fbpx

Cuando el mundo entendió que el virus sería una pandemia y la medicina inmediata el “quédate en tu casa”, la pregunta, en particular en las regiones más desiguales, fue en cuál casa.

Y es que el “quédate en tu casa” puede ser una experiencia de la paz, de la armonía y la reflexión o el mayor signo de exclusión, en particular si esa “casa” es un techo precario, en una barriada resultado de la ocupación anárquica, y en ciudades disfuncionales.

Desde esta perspectiva se comprende la urgencia de generar otros diálogos a partir de la pandemia como La salud en las ciudades del futuro, organizado por la Fundación Konrad Adenauer, como parte del Programa Regional Alianzas para la Democracia y el Desarrollo con América Latina (ADELA), basado en Panamá y con la filosofía del intercambio de ideas y políticas.

En esta oportunidad el diálogo reunió las voces del arquitecto Fernando Murillo, Phd en Urbanismo, especialista en Vivienda y Desarrollo Urbano para Latinoamérica y el Caribe, África, Medio Oriente y Asia; del Dr. Octavio Sousa, especialista en Salud y Bienestar Humano, embajador certificado del Center for Active Design de Estados Unidos y del Dr. José Calderón, médico psiquiatra, de la Fundación por el Panamá Que Queremos y coordinador del Programa Nacional de Salud Mental del Ministerio de Salud de Panamá (Minsa.)

¿Hacia un nuevo orden habitacional?

El arquitecto Fernando Murillo, quien también es consultor para distintas organizaciones mundiales, abordó el tema desde la ponencia Arquitectura y urbanismo pospandemia, ¿hacia un nuevo orden habitacional?

Justo reflexionó cómo el “quédate en casa” marcó una diferencia entre quienes tienen casa o no la tienen y entre quienes viven en un asentamiento informal o en la calle.

Ocurre que antes de la llegada de la pandemia ya ocurría este complejo problema social, pero el virus lo hizo visible por una realidad determinante que expone el especialista: el tema de la vida y de la muerte condicionado a un hábitat específico.

Interesante es que este problema urbano no es reciente, ni tampoco las soluciones, pero pareciera que el “olvido” voluntario o involuntario, enfrenta a las regiones en situaciones más precarias con un problema añadido: cómo viven sus ciudadanos.

Murillo, al respecto, explicó que en 1900, desde la visión del higienismo en América Latina, y como una manera de enfrentar las epidemias más allá de la ciencia, se buscaron respuestas centradas en cinco ejes:

-Una visión sistémica y normativa de la ciudad (estándares habitacionales mínimos).

-Saneamiento básico como fundamento del desarrollo urbano.

Espacios verdes mínimos por habitante.

Vivienda social como base de cálculo del crecimiento urbano y nacional.

Transporte público como soporte del progreso (ferrocarriles, colectivos…).

Los higienistas de la época, con una visión que llega a la actualidad, además de una evidente denuncia social, propiciaron una visión sistémica conforme a la cual no se puede urbanizar ni crecer si el saneamiento no es la base del desarrollo urbano.

De hecho, América Latina, enfatiza el experto, muestra la realidad de un porcentaje elevado de asentamientos informales, realidad condenable desde el punto de vista higienista.

El tema de la vivienda es también acuciante, en particular, en Latam, con costos de suelo elevado y sin posibilidad de acceder al techo propio, de allí que el Estado, en esta visión higienista, debe procurar un acceso igualitario.

En este punto de la discusión, Murillo pregunta, ¿hacia un nuevo orden urbano-habitacional? y aclara por qué “sí” y por qué “no” de acuerdo con las respuestas de su autoría que se mencionan en el cuadro siguiente:

Como se observa, el sí se asocia a la necesidad de requerir más superficie, al déficit habitacional, a la expansión de la brecha social y el cambio climático.

Del lado del no se interpreta como lecciones que deben estar bien aprendidas: En un nuevo orden “sería inaceptable volver a esquemas de exclusión”, además “incumplir derechos humanos ya no es una opción” y, por otra parte, “los residentes de los barrios populares, quienes son desfavorecidos por el quédate en casa, defienden sus derechos y no sería razonable volver atrás”, observa.

Las respuestas desde la reurbanización al problema sanitario, se estructuran en tres escenarios que ya se han probado en distintos países: la transformación de los asentamientos informales, la urbanización guiada por el transporte público y el énfasis en urbanizaciones o viviendas verdes verticales.

Sin embargo, más allá de estas respuestas inmediatas urbanas, el experto observa que hay dilemas en la era poscovid que deben ameritar respuesta, y comprenden desde la localización de las ciudades hasta su gestión, conforme al cuadro siguiente de su autoría:

Estas respuestas, en parte, están abordadas en la Guía metodológica de recuperación socioeconómica municipal en el contexto de Covid-19 de ONU-Hábitat.

Observa que la pandemia ha puesto en evidencia, desde el urbanismo, la necesidad de crear ciudades sustentables y atender los problemas que ya existían y no estaban resueltos, ahora agravados con la pandemia.

