“¿Que si he tenido miedo? Sí, he tenido miedo, es algo normal, en particular en regímenes opresivos, sin embargo, he aprendido de una mujer que es mi madre, que los sueños se persiguen y a las enfermeras venezolanas nos impulsa la determinación y un principio religioso: Nos arrodillamos ante Dios y nos ponemos de pie ante la adversidad”, dice con una voz sostenida en la valentía, la enfermera venezolana Ana Rosario Contreras, a propósito de conmemorarse hoy el Día Internacional de la Enfermería.
Presidenta de la directiva del Colegio de Profesionales de la Enfermería de Caracas, es también activista por los derechos humanos y en el reciente marzo 2021, fue galardonada con el premio internacional Mujeres de Valor, por estar en “primera línea en la lucha por los derechos de los profesionales de la salud, los pacientes y los sindicatos de trabajadores”.
De madre llanera y padre andino, en el hogar de Virgilio Contreras y Francisca de Contreras, lo normal era ver a doña Francisca, siempre ayudando a los demás, “en particular en situaciones de enfermedad”.
También conoció el trabajo de una vecina auxiliar de enfermería. Esta labor, que se sumó al ejemplo de entrega de su madre, “definieron desde niña quién quería ser yo”.
Mientras un hermano jugaba a ser ingeniero (y es ingeniero) y el otro a enseñar (y es docente), en las manos de Ana Rosario Contreras las muñecas eran el paciente perfecto para experimentar con las inyecciones “y hoy soy orgullosamente licenciada en Enfermería”.
Nació en San Fernando de Apure y desde los cuatro años se crió en Rubio (estado Táchira, Venezuela).
En la ciudad tachirense egresó de la Escuela Técnica Gervasio Rubio con el grado medio de Enfermería, el 22 de octubre de 1982.
Con su espíritu aventurero, y ganas de hacer carrera en la capital, llega a Caracas en compañía de dos amigas en noviembre de 1982.
Entre el Hospital Vargas y el Hospital General Dr. José Ignacio Baldó “termino de consolidar mis competencias adquiridas de bachiller asistencial”.
Pero esta historia no queda aquí: estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela (UCV), “por mi espíritu de lucha; de querer estar siempre al lado del desvalido”.
De igual modo, se forma como licenciada en Enfermería en la UCV, con lo cual su vida ha transcurrido “entre el ejercicio del Derecho y de la Enfermería, carrera que asumo como modelo de vida y del cual me siento muy orgullosa”.
En este interés por cultivar la excelencia, cursa gerencia de los servicios de salud, y otra en derecho administrativo, en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
“Estoy convencida que un profesional requiere estar en un continuo proceso de aprendizaje porque las Ciencias de la Salud son evolutivas, cambiantes y los profesionales debemos adecuarnos para poder contribuir con la salud y la vida de nuestros pacientes».
Un corazón que palpita en el equipo de salud
Ana Rosario Contreras reflexiona que “la enfermera es el corazón palpitante dentro de un equipo de salud, pero no se le ha dado la verdadera importancia, no nos valoran en nuestra dimensión académica”.
Se aprecia, y con mucha razón, la importancia de un médico o de un licenciado en Bioanálisis, pero “no ven detrás del telón: somos el pilar fundamental de un equipo de salud y lo digo sin caer en pasiones”.
Explica que “sin enfermeras no hay atención hospitalaria; es la responsable de dar cumplimiento al plan de trabajo trazado por nuestros compañeros médicos; es quien sabe cuándo corresponde el medicamento o el estudio”.
Las enfermeras, afirma, somos un activo social que no ha sido valorado en su máxima expresión.
“No estamos solo para colocar una inyección: nos hemos preparado para generar un cuidado humano desde el punto de vista científico: la enfermera puede entender hasta cuando el paciente está callado”.
Recuerda que el paciente pasa la mayor parte del tiempo con la enfermera: “Cuando alguien ingresa al hospital, el primer grito que se escucha implora por una enfermera y allí estamos las damas de blanco, dispuestas a atender la necesidad”.
El triunfo de la vocación
La presidenta de la directiva del Colegio de Profesionales de la Enfermería de Caracas argumenta que la pandemia a causa de la covid-19 generó una afectación mundial e hizo visible la importancia de la enfermera dentro de un equipo de salud; también la debilidad de los sistemas para atender las contingencias.
En el caso de Venezuela, la situación se agudiza por la precariedad del sistema sanitario.
A la fecha registran la lamentable pérdida de 537 trabajadores de la salud a causa del coronavirus, de los cuales 110 son profesionales de la Enfermería.
El 80% de los centros públicos no disponen con regularidad del servicio de agua para cumplir con la medida esencial de lavarse las manos.
Ana Rosario Contreras documenta que las enfermeras no escapan del drama migratorio: el 75% se ha marchado del país, más de 10,000 profesionales, “número altamente preocupante”.
De hecho, varias unidades covid-19 se han quedado sin personal de enfermería.
“Esta situación debe llamar la atención. No podemos seguir laborando en unas condiciones de altísimo riesgo y sin garantías”, afirma.
Parte de este personal también se dedica a la economía informal: “No hemos perdido la humanidad, pero no hay manera que nos cambien alimentos por kilos de vocación”, razonó.
“Una enfermera, con todo y los bonos, no llega a los 10 dólares, salario que nos coloca en la línea de la extrema pobreza”, reconoció.
Expresa que hablar de una atención de calidad “es una utopía; no es ni de guerra”.
Sin embargo, enfermeras y enfermeros perseveran para no abandonar el hospital ni el cuidado del paciente: venden comida, trabajan como mototaxistas, en peluquería “o en los centros privados con lo cual logran financiar su trabajo en el público”.
Un premio al coraje
Al recordar la entrega del premio internacional Mujeres de Valor, expresa su alegría “porque siento que se reconoció el trabajo en general de la mujer venezolana que es una mujer de coraje, quien lucha para conseguir la alimentación de sus hijos; es resiliente y juntas vamos a formar parte del cambio de modelo”.
Para hoy la consigna no es celebrar; es reclamar y enviar un llamado “a la unidad, a reflexionar sobre la importancia de no dividirnos ni fragmentarnos”.
Ana Rosario Contreras reivindica en este día el valor del personal de Enfermería, activo en la defensa y cuidado del paciente y de sus propios derechos, «para que nunca más la necesidad nos obligue a renunciar a nuestro ejercicio profesional”.