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La Dra. Claudia Blandenier con su esposo y también maestro, el Dr.José Ángel Suárez

En estas líneas a continuación, el discurso de la Dra. Claudia Antonieta Blandenier Bosson de Suárez, en su recepción como Individuo de Número, sillón XXI, de la Academia Nacional de Medicina, en la grata coincidencia de ser maestra del Dr. Enrique Santiago López-Loyo, presidente de la ANM, y quien ha tenido hacia la Dra. Claudia Blandenier, palabras que exaltan su brillante trayectoria como médico, investigadora y en el oficio más noble del mundo: el de ser forjadora de generaciones.

La Dra. Blandenier presentó como trabajo de incorporación a la ANM, Patología cardiovascular. Logros con especial referencia a las vasculopatías y enfermedades del miocardio. Una experiencia venezolana (1960-2010).

El juicio crítico correspondió al Dr. López-Loyo, quien destacó la inédita coincidencia que sea un discípulo quien tenga a su cargo recibir a su maestra en esta alta dignidad profesional. “Es un hecho que asumo con orgullo dignidad y con mucha humildad”, sostuvo el presidente de la ANM , quien resaltó que “es especialista en Anatomía Patológica, en Cardiología, la única venezolana con la doble condición de estas especialidades”.

Durante el juicio crítico destacó su gran valor como docente e investigadora; “nos regala el Museo de Patología Cardiovascular: museo seco, húmedo y con galería de imágenes (más de 1,000 piezas anatómicas), en el cual trabajé como residente, rescatando las piezas para fotografías”, explicó. Es la Dra. Blandenier la iniciadora de una subespecialidad (patología cardiovascular) que comenzó en 1958, con la asesoría de su maestro y esposo, José Ángel Suárez.

Destaca el Dr. López-Loyo que le dio forma y generó ejemplos para Venezuela y toda América Latina. “Deja documentos y material biológico de más de 3,000 autopsias, 2,000 biopsias de patología cardiovascular y 400 consultas procedentes de otra instituciones hospitalarias”.

Además de los textos publicados sobre la materia, formó a más de 100 residentes de posgrado y cuatro patólogos venezolanos adoptaron esta subespecialidad, además de formar a otros patólogos de Latam. Resaltó su labor como docente de posgrado de Anatomía Patológica, de Cardiología y Cirugía Cardiovascular.

A modo de conclusión, el presidente de la ANM subrayó que “no hemos evaluado un trabajo de factura convencional; es excepcional. Describe toda una vida. Es ella precursora en Venezuela y América Latina, fundadora de una subespecialidad. Testigo de los cambios de paradigmas que dieron origen a la patología molecular, ha sido generosa en su capacidad de enseñar y mostrar el camino del aprendizaje”.


A continuación, como un legado para la historia y una generación que debe tener orgullo hacia su pasado, se reproduce el discurso de la Dra. Claudia Blandenier que por la circunstancia de la pandemia, debió ser en formato virtual:

Hoy, 11 de febrero, día de la festividad de la Virgen de Lourdes y Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, comienzo este discurso dándole gracias a Dios y a la Virgen Santísima.  Para mí, es un momento de mi vida especial y dichoso, porque es el día de mi juramentación como Individuo de Número Sillón XXI de la Academia Nacional de Medicina, en los comienzos del también año 21. 

Este año nuevo me deja un regalo especial porque se cumple una de las expectativas más grande que puede esperar un profesor universitario: Ser juramentado en esta magna institución, por uno de sus más brillantes discípulos universitarios. Como dijo Aristóteles: “El verdadero discípulo es aquel que supera al maestro”, en este caso, Enrique López Loyo superó a sus maestros. 

Dr. Enrique López Loyo en el momento de la juramentación

En el posgrado de Anatomía Patológica, fue discípulo de varios profesores y todos dejamos en él, nuestras improntas. Para mi esposo y mi persona, fue un discípulo especial: estudioso, respetuoso y sumamente inteligente. Han pasado más de 20 años y Enrique Santiago López Loyo, alcanzó una posición de liderazgo ejemplar y superior dentro de nuestro gremio, como lo predijimos en aquel entonces.

En primer lugar, agradezco y aprecio altamente a todos los Académicos quienes el jueves pasado, me enviaron sus beneplácitos y felicitaciones después de haber presentado mi trabajo de Incorporación. 

