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Simón Alberto Consalvi (1927-2013) fue historiador, periodista, internacionalista, diplomático, político y autor de una extensa obra constituida por biografías, ensayos sobre temas políticos, históricos y diplomáticos, un libro de cuentos y varios centenares de artículos. Fue parlamentario, ministro en dos ocasiones, presidente del Inciba, individuo de número de la Academia Nacional de Historia y editor adjunto de El Nacional

Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario

Amigos lectores:

I.

En Simón Alberto Consalvi (1927-2013) había una irradiación. Algo que emanaba y atraía: una actitud de plena expectación ante sus interlocutores; un gesto que lo delataba siempre a punto de sonreír; el fraseo suave y comedido; la respiración, las pausas y las palabras exactas; el cosmopolita que parecía haber regresado de un largo viaje por el mundo. Pero, además, Consalvi sabía: lo había visto todo o casi todo. Quizá esa sensación de estar ante un hombre de vuelta de tanto lo convirtió, de forma natural, en consejero de artistas, escritores, políticos, diplomáticos, periodistas, historiadores, empresarios, funcionarios y un sinfín de personas que a los que él obsequiaba su palabra gentil y fundamentada.

II.

En buena medida, el dossier impecablemente coordinado por Katyna Henríquez Consalvi -su sobrina-, es un homenaje al hombre que irradiaba, que ejerció la generosidad de forma eficaz y sin estridencias. Entre las páginas 1 a la 9 se recuerda al polifacético: fue historiador, periodista, político, diplomático, parlamentario, presidente del INCIBA, ministro de la Secretaría de la Presidencia, Canciller, creador de instituciones culturales, biógrafo, ensayista, Individuo de Número de la Academia Venezolana de Historia, gestor de tantísimas cosas que es casi imposible resumir aquí, precavido gestor en el hacer cosas buenas por los demás y por Venezuela.

III.

Lo explica Katina Henríquez Consalvi en la presentación del dossier que está en la página 1: convocó a personas próximas. Y así, participan con sus textos, Elsa Cardoso (Memoria en tres tiempos), Rafael Cadenas (autor del breve que viene en el cabezal de la edición), Carlos Hernández Delfino (SAC o el elogio de la amistad), Elías Pino Iturrieta (Un lugar de libros para don Simón), Edgardo Mondolfi Gudat (SAC: Lector y autor de biografías), María Teresa Romero (Entre biógrafa y biografiado), Inés Quintero (Una proeza editorial: la Biblioteca Biográfica Venezolana), María Elena Ramos (Inolvidable Simón Alberto), Diego Arroyo Gil (Don Simón) y Carmen Verde Arocha (SAC y la creación de la moderna editorial en Venezuela).

IV.

Por mi parte, añadí al dossier dos textos del propio Consalvi, reveladores de sus vocaciones: un fragmento de 1989. Diario de Washington, dedicado a documentar su experiencia profesional y personal como Embajador de Venezuela en Estados Unidos, y un cuento, Armonía en rojo, proveniente de su único libro de ficción: Lascivia brevis, recopilación de 18 relatos publicados por Monte Ávila Editores Latinoamericana en 1992 (dice la presentación en la contraportada: “veremos dibujados con humor, erudición y una suave ironía, a personajes e historias que han rondado los flexibles márgenes de la moralidad y la sexualidad”).

V.

Conectado con Lascivia brevis quiero añadir otro comentario sobre Simón Alberto Consalvi: era un ser de sensualidades. De sutilezas y aterciopeladas ironías, que eludía las disputas de cualquier índole. Un caballero que hizo suyos los dones del espíritu: en los caminos imprevistos de la conversación; en los secretos de la buena mesa; en la delectación con que fumaba sus habanos; en las realidades del enamoramiento y también del duelo -duelos que removieron hasta sus más íntimas cuerdas-.

Si de una parte estaba el Consalvi del hacer, de las concreciones, de la otra, inseparable de la primera, estaba el Consalvi que edificó un modo de vivir, en el que su actuación en el espacio público estuvo siempre en interacción con ese conjunto de dones, conquistados o recibidos, que la vida le ofreció en sus más de ocho décadas de vida. De estos asuntos, de esas materialidades y corrientes vitales, habla el dossier que se ofrece en la edición de hoy, y que me impone reiterar mi gratitud a Katyna Henríquez Consalvi, alma hospitalaria de la Librería El Buscón.

VI.

Páginas 10 y 11. Le pedí a Gerardo Vivas Pineda que entrevistara a Ramón Escovar León para conversar sobre el Quijote. A entrevistado y entrevistador les une una crónica pasión por la obra fundamental de Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616). Dice Escovar León:

“Leer el Quijote es una experiencia entrañable que nos conecta con la esperanza que surge de la ficción y de la imaginación. Para ello Miguel de Cervantes se apoya en los geniales diálogos entre sus dos personajes icónicos: Don Quijote y Sancho Panza. Ambos opuestos: el gordo y el flaco, el asceta y el glotón, el que razona a partir de sus ideales caballerescos y el que razona a partir de la realidad, uno que anda a caballo y el otro en burro. Por encima de todo, Sancho representa la voz del hombre de pueblo, la bondad y su sentido de las posibilidades reales. Don Quijote se guía por sus ideales, por el sentido de justicia y por el compromiso con el deber cumplido. Pero siempre estaremos en el contraste entre lo ideal y lo real.

Se trata de dos personajes que existen literariamente el uno indisolublemente del otro, cada cual con sus ilusiones y esperanzas. Don Quijote busca enderezar entuertos, aplicar la justicia, defender a los débiles, luchar contra la corrupción, defender la idea de libertad, pronunciar discursos ingeniosos –pero fuera de contexto– y, al pretender buscarle sentido a la vida, se topa con la realidad. Por su parte, Sancho aspira a contraprestaciones materiales, tiene una visión realista de la vida y razona a partir de su experiencia. Pero ambos guiados por esa irrecusable vocación de libertad”.

VII.

Digo que hay buenas razones para leer de esta edición. Ojalá que la disfruten.

Nelson Rivera, director del Papel Literario

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Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario