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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Este dossier dedicado a los 50 años de Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, nos encuentra en el Papel Literario con ensayos y escrituras necesarias para que la memoria venza y resista 

Amigos lectores:

Hacia 1958 Alexander Solzhenitsyn comenzó a darle forma a un posible libro que mostrara la realidad de los campos de concentración soviéticos. En ese momento estaba muy lejos de imaginar las dimensiones que alcanzaría la obra. Pronto entendió que su proyecto supondría años de trabajo y que el relato no podría limitarse a su historia, sino que tendría que constituirse a partir de las experiencias de otros sobrevivientes como él. Los tres torrenciales volúmenes de Archipiélago Gulag, donde los hechos se narran indisociables de la reflexión de Solzhenitsyn sobre las perversiones del poder comunista, son un prodigio del acopio y del ensamblaje: allí están las miles y miles y miles de piezas de una investigación que fue demencial, articuladas con paciencia de relojero. Allí, con tono personalísimo, se retrata el gigantesco horror del Gulag.

Mientras la policía política le seguía los pasos, Solzhenitsyn entrevistó, uno a uno, a 280 exconvictos, leyó miles de documentos y libros, redactó las piezas de su manuscrito, armó una milimétrica operación clandestina -la red se llamaba Los invisibles– con gente amiga, para contrastar la información, relacionar unos datos con otros, mecanografiar miles de páginas, esconderlas por partes en decenas de lugares, hasta el momento culminante en que hubo que reunirlas en una voluminosa mochila, y llevarla hasta el lugar donde cada página fue fotografiada, para dar inicio a la siguiente fase: sacar los rollos de microfilm de la Unión Soviética y enviarlos a Francia, donde en semanas se tradujo el primer volumen, publicado en diciembre de 1973. Probablemente no hay en la historia de la persecución a los escritores, un caso como éste, donde un grupo de personas -varios de ellos no se conocían entre sí, ni sabían las tareas que cumplían los demás- participa en una estructura -repito, clandestina- para proteger al autor, hacer posible el libro y sacarlo de la jurisdicción del poder comunista.

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En el camino, en 1970, a Solzhenitsyn le habían concedido el Premio Nobel de Literatura, con lo que hostilidad del régimen en su contra se intensificó. Los hechos se aceleran en agosto de 1973: una de las integrantes del equipo fue descubierta, interrogada durante seis días consecutivos sin una hora de sueño, hasta que confiesa dónde está el manuscrito. Cuatro horas después de su regreso a su habitación -en una vivienda comunitaria- su cuerpo apareció acuchillado. Entonces, igual que en la Rusia de Putin, la KGB controlaba el poder. El régimen dijo entonces que Elizabeta Bronianskaya se había suicidado.

En las páginas 1 y 2 viene una especie de díptico: en la primera parte cuento del artículo 58 del Código Penal comunista, producto neto del estalinismo aprobado en 1926, invención que da forma legal al Enemigo del pueblo y otorga al Estado atribuciones ilimitadas con respecto a la vida y el destino de cada persona, con o sin fundamento. De allí provienen las “bases legales” con que las dictaduras establecen condiciones, donde el estado de excepción, subyacente o manifiesto, es permanente: Cuba, Nicaragua, Venezuela, Rusia, China, Bielorrusia, Irán y tantos otros. En la segunda hablo de lo que, sin exageración, cabe calificar como una odisea: el proceso que hizo posible la investigación, redacción, mecanografiado y salida del libro hacia Francia. Archipiélago Gulag apareció para mostrar al mundo el carácter real y demoníaco del comunismo y sus secuelas.