Dra. Claudia Blandenier en la ceremonia virtual de su juramentación como Individuo de Número de la ANM

Mis agradecimientos muy especiales son para los doctores José Antonio O’Daly Carbonell, hijo de mí maestro y Felipe Martin Piñate, quienes me postularon como candidata para ocupar el Sillón XXI vacante por el lamentable fallecimiento del eminente cirujano, doctor Ladimiro Espinoza León.

También expreso mi afecto a todos los Académicos quienes, durante años, me concedieron su amistad y apoyo, entre ellos el doctor Enrique Santiago López Loyo, quien me introdujo en esta importante institución, y a todos los Individuos de Número, quienes, de acuerdo a los Estatutos y Reglamentos de la Academia Nacional de Venezuela, y galardonando de magnanimidad y benevolencia, me eligieron por unanimidad para ocupar el Sillón mencionado.

Medalla que la distingue como Individuo de Número de la ANM

Hoy, desde mi casa, añoro estar hablando desde el púlpito de Santo Tomás, en el Paraninfo de la Academia y mis recuerdos son para los Académicos a quienes aprecié mucho y que hoy, ya no están. 

Mis oraciones y recuerdos afectuosos son para mis inolvidables maestros, los doctores José Antonio O’Daly Serraille, Juan José Puigbó García, José Avilán Rovira, José Antonio Ravelo Celis entre otros muy queridos y para la insuperable y noble amiga, la Sra. Laura González

Agradezco la deferencia que me tiene uno de mis profesores de cirugía más queridos, el Dr. Antonio Clemente Heimerdinger, hoy en día, con nosotros apoyándonos y guiándonos con su sabiduría. 

En estos momentos, los sentimientos que me inundan son muchos, como el sentido del deber profesional cumplido reconocido por estos colegas magnánimos, así como los afectos que experimento por mis exdiscípulos, y algunos compañeros de estudio, pero sobre todo por mis nuevos amigos. 

ANM, la casa del saber

Por esta razón siempre he sentido que la Academia Nacional es el sitio del reencuentro con la gente que uno quiere, admira y agradece, y que viene siendo como un “oasis” en una ciudad convulsa por los problemas económicos y sociales recios, que podríamos denominar como “un valle de lágrimas”. 

Otro aspecto me impresionó cuando llegué a la Academia hace más de 10 años: la diversidad de conocimientos que adquirí. Cuando uno llega por vez primera a la Academia, me decía mi entrañable amigo, el Académico Francisco Herrera Kompeck, también fallecido uno cree que sabe mucho, pero a la semana se da cuenta que no sabe nada de medicina…. este hecho ocurre cuando uno es humilde y de da cuenta de su pequeñez frente a los colegas que valen mucho por su trabajo que ha salvado vidas, su abnegación, capacidad de investigación y amistad, virtudes que vamos descubriendo poco a poco con sorpresa. Hoy, mi sentido de pertenencia aumenta no solo por mi gentilicio venezolano zuliano, sino también con mi recepción a esta inefable Corporación. 

En la Academia hay tradición es decir traditio, transmisión de conocimientos o herencia de aquellos que nos precedieron. 

La voz de la Academia posee autoridad moral, porque reposa sobre firmes raíces tradicionales gloriosas como lo son: la transmisión oral y la fuente escrita del Saber Médico. 

La Dra. Claudia Antonieta Blandenier Bosson de Suárez con los Dres. Rafael Muci Mendoza y José Avilán Rovira

La transmisión oral de conocimientos se ha hecho de generación en generación incluyendo la Apología de los Académicos que nos han precedido. Esta tradición se mantiene con la divulgación y activación de los conocimientos médicos desde hace más de 14 décadas a través de una de sus actividades más preciadas: sus sesiones semanales que no se han interrumpido ni siquiera en estos tiempos de cuarentena. 

La herencia también se trasmite de generación en generación al sucederse los nombramientos de sus miembros en forma regular y periódica.  Además, su saber reposa sobre las fuentes escritas por sus miembros en artículos científicos publicados en su Gaceta Médica, en la Colección Razetti y en otros documentos que están depositados en su enorme y bien cuidada biblioteca. 

La Biblioteca de la Academia Nacional de Medicina posee la invalorable colección de 92.000 libros, revistas nacionales e internacionales, Tesis doctorales, entre otros documentos. 

Su bibliotecario actual, el Dr. Guillermo Colmenares Arreaza, mantiene una labor ímproba desde hace años y además, es curador de un museo histórico que ha incrementado por su real interés y dedicación. 

En la Academia existe también organización y convivencia, pero esta última debe cuidarse con mucha atención, ya que detrás de la división, viene la destrucción. Sabemos que ninguna “casa divisa, sobrevive”. 

Otro de los tributos de esta Corporación y quizás el más importante, es que nos induce a ser anti-individualistas y coparticipativos. Recordemos que el Individualismo, tendencia sociológica muy en boga, nos convierte en seres egoístas y detestables. 

Por otra parte, la Academia Nacional tiene una acción mancomunada con otras instituciones oficiales y privadas. 

Es la única institución de nuestra profesión que en estos días actúa en forma continua y constante públicamente. Deja oír su voz coparticipativa en las Universidades Nacionales y extranjeras; también con las diferentes Academias no solo las de América Latina sino de Europa, con los Ministerios de Educación y de Salud venezolanos y extranjeros y sobre todo con las instituciones gremiales médicas entre otras. 

Actualmente cuando existe una situación complicada por la pandemia, la Academia ha mantenido informada a toda la comunidad venezolana, sobre la progresión y/o remisión de este flagelo, su tratamiento y prevención. 

Hemos visto en estos últimos meses, a nuestro presidente y secretario asistir a numerosas entrevistas en medios de comunicación, trasmitiendo nuestra opinión sobre los sucesos tocantes a la salud nacional, con “Autoridad Moral”.

Considero que mi actitud no es triunfalista, pero la realidad es, que la Academia de Medicina con sus debilidades como toda institución humana, se mantiene en pie de guerra, sin doblegarse, actuando, interviniendo en la vida pública nacional con una actitud valiente y conveniente para el resurgimiento de una república libre y democrática. 

Los miembros de la Academia somos conscientes de que no constituimos “camarillas o banderías”, exclusivas ni farisaicas. Es una Corporación abierta a todos los colegas que tengan las condiciones requeridas, como lo es para cualquier otra institución.

Además, sus miembros conocen y tratan a muchos colegas de gran valor académico y humano, quienes por múltiples razones permanecen fuera de sus predios y por lo tanto, no pierden el gran papel ni el valor que juegan dentro de los fueros de la medicina nacional e Internacional. 

Dijo y escribió una vez el Dr. Blas Bruni Celli, eminente anatomopatólogo, historiador, Académico de varias Academias… En el foso del olvido, de infelicidad y de miseria moral estarán siempre aquellos que nunca han sabido agradecer…

Por estas sentencias inexorables, agradezco en primer lugar, a Dios por haberme dado la vida y la fuerza para cumplir con mis deberes profesionales y los de mi vida ordinaria, lo mejor que pude. 

Quiero dejar constancia que mi vida fue salvada en mi infancia por la mano piadosa y experta del Dr. Guillermo Hernández Zozaya y a la Sra. Doña Isabel Ibarra de Álamo por la participación que tuvo en ponerme en sus manos. 

A ellos mis sentimientos más profundos de agradecimiento y oraciones. A mi esposo, quien me dio siempre su apoyo incondicional en todo sentido.

A mis seis hijos y cinco sobrinos /hijos, nietos y sobrinos, a todos mis familiares sin excepción, quienes me dieron su ayuda moral y física, aún más, en estos momentos en que mi vida declina.

A mi pariente el también académico, el Dr. Jaime Díaz Bolaños y a todos mis familiares muy queridos de Valle de la Pascua. Al Dr. José Antonio O’Daly Carbonell a quien mi esposo y yo consideramos como a un verdadero hermano. 

Legado del Dr. Razetti

Siguiendo el curso de la historia patria, el primer motivo de agradecimiento se lo debemos al maestro Luis María Francisco Nicolás de Jesús Razetti Martínez, hijo de un emigrante italiano, Luigi Razetti de Génova y de Doña Emeteria Martínez Sanz. 

