mundial sobre la violencia contra niños y niñas, citado en el estudio, es que “la violencia en las instituciones es seis veces más frecuente que en los hogares de acogida y los niños institucionalizados tienen una probabilidad casi cuatro veces mayor de sufrir abuso sexual que aquellos que tienen acceso a alternativas de protección basadas en la familia”.

La conclusión apunta a la necesidad de buscar alternativas a la opción de dejar a los niños y niñas en instituciones por el riesgo de sufrir secuelas permanentes.

Un albergue no está en capacidad de sustituir a la familia, “núcleo central de protección de la infancia” y, en este sentido, el informe subraya que los niños tienen derecho a vivir con su familia y los Estados a procurar las condiciones para que sea posible.

Incluso, en esta investigación de la Unicef de 2013, se explicaba que Panamá no contaba con política públicas que establezcan un “sistema permanente de protección al derecho a la convivencia familiar, programas de reinserción familiar”, ni se cuenta “con un programa adecuado de cuidados alternos, que permitan la colocación temporal del niño, niña o adolescente en un hogar de guarda, en lugar de ser colocado en instituciones de alojamiento o los denominados albergues”.

Esta observación,a su vez, está contenida en el Estudio sobre la situación de los derechos de la niñez y la adolescencia privados de cuidados parentales ubicados en centros de acogimiento o albergues, Panamá, (2011), de la Defensoría del Pueblo, tema de relevancia a propósito de los presuntos abusos contra menores de edad en albergues del país que se han denunciado en los últimos días.

La conmoción nacional por este hecho llevó al presidente Laurentino Cortizo, en mensaje dirigido a la Nación la noche de este miércoles 17 de febrero, en compañía de la primera dama de la República de Panamá, Yazmín de Cortizo, a expresar que “comparten el dolor y la indignación por las revelaciones de situaciones que se registran en varios albergues, donde se lesionan los derechos fundamentales de nuestros menores de edad”.

El presidente Cortizo  anunció que instruyó al Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y a la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (Senniaf) a constituirse en querellantes en las investigaciones con indicios de violación de derechos humanos contra menores de edad en albergues.

Por otra parte ordenó presentar una proyecto de ley que aumente las sanciones por delitos sexuales contra menores de edad  y anunció una rigurosa auditoría a los fondos que destina el Estado para la administración de albergues.

Alternativas al albergue o institucionalización

Hay niños que no pueden volver a su casa de origen ni tampoco estar con sus familiares.

En este caso, “deben considerarse todas las alternativas posibles antes de recurrir a la institucionalización.

Los Estados deben adoptar las medidas a su alcance para reducir al mínimo el contacto de los niños con este tipo de instituciones, promoviendo las modalidades de acogimiento de tipo familiar”, señala el estudio La situación de niños, niñas y adolescentes en las instituciones de protección y cuidado de América Latina y el Caribe.

Un informe también decisivo para acompañar, a los gobiernos de América Latina y el Caribe “en sus esfuerzos de impulsar las reformas de sus sistemas de protección y cuidado infantil, tomando la desinstitucionalización como el eje central del proceso”, es el titulado Más allá del cuidado institucional (2020).

El marco conceptual fue desarrollado por la Dra. Delia Pop y resume “los 20 años de experiencia de Hope and Homes for Children en los procesos de reforma del sistema de cuidado junto a gobiernos y a organizaciones de la sociedad civil de diversas partes del mundo”.  El estudio contó con el apoyo de Unicef.

Hope and Homes for Children es una organización global experta en el campo de la desinstitucionalización y la reforma del sistema de cuidado infantil.

En este estudio (https://www.unicef.org/lac/media/19661/file/mas-alla-del-cuidado-institucional.pdf) se estima que “entre dos y ocho millones de  niños, niñas y adolescentes viven bajo cuidado institucional” e incluso algunas estadísticas sugieren cifras mayores.

La historia de Cinthia

Hay una historia muy bonita, de la vida real, incluida en este informe de Hope and Homes for Children que ilustra mejor que cualquier teoría, cómo cambia la vida de una persona si consigue un hogar amoroso:

“Cinthia es una joven de poco más de veinte años que vive en Buenos Aires, Argentina, con su pequeña hija y su madre de acogida, Mali, que ha cuidado de Cinthia desde que quedó embarazada, a los 17 años, y tuvo que dejar la institución donde vivía.

Cinthia nació en una gran familia de 13 hermanos, y sus primeros años de vida se caracterizaron por la violencia, la negligencia y el abandono.

Cuando estaba por cumplir nueve años, un juez dictaminó que sería mejor para ella vivir en una institución. Si bien estaba contenta de escapar a los problemas de su hogar, la mudanza era un verdadero shock y se sentía ansiosa ante el hecho de tener que adaptarse al cuidado institucional.

