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Artista de incansables búsquedas, la obra de Corina Briceño se ha servido de las artes gráficas, la pintura, el dibujo, la fotografía, el video y más. En su múltiple trayectoria, que supera as cinco décadas, su obra se ha expuesto en salas y museos de Venezuela, Cuba, Estados Unidos y España. También larga es la lista de premios que ha recibido. Temporal, su más reciente exhibición, puede verse hasta el 12 de mayo en Beatriz Gil Galería

Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores:

I.

Hasta el 12 de mayo estará abierta Temporal, exposición de Corina Briceño en Beatriz Gil Galería. El texto de Lorena González Inneco pone su foco en el proceso curatorial que delineó la muestra. Hay que anotar: el soplo interior de Corina Briceño, el ímpetu de su espíritu, la curiosidad vital que ha guiado su obra por más de cinco décadas, es inagotable. Sus búsquedas y sucesivos proyectos, los medios que ha utilizado para expresarse, los caminos que ha abierto con su trabajo, los reconocimientos que ha recibido, constituyen un conjunto que la erigen como un hito de las artes visuales de este tiempo venezolano. Página 1.

II.

Lo cuenta Luis Pérez-Oramas en la página 2: una invitación de Stephane Verger, Director de los Museos Nacionales Romanos, ha facilitado las cosas para que Sombras y nubes de Marte, exposición del pintor venezolano Juan Araujo (1971), sea mostrada en los mismos espacios donde permanecen los frescos romanos del Palazzo Massimo. Escribe Pérez-Oramas: “Al convocar la colisión de tiempos en sus obras, Araujo nos sugiere que no existe nada que pueda ser llamado un “tiempo real”, contemporáneo y único. Su obra se hace eco de una verdad acertada por Pascal Quignardingenuo aquel que cree ser su propio contemporáneo. Un abismo de alteridades temporales se ensanchan o desmayan en nosotros. La obra de Juan Araujo en esta muestra funciona como un sutil manifiesto sobre el tiempo-flujo, río de avatares en el que el presente se dilata y se extiende para recibir los rastros del pasado”.

El texto de Pérez-Oramas viene acompañado de la entrevista que Silvia Conta le hizo al artista. Por ejemplo, le pregunta por la relación entre sus obras y los frescos romanos, y responde Araujo: “no veo una relación directa entre ellos. No he hecho mis obras basadas en ellos, como tampoco pretendo aproximarme en mis obras a la cualidad estética o a la complejidad histórica de los frescos antiguos. Dicho lo cual, es verdad que mi obra se alimenta siempre de imágenes que ya existen: obras de otros artistas, fotografías, publicidad, recortes de periódicos, imágenes científicas, libros, documentos, etcétera”.

III.

El proyecto realizado por María Elena Ramos guarda la devoción del más refinado orfebre. Seleccionó fragmentos o citas de unos 120 autores (de la antigüedad hasta nuestro tiempo; pensadores, artistas, escritores e intelectuales; de diversos lugares). Seleccionó unas 60 o más imágenes de obras. Organizó todo ese corpus en tres grandes secciones, cada una con varios subcapítulos: Las construcciones de la belleza (18 subcapítulos); Las negaciones de la belleza (14 subcapítulos); y Certeza y enigma (10 subcapítulos). Pero María Elena Ramos no finalizó con esto la ejecución de su plan: escribió 45 ensayos breves, no solo como textos de introducción de cada una de las partes, o para consignar sus pensamientos sobre cada una de las cuestiones: están allí para disponer el espíritu del lector, recordar ideas sobre la belleza que han pervivido a pesar del paso del tiempo, tender las manos hacia otras dimensiones de lo humano. El libro de la belleza. Reflexiones de un valor esquivo cautiva viene con prólogo de Antonio Muñoz Molina (está en la página 3). El breve comentario que hago aquí sobre este esfuerzo editorial singular y extraordinario no puede omitir la mención al equipo dirigido por la Fundación Artesano Group (Carmen Julieta Centeno Sudán Macció), coeditores con Turner Editores de este volumen hito.

IV.

“¿De dónde viene la complacencia que supone y presupone el acto de hacer o de contemplar un collage? ¿No proviene, acaso, del hecho de que su ejercicio recupera para el arte una cierta fuerza lúdica, despreocupada, característica del niño que improvisa formas y combinaciones con el papel que recorta y pega a su aire, sin premeditación y como se lo dicta el proceso mismo del recorte, la selección caprichosa de los fragmentos con los que va componiendo sobre la marcha su colcha divertida?”: estas son las incitadoras frases con que arranca el ensayo de Rafael Castillo ZapataSabiduría y goce del collage, en el que apela a realizaciones de Mercedes PardoKurt Schwitters y Georges Braque para hacer todavía más elocuente, el siempre melódico sonido de su prosa. Página 4.

V.

Siguen tres páginas dedicadas a la fotografía. Miguel Ángel Campos ofrece un breve ensayo sobre el trabajo de Audio Cepeda (“Audio Cepeda fotografía la conciliación porque no insiste en buscar gestos del conflicto de la personalidad y su espectáculo. De alguna manera, el individuo se oculta en una personalidad, en unas maneras de intercambiar en las cuales se desdobla y se resguarda; llegan a ser pintorescas por el énfasis en un estilo, aunque ni siquiera es tal, sólo una rutina exitosa. Cuando se sustraen de ese histrionismo, entonces algo los ilumina, algo resplandece, y en ese abandono suele estar lo novedoso”). El texto más seis retratos hechos por Cepeda está en la página 5.