El Dr. Razetti tuvo el dolor de ser abandonado de su padre siendo aún un niño. Este hecho en vez de amargarlo, lo impulsó a ser uno de los hombres más importantes de la Medicina Nacional del siglo XIX y comienzos del XX. 

Razetti, catapultó, el Renacimiento de la Medicina Venezolana después del decaimiento de la misma que ocurrió, cuando finalizó su auge establecido por el Dr. José María Vargas.

El Dr. Razetti, fue el motor de la fundación de la Academia Nacional de Medicina y su revista Oficial, la Gaceta Médica de Caracas. Por estas poderosas razones, la historia lo premió cuando sus restos reposan en el Panteón Nacional de Venezuela, Caracas, desde el 23 de junio de 1982. 

Con la finalidad de no olvidar a quienes tuvieron un papel protagónico en el funcionamiento de esta Corporación, existe la tradición de que el recipiendario, el día de su juramentación, haga un recordatorio de los Académicos que ocuparon ese Sillón.   Mis antecesores, Académicos destacados, serán un ejemplo constante para mí, por lo que fueron y dejaron en herencia.

Historia del Sillón XXI

El Sillón XXI fue ocupado por vez primera por el Dr. Tomás Aguerrevere Pacanins, uno de los 35 Miembros Fundadores de la Academia. Tomás Aguerrevere nació en Caracas el 4 de enero de 1860, fue contemporáneo del Dr. José Gregorio Hernández, nuestro médico recientemente elegido como Beato de la Iglesia Católica.  

El Dr. Aguerrevere, se graduó de Doctor en medicina en el año 1882, en la Universidad Central de Venezuela y luego, se especializó en Obstetricia y Ginecología.  Fue fundador de la cátedra de Clínica Terapéutica y jefe de Servicio en el Hospital Vargas. Perteneció a varias Academias y Sociedades Científicas extranjeras. Ocupó la presidencia de la Academia Nacional de Medicina entre 1906-1908. Fue autor del libro” Elementos de Botánica”, que fue adoptado como un texto oficial. Falleció en Caracas el 5 de enero de 1913.

El segundo médico en ocupar el sillón XXI, fue el Dr.  Rafael, Antonio González Rincones quien nació el 12 de febrero de 1885 en San Cristóbal, Estado Táchira. 

Falleció en Caracas el 13 de abril de 1958. Obtuvo el grado de Doctor en Medicina en la Universidad Central de Venezuela y luego viajó a París donde obtuvo el Título de Médico Colonial Francés en 1910. En Londres, se graduó como especialista en histobacteriologia, Cirugía Ginecológica y Práctica Quirúrgica.  Cuando regresa a Venezuela ocupa el cargo de Jefe de Laboratorio de Bacteriología e introdujo en nuestro país, la vacunación antitífica gratuita. Su obra científica se destacó en el campo de la Entomología, siendo el pionero de esta ciencia, por su trabajo sobre la clasificación de “los Dípteros vulnerantes”. En la Academia, su labor fue ímproba, ocupando durante 8 años el cargo de Bibliotecario de la misma y la Presidencia en el período 1930-1932.

 El tercer médico que ocupó este Sillón, fue el Dr. Ernesto Nicolás Vizcarrondo González, nacido en Valencia, estado Carabobo, el 6 de diciembre de 1907. 

Estudió en el Colegio Alemán Froebel de Valencia dondeforjó una entrañable amistad con José Antonio O’Daly Serraille (mi maestro). Ambos se graduaron de Doctores en Ciencias Médicas en la Universidad Central en el año 1932.En 1934, el Dr. Ernesto Vizcarrondo se encargó de la Sección de Autopsias en el servicio de Patología que dirigía el Dr. José Antonio O’Daly en el Hospital Vargas. Sin embargo, la vocación del Dr. Vizcarrondo, era la Puericultura y para el año,1943, ya era el jefe de la consulta de Puericultura del mencionado hospital. En los años siguientes, trabaja y ocupa la jefatura del Servicio de Medicina  N.º 3 ,en el recién fundado Hospital “José Manuel de los Ríos” de Caracas, hasta 1957, cuando se trasladó al Hospital Universitario.  El Dr. Vizcarrondo, formó parte del grupo de los Fundadores de la Sociedad de Pediatría, donde llegaría a ocupar su presidencia. Ingresó a la Academia Nacional como Miembro Correspondiente Nacional, el 29 de abril de 1948, para ocupar el puesto que asumió su padre, el Dr. Atilano Vizcarrondo en 1905.  En 1970, fue elegido como Individuo de Número en el Sillón XXI.  El Dr. Vizcarrondo ocupó varios cargos en la Academia, como tesorero, vicepresidente y por último, la presidencia (1986-1988). Falleció el 16 de octubre de 1997. 

