En 1959, Albrink y Mann2 informaron que los TG séricos estaban frecuentemente elevados en algunas personas que habían sufrido un infarto de miocardio. Esta observación se confirmó repetidamente y se extendió a otras manifestaciones de la ECVA
Recopilado por Carlos Cabrera Lozada. Individuo de Número, ANM Sillón VII. ORCID: 0000-0002-3133-5183. 13/10/2024 Trabajo de divulgación de la Academia Nacional de Medicina de Venezuela (ANM)
Eugene Braunwald, European Heart Journal, Volume 45, Issue 37, 1 October 2024, Pages 3780–781, https://doi.org/10.1093/eurheartj/ehae515
El pasado
La relación entre el colesterol (C) y la enfermedad cardiovascular arteriosclerótica (ECVA) surgió a principios del siglo XX.
En 1910, Windaus, un químico alemán, encontró C en placas ateroscleróticas en aortas humanas. En 1913, Anitschkow, un joven patólogo experimental ruso, alimentó a conejos con grandes cantidades de C pura, lo que provocó cambios vasculares similares a los que se producen en el desarrollo de placas arterioscleróticas en pacientes. 1
La importancia del colesterol LDL en el desarrollo de la ECVA creció de forma lenta pero constante como consecuencia de la investigación básica que fue debidamente recompensada con nueve premios Nobel, así como con múltiples estudios genéticos, epidemiológicos y clínicos. Se desarrollaron fármacos para reducir el C circulante y se descubrió que eran eficaces tanto en la prevención primaria como secundaria de la ECVA; han prolongado la vida de millones de personas en todo el mundo. En conjunto, la historia del C ha sido uno de los triunfos médicos del siglo XX. 1
Sin embargo, a pesar de estos notables avances, la reducción del colesterol LDL no eliminó la ECVA, y se inició la búsqueda de otras dislipidemias que pudieran ser responsables de la aterogénesis residual. Los triglicéridos (TG), que proporcionan importantes fuentes de energía, se convirtieron en candidatos obvios. De hecho, en 1959, Albrink y Mann2 informaron que los TG séricos estaban frecuentemente elevados en algunas personas que habían sufrido un infarto de miocardio. Esta observación se confirmó repetidamente y se extendió a otras manifestaciones de la ECVA. Por ejemplo, en el ensayo PROVE IT (TIMI 22), observamos que en pacientes con síndrome coronario postagudo tratados con estatinas, un nivel elevado de TG (>150 mg/dl/1,7 mmol/l) se asociaba con un mayor riesgo cardiovascular que en aquellos con niveles más bajos (normales). 3 Sin embargo, se observó que los niveles de TG no eran independientes del colesterol LDL y otros factores de riesgo de la ECVA.
El presente
Los triglicéridos, producidos en el hígado y los intestinos, se transportan en el torrente sanguíneo principalmente en lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL) y quilomicrones y son hidrolizados por la lipoproteína lipasa (LpL).
Tanto en estudios observacionales como en ensayos clínicos, se ha demostrado que varios fármacos reducen los niveles de triglicéridos circulantes.
La mayor parte de la atención se ha centrado en los fibratos, que actúan sobre el núcleo celular para inhibir la producción de triglicéridos, pero los resultados clínicos han sido neutrales o no concluyentes. Por ejemplo, un reciente ensayo controlado con placebo de gran tamaño y bien realizado (PROMINENT) estudió a pacientes con hipertrigliceridemia, diabetes y niveles bajos de colesterol LDL.
Un fibrato potente (pemafibrato) redujo modestamente los triglicéridos, las VLDL y el colesterol remanente de VLDL (véase más adelante), cada uno en aproximadamente una cuarta parte, pero no redujo el riesgo de eventos cardíacos. 4 Como resultado de esta y otras decepciones, ha crecido la sospecha de que, si bien la asociación entre los niveles de TG y la aterogénesis era clara, no parecía existir una conexión causal . Este concepto fue respaldado por el hallazgo de que, a diferencia del C, los TG per se no se han encontrado en las placas ateroscleróticas. Se supuso que los TG pueden transportar una sustancia culpable.
Además de transportar TG, las lipoproteínas parcialmente hidrolizadas ricas en TG también contienen cantidades sustanciales de C en sus partículas de lipoproteína que provienen de partículas VLDL y quilomicrones nacientes. 5 Estas se denominan con frecuencia «C remanente» (RC) (el término utilizado en este artículo) que se puede medir directamente o calcular restando la suma de LDL-C y HDL-C del C total. 6 A diferencia de los TG, pero al igual que el LDL-C, el RC puede penetrar la íntima arterial y desempeñar un papel importante en el desarrollo de placas ateroscleróticas. El no-HDL-C, que se calcula restando el HDL-C del C total, incluye el C en LDL, así como el C de VLDL, quilomicrones y RC, mientras que la apolipoproteína B (ApoB) está en la superficie de todas estas partículas aterogénicas. Tanto el colesterol no HDL como la ApoB son predictores más precisos del riesgo de ECVA que el colesterol LDL, que suele calcularse y se utiliza ampliamente. 7
Ver enlace original: ttps://academianacionaldemedicina.org/publicaciones/div/trigliceridos-pasado-presente-y-futuro/