En la escuela, sus compañeros se burlaban de ella por ser “huérfana”, a pesar de que su madre y su padre estaban vivos. Recuerda que, en esas épocas, le costaba mucho lidiar con sus emociones.

A los 17 quedó embarazada, y el juzgado decidió que lo mejor sería que ella pasara a un entorno familiar, con alguien que pudiera ser un modelo a seguir para Cinthia en esta nueva etapa como madre. Así es como se encontró con Mali, una docente que accedió a ser su madre de acogida.

 Al principio, Cinthia y Mali salían a caminar, iban por un helado juntas o Mali ayudaba a Cinthia con sus estudios.

Al tiempo, Mali encontró una casa adecuada para ellas y la bebé por nacer, y se mudaron juntas. Les llevó tiempo llegar a conocerse.

 Mali destaca la necesidad de apoyar a las familias de acogida: en su caso, tuvo el apoyo de su familia, del personal de la institución y de otras redes que le ofrecieron la contención emocional que necesitaba al principio, en los que había días buenos y días malos. Cinthia recuerda el día en que nació su hija —“tan chiquita, tan hermosa”— como un evento extraordinario: fue lo mejor.

Mali estuvo allí para brindarle todo lo que necesitaba, apoyarla y enseñarle a cuidar de su pequeña. Muchas personas le decían a Cinthia que ser una madre tan joven se interpondría en sus planes de vida; por eso, cuenta con orgullo que terminó la escuela secundaria y que Mali y su hija asistieron al acto de graduación.

“… todos me dicen ‘¡la suerte que tuviste con Mali!’ y, sí, la verdad que tuve suerte”, explica Cinthia. “Sino no sé qué hubiera pasado. Yo con mi hija adentro, no sé, no me lo imagino. Me gusta sentir que Mali es como una mamá. Como una mamá que nunca tuve.

Mi mamá nunca me dio un abrazo, nunca me dijo ‘te quiero’, mi papá menos. Eso también me cambió bastante. Yo antes veía siempre las cosas malas”.

Cuando Cinthia cumplió 18, a los ojos de la ley, pasó a ser adulta, pero ella y Mali decidieron seguir viviendo juntas, con su bebé, como una “familia normal”.

Hoy en día, Mali se levanta temprano y hace el desayuno para las tres. Cinthia levanta a su hija, la ayuda a prepararse y la lleva a la escuela antes de irse a trabajar. Mali recoge a la niña de la escuela por la tarde y las tres se reencuentran en la casa por la noche. “Mali cocina riquísimo”, cuenta Cinthia.

En el futuro, a Cinthia le gustaría mudarse sola con su hija, pero la situación es difícil en este momento. Sin embargo, sabe que, cuando pueda mudarse, quiere buscar un lugar cerca de Mali para poder seguir cenando todas juntas y mantenerse unidas.

“No pude vivir con mi mamá o mi papá, pero apareció Mali y eso es más que suficiente. Soy feliz así. Y mi hija también es feliz”. A Cinthia le hubiese gustado conocer a Mali mucho antes en su vida, y eso es lo que desea para otros niños, niñas y adolescentes: “Si pueden estar con sus familias, que estén con sus familias. Pero sino, encontrarles una familia antes, para que no tengan que vivir en instituciones”.

Tomado de Más allá del cuidado institucional

Respuestas locales

En el estudio Más allá del cuidado institucional (2020) se ofrecen ejemplos exitosos de varios países de la región, además de estrategias.

Establece que un “plan nacional para la desinstitucionalización debe ser considerado un eje central de la reforma del sistema de cuidado y protección infantil”.

En relación con  “el método, la rapidez y el nivel en el cual podrán iniciar la reforma dependerán por completo del contexto nacional” señalan, si bien los países empiezan por lo general por pruebas piloto de pequeña escala “antes de pasar a programas subnacionales para el cambio, lo que les permite evaluar y aprender de los resultados antes de llevar la reforma a gran escala”.

Los autores recomiendan a los actores del proceso de reforma, acordar “previamente una serie de principios para la acción, en lugar de elaborar un anteproyecto o una plantilla”.

De igual modo, describen que son cuatro los puntos clave para el cambio: Voluntad política; Evidencia y conocimientos; Capacidad para lograr el cambio  y Financiamiento.

Entre otras conclusiones, este estudio, con herramientas, directrices y casos de estudio, sostiene que “la eliminación sistemática y gradual del cuidado institucional puede ayudar a líderes de toda América Latina y el Caribe a catalizar la reforma de los sistemas nacionales de protección y cuidado infantil y el desarrollo de servicios de fortalecimiento familiar y cuidado alternativo adecuados para todos los niños, niñas y adolescentes”, directrices que hacen  más sencillo este camino que Panamá se ha trazado a favor de quienes no tienen voz.

Violeta Villar Liste
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