 Al Dr. Vizcarrondo lo sucedió el Dr. Ladimiro Espinoza León.  

Vicencias del Dr. Espinoza León

Antes de referirme a la herencia que nos deja el Dr. Espinoza quisiera exponer algunas vivencias que tuvimos mi esposo y yo con él. 

Dios me premió con su presencia y amistad, cuando lo reencontré de nuevo en la Academia después de años vividos en el Hospital Universitario donde él mantuvo una gran amistad con mi esposo José Ángel Suárez Rengifo

Para mí, el recuerdo de Ladimiro fue más íntimo, lo conocí, cuando él era un estudiante de medicina, un joven que me pareció gallardo, a mis ojos de adolescente de 12 años de edad y nunca lo olvidé. 

El Dr. Espinoza nació en Mérida y realizó sus estudios de bachillerato en el Liceo Libertador y medicina en la Universidad de los Andes de esta ciudad, donde se graduó de doctor en Ciencias Médicas en 1951.

Luego, el Dr. Espinoza, prestó sus servicios como médico durante un año en la Shell de Campo Mara, estado Zulia. 

Durante este tiempo pudo contar con un gran centro de enseñanza quirúrgica en el Hospital Quirúrgico de Maracaibo, dirigido por el cirujano y Académico, el Dr. José Domingo Leonardi.  

Después de este aprendizaje, ocupó un cargo en el hospital San Vicente de Paúl en San Antonio de Táchira, pero continuó evaluándose una vez anualmente con el Dr. Leonardi, durante cinco años consecutivos. 

Gracias a sus dotes de organizador disciplinado y competente, el Dr. Espinoza ocupó la dirección de este hospital entre 1952 y 1957. 

En ese año se casó con Doña Consuelo Colmenares Finol y se traslada al estado Miranda donde asume la Dirección de Asistencia Social y Coordinador de los Servicios Quirúrgicos del Hospital Policlínico de los Teques.

Al año siguiente, en 1958, el Dr. Espinoza se traslada a Caracas y gana el concurso de residente-docente en la Cátedra de Clínica y Terapéutica y Quirúrgica “B” y cirujano en el servicio de Cirugía II en el Hospital Universitario de Caracas.  En esta Cátedra, el doctor Espinoza asciende en el escalafón docente en forma estricta y regular según los reglamentos, de tal manera que, en el año 1979, ya era profesor Titular. 

Durante este período, ocupó varios cargos en la Sociedad Venezolana de Cirugía y en la Federación Médica. 

Se destacó en su Cátedra por su organización e innovación. 

Fueron muchos sus trabajos presentados en congresos y publicados en las revistas de su especialidad. 

Simultáneamente, en 1957, el Dr. Espinoza contrae un compromiso con la naciente Clínica el Ávila, una de las más prestigiosas clínicas privadas de Venezuela. Después de muchas vicisitudes, en 1963, la Clínica se refundó. 

El Dr. Espinoza fue el primer presidente de la compañía Hospisa y de “Solidarios Ávila”. Durante el período de su presidencia de las compañías Superación C.A. e Inmobiliaria Superación, con 240 accionistas, se construyó la torre de 12 pisos que dispone la Clínica. 

El Dr. Ladimiro Espinoza fue merecedor de la Orden Andrés Bello en su primera Clase, la Orden al Mérito en el Trabajo, La Medalla de la Salud “Doctor José Ignacio Baldó” en su Primera Clase, La Orden “Arturo Michelena”. Fue Miembro Honorario de la Sociedad de Cirugía, Miembro honorario del II Congreso de Cirugía Bariátrica y Metabólica y nombrado como Hijo Ilustre del municipio Marcano en Nueva Esparta entre otros reconocimientos. 

