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Por: Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

La gran mayoría de quienes tienen que refugiarse no lo hacen porque realmente lo quieran hacer: lo hacen bajo la imposición de las circunstancias y a pesar de sus sentimientos mas profundos.  Por eso podemos decir, sin lugar a dudas, que tener que refugiarse es irse, sin nunca irse realmente. El sentimiento de separarse de la “madre patria” es realmente un sentimiento con muchos significados y que cada quien vivirá desde su única y propia realidad. Hay muchas maneras de interpretar este paso, para su yo interno y ante el resto de las personas, pero siempre pesa la máxima de ser una decisión sujeta a “tener que refugiarse”.

El 20 de junio se conmemoró el Día Mundial de las personas Refugiadas, lo que se hace como un acto de solidaridad, sensibilización y responsabilidad para con todas estas personas, cuya situación es de alta vulnerabilidad. Vulnerables tanto en los más profundo de sus sentimientos como en las condiciones materiales de existencia y de relaciones con sus entornos de acogida.

Según datos del ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para el Refugiado), actualmente hay más de 45 millones de personas refugiadas, desplazadas y/o apátridas en el mundo. De ellas, aproximadamente la mitad son desplazadas internas, desarraigadas dentro de sus propios países.

ACNUR y muchas organizaciones se plantean fomentar la comprensión y la empatía hacia las personas refugiadas y desplazadas, haciendo visibles las difíciles situaciones y condiciones por las que atraviesan en su camino.

Este camino es de una alta exposición de riesgos de todo tipo que incluyen violencias y hasta la muerte.

Como venezolana me llama la atención que Venezuela, que siempre fue un país de acogida para migrantes, hoy se sitúa entre los países con más emigrantes. Son muchos venezolanos/as viviendo en el extranjero.

Según la Plataforma Inter-agencial R4V, coordinada por ACNUR y OIM, la migración venezolana en el mundo alcanzó en marzo de 2023 la cifra de 7.239.957, mostrando un incremento del 30 % en el último año. Un dato significativo es que la emigración femenina es superior a la masculina.

Según la ONU, Venezuela es el país del mundo que más población ha perdido en los últimos cinco años, incluso más que Siria, que está sumergido en una guerra civil.

Las personas continúan saliendo de Venezuela para huir de la violencia política, social, económica, la inseguridad, la falta de alimentos, medicinas y servicios esenciales de todo tipo incluida la salud, la educación, el trabajo, la vivienda y más.

Los 6 países donde reside la mayoría de venezolanas y venezolanos son: Colombia con 2.477.588; Perú con 1.506.368;  Estados Unidos con 545.200; Ecuador con 502.214;  Chile con 444.423 y España con 438.380 y el resto se reparten en diferentes lugares del mundo.   

Las migraciones humanas, forzadas por las circunstancias, se han caracterizado históricamente, y aún hoy en pleno siglo XXI, por ser causadas por los conflictos armados, la violencia, la pobreza y el subdesarrollo con sus características de carencia de servicios básicos y de trabajos dignos, causando estos desplazamientos de las personas, buscando siempre mejores condiciones materiales para sus vidas.  

El desplazamiento forzado, y los problemas para establecerse en otras latitudes así como las dificultades del derecho al retorno de quienes quieran regresar a su país de origen, nos muestran la violación de derechos fundamentales para millones de personas en todo el mundo y el no cumplimiento de los principios de la Convención de Ginebra de 1951 sobre el Estatuto de Refugiados, porque no se garantizan aún de manera formal y real los principios de solidaridad y respeto de los Derechos Humanos, ratificados en las Naciones Unidas y la Unión Europea.

En medio de las carencias que vive la población refugiada hay unos aspectos de gran importancia que se deben atender con urgencia: el fortalecimiento de la ciudadanía, las discapacidades, a las mujeres, los niños, niñas y adolescentes y sus necesidades diferenciales, en especial en el área de la Salud.

Hay que tener muy presente que todas las personas tenemos derecho a vivir en paz y disfrutar de nuestros derechos fundamentales, dentro de nuestras comunidades de origen y en cualquier lugar donde nos encontremos.

Hay una tendencia en la población migrante y en quienes le rodean en subestimarse y no recordar ni tener presente que tenemos derechos también dentro de los países de acogida y los Gobiernos de estos tienen la obligación de facilitar que quienes sufren injustamente el desplazamiento forzado, puedan tratar de restablecer sus vidas en esos nuevos territorios, organizarse con sus compatriotas, mantener su cultura, acceder a servicios, planificar el regreso a su país o a su región de origen, si así lo aspiran,  y sobre todo a vivir en paz.

Hay que hacer énfasis en estas fechas a que se haga justicia con todas las personas que se han visto obligadas, por diferentes circunstancias, a huir de sus comunidades de origen y dejar sus vidas atrás, para que exista garantía en el ejercicio pleno de sus Derechos Humanos, ese es el mejor homenaje.

Por: Hisvet Fernández