En esta perspectiva, los programas de mejoramiento de los barrios invitan a incluir de manera activa y participativa a los vecinos.

En conclusión, una ciudad sana, precisa el arquitecto Fernando Murillo, es flexible y con más barrios autónomos.

Del lado del neohigienismo se pasa por distintas medidas, entre otras citadas por el experto, más calles para los peatones, adaptación de los espacios públicos, “nuevos modelos de producción y consumo (eco-parques y supermanzanas) y circulación (más bicicletas y peatonalización).

Urbanismo, salud y bienestar

El Dr. Octavio Sousa reflexiona que pasamos el 90% de nuestro tiempo en viviendas o lugares de trabajo, por tanto, es fundamental el poder vincular los conceptos de arquitectura, urbanismo y salud.

Observa que hacia 1800, las enfermedades infecciosas, guerras y hambrunas acababan con la población.

A la fecha, “son las enfermedades crónicas la principal causa de discapacidad y muerte en el planeta”, en una proporción abismal: el 9% son enfermedades infecciosas y el 75% son crónicas (cáncer, obesidad, problemas cardiovasculares…).

Esta realidad es la que lleva a hablar de sindemia, es decir, varias epidemias que coexisten e impactan, dice el Dr.Sousa, a la ciudanía.

Hablar de sindemia y ciudades saludables es vinculante porque una urbe que no permita caminar acentúa la obesidad y el colapso vial, entre otras circunstancias, puede desencadenar cuadros de estrés.

“La arquitectura, el urbanismo, la salud y el bienestar se dan la mano”, precisa y cita parámetros que definen el “vivir saludablemente” si operan en términos saludables, por ejemplo, si hay acceso al agua potable, a energía eléctrica de manera confiable o a alimentos sanos:

  • Calidad de aire
  • Agua
  • Luz
  • Temperatura
  • Ruido
  • Campos electromagnéticos
  • Comidas pro-inflamatorias
  • Recursos económicos limitados
  • Desigualdad social y de poblaciones vulnerables
  • Manejo de desechos

Reflexiona que la vida antes de la pandemia no era normal y “necesitamos algo nuevo”, con estrategias de salud y bienestar de impacto positivo a la comunidad, reducción del sedentarismo, la equidad para las poblaciones vulnerables, el fomento de la actividad social y opciones saludables de alimentos y agua en el contexto de otra manera de vivir.

La salud de las ciudades

El Dr. José Calderón, de la Fundación por el Panamá Que Queremos y quien conversó sobre la salud de las ciudades, hizo una clara analogía entre la ciudad como ser vivo y la propia autonomía humana.

Si se observa en el cuadro de su autoría (La ciudad es un organismo vivo), si el cuerpo humano tiene tejidos, células y órganos, una ciudad humana hace suyo un “cuerpo” que comprende desde la sociedad y sus poblaciones, hasta individuos, familias y comunidades.

Esta ciudad la entiende el especialista como un organismo vivo y biopsicosocial, al igual que el ser humano.

Este trato “igualitario” debe llevar también a preservar su salud. Si cuidamos las ciudades, se protege a sus principales usuarios: los seres humanos.

En este contexto, y por su íntima vinculación, hizo referencia al estrés en tanto “conjunto de reacciones fisiológicas que prepara el organismo para la acción”.

El estrés, subraya, es una reacción normal y bioquímica. Una respuesta de alarma.

El problema se origina cuando “la alarma es extrema y produce daño en el organismo”.

Reflexiona que así como el organismo produce estas respuestas, también una ciudad debería estar dotada con sistemas para responder a situaciones amenazantes, desde el tráfico, el ruido, la disposición de desechos, la contaminación o el acceso al agua potable.

El especialista se inclina por “planificar esta respuesta adecuada al estrés de la ciudad, porque no podemos pensar que esta ciudad será feliz con situaciones estresantes”.

Pero más allá de estos problemas urbanos, hay una realidad que se expresa en una cifra aportada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal): más de 63 millones de personas en pobreza extrema en Latinoamérica, solo en el año 2019 y sin pandemia. La previsión es creciente y en esta estadística Panamá se sitúa como el sexto país más desigual.

“Esa disparidad es el factor estresante sostenido en el tiempo, más importante que tiene la sociedad actual”, advierte.

La pandemia, indica el especialista, pone en evidencia la inequidad en el mundo: Las personas que tienen los recursos para aguantar la cuarentena no han sentido tanta vulnerabilidad como quien vive del día a día y no es capaz de tener acceso a los mismos servicios de salud.

Su llamado es a una sociedad que sea solidaria y acompañe el deber de generar estado de bienestar, además de sumar decisiones en manos de las autoridades como acercar la felicidad a la gente y esto supone diseñar estrategias que hagan posible llegar temprano a casa, tener la escuela y el centro de salud próximo y saber que el niño podrá jugar en la calle sano y seguro.

Violeta Villar Liste
[email protected]