Fue pionero de la realización de la cirugía bariátrica y metabólica en Venezuela. A través de 46 años de ejercicio de la Cirugía General, logró implementar cinco técnicas operatorias personales, tres de ellas relacionados con la Cirugía gastrointestinal y dos con la cirugía biliar. 

Lamentablemente falleció el 14 de octubre de 2019 en Caracas, rodeado del afecto de sus cuatro hijos y nueve nietos.

El Dr. Espinoza era, ante todo, un hombre de arraigadas tradiciones familiares como todo buen andino y merecía todo el cariño y admiración de quienes fuimos amigos de su familia.

Quizás, Ladimiro, nunca se enteró de la profunda admiración y afecto que yo le había profesado desde mi juventud, como persona íntegra, honesta, trabajadora y eminente médico. Mis parabienes para su querida esposa, hijos y nietos si pueden oírme , en estos momentos cuando recordamos con mucho cariño a su familiar, celebrando la herencia que le deja a la posteridad. 

Retrato personal

En cuanto a mi persona, la sucesora del Dr. Espinoza, mis actividades como médico venezolano, patólogo cardiovascular y profesor universitario se sucedieron sin ninguna novedad, en forma sencilla y ordinaria. 

Como lo relaté durante mi presentación del jueves pasado, mi vida profesional en su mayor parte se desarrolló en la Sección de Patología Cardiovascular del Instituto Anatomopatológico “Dr. José Antonio O’Daly”, en la ciudad universitaria de la Universidad Central de Venezuela donde trabajé durante 40 años como docente con una dedicación a medio tiempo. 

Mi ocupación principal fue la docencia de pre y posgrado y la investigación clínica-patológica de las cardiopatías congénitas, arteriopatías, valvulopatías y Enfermedades del miocardio

También me he sentido fuertemente inclinada por la historia de la medicina y he tratado de rescatar la memoria de la Fundación del Instituto Anatomopatológico, de sus actividades y hombres destacados, por medio de mis escritos en un libro, y en más de 20 artículos sobre este tema. 

Mi formación como docente de pregrado se la debo y les estoy muy agradecida, a los profesores de la Facultad de Odontología: Dres. María Teresa Márquez de Ríos, Raúl Vicentelli y a Rogelio Panacci .  

Mis conocimientos de Cardiología se los debo principalmente a los Dres. Juan José Puigbó, Luis López Grillo, la Dra. Folga de Pisani, Guillermo Anselmi y Alfonso Salazar, ya todos fallecidos. 

En el IAP, aparte de mi maestro el Dr. O’ Daly Serraille, recuerdo con gratitud al maestro neuropatólogo Armando Domínguez Capdevielle, mi tutor de Tesis Doctoral sobre la Enfermedad de Chagas y mi mentor en varias ocasiones. Al igual que el Dr. Espinoza León, y mi maestro, el Dr. José Antonio O’Daly, no pude salir al exterior para realizar estudios especializados. 

En dos ocasiones, recibí una invitación y beca para el exterior: una del Dr. Zilton Andrade y el Dr. Prata para realizar una pasantía en el Instituto de Chagas en el Brasil y otra, con el Dr. William Manion en el Instituto de las Fuerzas Armadas en Washington, DC. 

Mis obligaciones familiares pesaron más que mis logros profesionales. Siempre he tenido la firme convicción de que la familia es el núcleo que tiene más valor en la sociedad y como tal debe cuidarse como la niña de los ojos. Y al fin, reflexionaba lo que nos decía nuestro maestro O’Daly: “Soy un producto criollo”. 

En el año 2009, ingresé como miembro de cortesía a la Academia Nacional de Medicina y hace 5 años, el 28 del mes de marzo de 2015, ingresé como Miembro Correspondiente Nacional, Puesto Número 24.

Quiso la Divina Providencia que ese Puesto había sido ocupado por el Dr. José Antonio Ron Troconis, un prestigioso médico, filántropo, amigo de la familia, quien desempeñó una importante labor en Valle de la Pascua.

El Sillón que desde hoy ocuparé, me obliga a ser fiel a los compromisos que están estipulado en esta Corporación, a defender sus principios con lealtad y a fomentar la unión de sus miembros Finalizo esta disertación dando las gracias a todos los que están conmigo apoyándome con su solidaridad.