VI.

Fotógrafa y editora residenciada en España, Lisbeth Salas expone -hasta el 26 de mayo- Se entretienen conversando, en la galería Carmen Araujo, Hacienda La Trinidad Parque Cultural. Además de cuatro de las obras, reproducimos en la página 6 un párrafo de la carta que la poeta Yolanda Pantin le escribió a Salas luego de visitar la exposición: “Con Horacio Fernández, en broma y en serio, jugando a las cocinitas, desplegaron las imágenes que empezaron a buscar sus pares respondiendo a llamados libérrimos, vitales, caprichosos, luminosos, jocosos. Todo a la vista expuesto en una línea muy fina y elegante. Ellos, los dípticos, al pasar de las páginas, de la 1 a la 17, conforman un libro de poesía escrito en el idioma de la fotografía”.

VII.

Es probable que muchos lectores hayan visto, en alguna oportunidad, algo del potente trabajo que como foto-reportero realiza Daniel Hernández, reconocido con premios dentro y fuera de Venezuela (suya es una serie que ha adquirido fama internacional, dedicada a las neveras vacías, de las que publicamos algunas en las ediciones del 4 y 11 de febrero). De forma simultánea, Hernández continúa creando una obra como artista. Las imágenes que vienen en la página 7, pertenecen a su portafolio Ciudadanos fantasmas. No es necesario añadir nada, a esta mínima frase del propio autor: “Así van, así vamos, así están, así estamos”.

VIII.

Se titula Retornar a lo que fue, sacar del pozo de la fe: tal el nombre de la exposición de Francisca Sosa López, abierta en Hacienda La Trinidad Parque Cultural hasta el 21 de junio. En la página 8 reproducimos una parte del proyecto de la exposición, de la curadora Patricia Velasco Barbieri. Del mismo, un fragmento: “Retornar a lo que fue, sacar del foso la fe es una exposición que pone en valor los vínculos entre saberes artesanales (alfarería, cestería y tejido) y sus resonancias en la contemporaneidad a través del trabajo de Francisca Sosa López, artista multidisciplinar venezolana residenciada en Londres. La exhibición está concebida como un intercambio entre la práctica de la artista y el quehacer ancestral de los artesanos de la isla de Margarita, Venezuela, a fin de mostrar correspondencias, apropiaciones e interpretaciones de estas prácticas originarias”.

IX.

En la misma página Katherine Chacón presenta a la artista Rosario Rivera-Bond, dominicano-estadounidense, cuya exposición en Miami recorre los últimos diez años de su obra: “Las veinticinco obras reunidas en su más reciente exposición, “Emotionally Charged” —realizada en el Miami International Fine Arts— abarcan un período de diez años de producción; un lapso decisivo en la carrera de Rivera-Bond, marcado por la paulatina moderación de los elementos de su lenguaje. Gradualmente, su pintura abandona las gruesas capas de color estridente que la caracterizaron hasta principios de la segunda década del milenio, para dar cabida a espacios neutros que actúan como fondo de entramados gestuales”.

X.

Charles Brewer-Carías (1938), explorador, naturalista, fotógrafo, descubridor de especies animales y vegetales, investigador infatigable del macizo guayanés, espeleólogo descubridor de lugares insólitos como las cuevas del Centro Autana, las cuevas del Macizo de Chimantá (que llevan su nombre), explorador de la cima del Sarisariñama, coautor de dos documentales sobre el pueblo yanomami, así como de libros y textos científicos; el pertinaz ha publicado otro volumen de su obra única: Plantas de los tepuyes (2023), con Giselle Petricca como coeditora. Las páginas 9 y 10 traen dos entrevistas realizadas por Mónica Pupo -una larga a Brewer-Carías, una corta a Petricca-, así como el prólogo del libro, de Brian Boom, Curador Emérito del Jardín Botánico de New York: “conocí a Charles Brewer-Carías hace cuatro décadas, cuando yo era un joven curador asociado al New York Botanical Garden y fui invitado a participar en una expedición que Charles había organizado para ir al Cerro de la Neblina, un sitio remoto y selvático al sur de Venezuela y en la frontera con Brasil, considerada la montaña más alta de las tierras altas de Guayana y una región conocida como “El Mundo Perdido” para las lectores familiarizados con los escritos de Sir Arthur Conan Doyle. Desde el momento en que empezó la expedición, me di cuenta de inmediato que estaba formando parte de un evento científico extraordinario”.

XI.

Me despido con esto de Julián Marías, tomado del libro de María Elena Ramos: “He distinguido hace mucho tiempo entre una forma secundaria de belleza, de fuera adentro, mera perfección plástica, y la forma radical, de dentro afuera, como una fuerza interior o tensión que vivifica el rostro y el cuerpo entero, que se derrama sobre la corporeidad y la hace vivir, la pone en movimiento, le permite irradiar”.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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