La amable diligencia del escritor mexicano Adolfo Castañón (entre otras cosas, informado seguidor de la literatura venezolana), me permitió ponerme en contacto con Maarten van Delden, Ph.D en Literatura Comparada de la Universidad de Columbia, que ha sido docente en varias universidades de Estados Unidos, y que junto al mismo Castañón, Guillermo SheridanChristopher Domínguez MichaelÁngel Gilberto AdameFabienne BraduMalva FloresPaul-Henri GiraudJuan MalpartidaDavid Medina Portillo y Hugo Verani, conforman el equipo de la asociación civil Zona Paz, “abierta a los estudiosos y al público en general, que difunde y promueve el conocimiento de la vida, la obra y los tiempos de Octavio Paz”. El ensayo de Maarten van Delden, publicado originalmente en Zona Paz, se titula Frente a frente: Octavio Paz y Aleksandr Solhenitsyn. La que publicamos aquí es una versión, míninamente modificada por el autor, para su publicación en el Papel Literario. Lectura sustantiva, entre otras razones, por la claridad con que expone coincidencias y discrepancias en el pensamiento político de ambos escritores. Como parte de este dossier dedicado a los 50 años de Archipiélago Gulag, incluí también un breve texto de Paz, que forma parte de la colección de ensayos El ogro filantrópico, sobre los campos de concentración soviéticos. Páginas 3, 4 y 5.

Correspondió a Paulina Gamus hacer la presentación del primer volumen (serán tres) de la obra reunida de Marianne Kohn-BekerEl arte de vivir y el oficio de escribir, publicado por Espacio Anna Frank, bajo la dirección editorial de Luz Marina Barreto. La recapitulación de Gamus se concentra en el activismo de Kohn Beker (1933-2017), no solo como creadora y directora del Espacio Anna Frank, sino como presencia efectiva y discreta en muchas otras relevantes iniciativas culturales y de promoción de la convivencia entre los distintos.

En la página 7 se reproduce el artículo de Victoire Feuillebois1984 de George Orwell, ¿un reflejo de la Rusia de Putin?, publicado por The Objetive, el 10 de julio de 2022. Dice la autora: “1984 trata efectivamente de Rusia. Aunque crea un universo compuesto que también hace referencia al fascismo y al nazismo, Orwell se inspiró sobre todo en la URSS para su novela: el Gran Hermano luce un bigote que recuerda al de Stalin, y su mismo apodo evoca el hecho de que, después de 1945, la URSS se consideraba el hermano mayor de los demás países que se habían unido al bloque comunista. El KGB no se equivocó, ya que calificó al novelista como el autor del libro más odioso sobre la Unión Soviética. La novela estuvo prohibida allí hasta 1988, aunque circuló ampliamente en la clandestinidad”.

Luis Roncayolo parte de la situación mejicana de hoy, pero su ensayo El pueblo vs. Los ciudadanos se propone como una reflexión de amplias proyecciones: “El ‘pueblo’ es una palabra en singular, lo que denota un cuerpo unificado y masivo. En su estado natural amorfo, el pueblo es antes un prejuicio ideológico que una realidad social concreta; es una opinión o una creencia antes que una descripción de la sociedad. Para que algo como el pueblo pueda existir en primer lugar, alguien lo tiene que definir, enmarcar y articular; entiéndase, darle forma y finalidad. Esto se debe a que el pueblo, en tanto cuerpo amorfo, carece en principio de un líder. La búsqueda de un líder se convierte en una de las añoranzas más atávicas de toda población carente de representación política visible que pueda constatar en su experiencia cotidiana (…) En el otro extremo del espectro se encuentra la ciudadanía integrada por ‘los ciudadanos’. La palabra implica un plural. La ciudadanía se refiere a un cuerpo que, a diferencia del pueblo –que carece de expresión individual, salvo por el líder–, no está unificado. Por el contrario, está conformado por una diversidad de átomos, es decir, de individuos que habitan en una cívitas, palabra latina que significa ciudad. Está relacionada con otra palabra muy importante para nuestra autodefinición: la de ‘civilización’, en oposición a la barbarie. Esto denota cierta conducta, o más bien cierta cultura ante la vida, cierto método de afrontar sus adversidades, y cierta conciencia de dignidad que es propia, y no atribuida por algún actor externo”. Páginas 8 y 9.

Las páginas 10 y 11 ofrecen una muy apretada versión de un artículo académico, que el propio autor, Jesús Eduardo Troconis, hizo de un material considerablemente más extenso, en el que recorre cuestiones relativas a las Nuevas dimensiones del Derecho Internacional, la energía y los derechos humanos.

Dejo aquí mi saludo solidario.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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