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Por: Dr. Darío Ignacio Colombaro


El Dr. Darío Ignacio Colombaro es especialista en Alergia, Inmunología y Neumonología; jefe del Servicio de Alergia e Inmunología del Hospital General de Agudos Dr. Cosme Argerich de Buenos Aires (Argentina). Coordinador de la Red de Alergia y Asma de los Hospitales de ciudad de Buenos Aires y coordinador del Comité de Asma y vía Aérea Inferior de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología (AAAelc)

Cada año la Organización Mundial de la Alergia (WAO) selecciona un tema para conmemorar la Semana Mundial de la Alergia.

En 2023, del 18 al 24 de junio, se desarrolló bajo el lema, “El cambio climático empeora las enfermedades alérgicas y hay que estar listo”.

El tema invita a prestar mayor atención, para brindar a los médicos, y al público en general,  información adicional en la visión de educar y fomentar la toma de conciencia sobre este tópico.

Las personas con rinitis alérgica,  conjuntivitis alérgica, dermatitis atópica  y asma bronquial son más susceptibles a estos efectos del cambio climático y con frecuencia deben adaptar su atención médica y aspectos de su vida diaria. Por lo tanto, es esencial que los profesionales de la salud también se adapten y encuentren nuevos enfoques para controlar las alergias y el asma, teniendo en cuenta los cambios climáticos y ambientales.

Las enfermedades alérgicas han aumentado de forma importante durante los últimos años en los países industrializados.

En el caso del asma se ha observado que es más frecuente en países ricos que en pobres y que predomina mucho más en las zonas urbanas con respecto a las zonas rurales. Entre los factores ambientales implicados estarían incluidos los relacionados con la exposición a nuevos alérgenos y contaminantes, tanto de interior (humo del tabaco) como de exterior (polución ambiental).

Así se ha descrito una relación directa entre la contaminación ambiental y el incremento de enfermedades alérgicas, especialmente respiratorias, con una mayor incidencia en la población que reside en áreas urbanas.

Las partículas eliminadas en la combustión de los motores diésel y por las calefacciones en las ciudades crean un ambiente hostil a las plantas que para defenderse producen proteínas de estrés que hacen más agresivos a los pólenes, ocasionado una mayor capacidad para producir alergia.

Además, los altos niveles de contaminación urbana impulsan el fenómeno de inversión térmica que impide a los pólenes abandonar la atmósfera sobre las ciudades y, así, aumentan el tiempo de su exposición sobre las zonas urbanas.

Esto explicaría por qué en las zonas rurales hay un menor número de alérgicos a pesar de que haya mayor cantidad de plantas que en las ciudades.

El aumento de la temperatura media global de la tierra de un grado en los últimos 100 años se debe al incremento de los gases con efecto invernadero, en concreto el CO2 procedente de la utilización de derivados del petróleo, y que no es absorbido adecuadamente por los árboles, debido a la deforestación de los bosques.

Dicho ascenso de la temperatura ocasiona un adelanto en la floración y como consecuencia un incremento del periodo de exposición a los pólenes. La disminución de las precipitaciones a su vez origina que especies más débiles de plantas desaparezcan en algunas zonas y estén siendo sustituidas por otras más resistentes y alergénicas. Dichas plantas producen pólenes más agresivos y que permanecen más tiempo en la atmósfera.

Es importante no subestimar la rinitis alérgica (si tiene congestión nasal, prurito, rinorrea anterior acuosa y estornudos, podría sufrir de rinitis).

Hay personas que no realizan la consulta de manera oportuna o solo cuando tienen urticaria y /o  asma bronquial.

Ocurre que si nuestra nariz no cumple adecuadamente la función de calentamiento del aire, humidificación del aire, y  filtro de partículas, el aire llega a nuestros pulmones en forma alterada con riesgo de desencadenar broncoespasmo y ser un gatillo para desarrollar asma bronquial, una enfermedad inflamatoria subdiagnosticada y subtratada, con 80% de causa alérgica y que altera la calidad de vida, por no tener un tratamiento crónico adecuado y constante.


Por: Dr. Darío Ignacio Colombaro