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Ilustración: Pedro Crenes

Cierto lo que intuye Borges: las palabras, todas, requieren una experiencia compartida. Y no se trata sólo de comunicación, se trata también de un asunto de construcción colectiva

Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural: Literatura Panameña | Viernes Cultural  [email protected]

Una experiencia compartida

Por: Pedro Crenes Castro


¿Qué pretendemos al narrar? ¿Sólo un disfrute, sólo un ajuste de cuentas con nuestros fantasmas, un exorcismo de nuestros peores demonios?

Una experiencia compartida

«— ¿Tan seguro estás de que vas a morir?

—Sí —me replicó—. Siento una especie de dulzura y de alivio, que no he sentido nunca. No puedo comunicarlo. Todas las palabras requieren una experiencia compartida».

Cierto lo que intuye Borges: las palabras, todas, requieren una experiencia compartida. Y no se trata sólo de comunicación, se trata también de un asunto de construcción colectiva. En la cita de arriba estamos en medio de un cuento de Borges en el que se sueña a sí mismo en su lecho de muerte. Se trata de Veinticinco de agosto, 1983. (La memoria de Shakespeare, 1983). Una vez más, jugamos al doble.

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Borges, dentro del citado cuento, le debe otra vez a Stevenson esta herramienta de construcción de la memoria y a los espejos. Porque ya en sí, el mismo acto de la escritura es una tentativa del doble, es una vicarización de la realidad en tanto que el escritor construye un espejo en el que resolverse y reconocerse pero siendo otro, ni mejor ni peor, ni cierto ni falso, sencillamente «otro». Los textos son, todos ellos, huellas emocionales del que escribe.

¿Qué pretendemos al narrar? ¿Sólo un disfrute, sólo un ajuste de cuentas con nuestros fantasmas, un exorcismo de nuestros peores demonios? Al escoger un narrador ¿no estamos jugando al doble, no le utilizamos en la novela o el cuento para hacer lo que nosotros no supimos o quisimos, o no pudimos? El oficio de escribir es poner todo o minúsculas partes de uno mismo para que surja una historia. Los motivos nunca los sabremos, pero hay más del autor en su obra de lo que quiere reconocer, «Madame Bovary soy yo», nunca dijo Flaubert, pero seguro que lo era, aunque lo fuese sólo un poco, o mucho.

Piglia, que también es Borges, dice esto en su libro Formas breves: «La práctica arcaica y solitaria de la literatura es la réplica que erigimos para olvidar el horror de lo real. La literatura produce las formas y los dilemas de ese mundo estereotipado, pero en otro registro, en otra dimensión, como en un sueño». Es lo que pasa en el cuento de Borges, ese deseo de saber el futuro, de discutir con el que seremos o el que fuimos, reconocer como hemos cambiado. Por medio de la literatura, por esa vicarización, podemos olvidar el horror de lo real, hasta enfrentarlo, pero podemos también «recordar» con fervor lo que queremos ser, las aspiraciones que deseamos alcanzar.

La experiencia compartida de las palabras, entonces, la pone el lector, que se mira y dice, «soy yo ese otro, ese personaje». Del sueño individual, de «la práctica arcaica y solitaria de la literatura», vamos hacia la memoria colectiva, como expresa también Piglia, continuando con la cita anterior de Formas breves: «En el mismo sentido la figura de la memoria es la clave que nos permite definir la tradición poética y la herencia cultural. Recordar con una memoria extraña es una variante del tema del doble pero es también una metáfora perfecta de la experiencia literaria».

El lector también juega al doble. Al leer se crece, sufre, padece, triunfa o es derrotado y al cerrar el libro aparece indemne, pero ya no es el mismo: ha visto por dentro la oscuridad, conoce la tristeza desde el otro lado, asume la felicidad desde el corazón del otro, de su doble. Entonces llega la definición de la tradición poética y la herencia cultural: nuestro acervo no es ni más ni menos que un montón de máscaras, de disfraces sutiles, de vicarios dispuestos a amar y morir con tal de que vivamos desde un lugar seguro los fragores de la vida, aunque no sea la nuestra.

Recordar es, dice Piglia, «una variante del doble» y «una metáfora perfecta de la experiencia literaria»: Literatura desde sus dos caras: escritor-lector. Todos somos dobles, todos jugamos a ser superhéroes, todos queremos ajustarle las cuentas a la vida (Don Quijote), o buscamos ser amados (Madame Bovary). Es una experiencia compartida, las palabras la requieren, si no, no tiene ningún sentido defender la literatura tal y como es: una extensión de libertad donde buscarse, donde ser otro y desde donde volver siendo otro, quizás mejor, quizás más fuerte.

*Texto para justificar un cuento.


Pedro Crenes Castro, coordinador del Viernes Cultural Literatura Panameña |  Viernes Cultural | [email protected]

Pedro Crenes Castro (Panamá, 1972), es escritor. Columnista y colaborador en varios medios panameños y españoles. Ha ganado dos veces el premio Nacional de Literatura Ricardo Miró de Panamá y dicta talleres literarios. Vive en España desde el año 1990