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Nelson Rivera conversó con Ana Lucía De Bastos Herrera, quien es poeta, ensayista y traductora venezolana. Hizo una maestría en Literatura Portuguesa en la Universidad de Oporto. Su tesis, tal como lo cuenta en la entrevista, se refiere a la influencia de Fernando Pessoa en dos poetas portugueses y dos venezolanos: Eugenio Montejo y Rafael Cadenas.

Amigos lectores:

Ana Lucía De Bastos Herrera es poeta, ensayista y traductora venezolana. Hizo una maestría en Literatura Portuguesa en la Universidad de Oporto. Su tesis, tal como lo cuenta en la entrevista que le hice, se refiere a la influencia de Fernando Pessoa en dos poetas portugueses y dos venezolanos: Eugenio Montejo y Rafael Cadenas. Desde el 2014 De Bastos Herrera ha traducido a poetas portugueses al español –José Luis PeixotoDulce María CardosoEça de QueirósMário de Sá-Carneiro– hasta que, más recientemente, se ha encarado con el que se tiene como uno de los grandes desafíos para los traductores del portugués: verter a cualquier lengua, en este caso al español, el Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. La edición escogida es la de Jerónimo Pizarro, crítico colombiano y reconocido experto internacional en la obra de Pessoa.

Con el apoyo del Instituto Portugués de Cultura y el Instituto Camóes/Instituto de Cooperación de la Lenguabid & co editor ha publicado esta nueva traducción del Libro del desasosiego, en portugués y español, presentación y epílogo de Pizarro, bibliografía, índices y más. Un libraco de 956 páginas, hito en la bibliografía reciente venezolana. La entrevista está en las páginas 1 y 2. De Bastos Herrera nos habla de Pessoa, del Libro del desasosiego, de la traducción.

En la página siguiente, Rafael Castillo Zapata nos ofrece Pessoa: el otro desasosiego, donde dice, entre otras cosas, esto: “Porque, al fin y al cabo, si uno aprecia, elogia y recomienda ediciones bilingües como esta, salida del horno de bid & co editor en 2021, fresquecita, es en parte por una sutil zalamería intelectual de especialista y en parte por la máscara de propagandista que me he puesto para escribir –aquí– así, sin dejar de lado, por supuesto, el hecho irrefutable de que se gana mucho teniendo la posibilidad de leer el original mientras se va leyendo la traducción. Pues se trata precisamente de eso: que el editor nos brinde la oportunidad de poder acceder al original si queremos. Puede ser, y de hecho es así como al final leemos una edición a dos lenguas –ambidiestros, estrábicos y extraviados–, que leamos de corrido la página impresa en la lengua que conocemos y que, de pronto, saltemos a la otra página para precisar cómo se dice en portugués tal o cual cosa y cavilar sobre el porqué de una elección léxica, de un matiz verbal, de una transliteración idiomática inusual, y, en general, cómo suena y cómo sabe el texto en la lengua –masa– madre en la que fue amasado”.

El poeta Jorge Melícias ha traducido a José Antonio Ramos Sucre al portugués. Insónia ((Ediciones Officium Lectionis, Portugal, 2021), título de la antología, es producto de la iniciativa de José Rui Teixeira (Oporto, 1974), poeta, teólogo, ensayista, Director y Presidente del Consejo Científico de la Cátedra Poesía y Trascendencia. En la página 4 reproducimos el prólogo de Carmen Ruiz Barrionuevo, catedrática de Literatura Hispanoamericana, quien, a lo largo de los años, ha sido una consecuente lectora, crítica y difusora de la literatura venezolana en España y América Latina. Escribe Ruiz Barrionuevo: “Varios aspectos sorprenden al leer las obras del escritor cumanés.

Si nos fijamos en la elaboración de su escritura, se autoimpuso al menos dos condicionantes de estilo muy visibles, la elisión del que relativo, que lo obligaba a repensar la frase en su desarrollo verbal, y el obsesivo uso del yo, esa primera persona impositiva que termina invadiendo toda su obra. Y enseguida, también, en el plano de la elaboración de las anécdotas, la constante aparición de personajes simbólicos que, en su insistencia, pugnan por convertirse en figuras omnipresentes y recurrentes”.

Página 5: traducciones de 4 poemas de Eugenio Montejo al francés, a cargo de Sévana Karalékian. La traductora se interesó por la poesía de Montejo, en medio de una conversación con el escritor mexicano David Noria y el venezolano Juan Carlos Chirinos. En su breve introducción -las publicamos aquí en las dos lenguas-, dice Karalékian: No hay poesía sin traducción. Los poemas escogidos aquí abarcan este sentido, estos sentidos: tanto el que se acerca quizás al abuso de lenguaje, en que cada poema es la traducción de un texto no escrito, como el lingüístico, el paso de un idioma a otro. Los tomo como una invitación, pues algunos textos piden ser traducidos, a la que espero responder dignamente, también para volver a leer, o descubrir, a Montejo, cuya obra, “incluyendo sus ensayos, terminaría por ser una de las más variadas, ricas y significativas de nuestra literatura contemporánea”, según afirmó Guillermo Sucre.

Descarrilada se llama el más reciente libro de Gabriela Rosas, poeta, narradora y, en lo sucesivo, también aforista. Lo ha publicado Petalurgia, la editorial que dirige la poeta María Gabriela Lovera. Lo dicho: son aforismos. De ellos habla el poeta español José Luis Morante: “El decir breve de Gabriela Rosas constata una fértil veta existencial que emana directamente de su mundo poético. Conviene recordar que la escritora cultiva un intimismo humanista, claro espejo del yo interior, en el que se vislumbran obsesiones básicas como el amor y el desamor, un territorio pasional siempre convulsionado por el deseo y el oscuro vuelo de la pérdida, la disgregación en el tiempo o la zozobra de encontrar sentido a la propia existencia». Acompaña el texto de Morante, una selección de diez aforismos. Parte superior de la página 6.

Abajo, en la misma página, vienen poemas de Alberto Hernández, que pertenecen a su libro publicado en México, Los accidentes del cuerpo (Ediciones Ave Azul, 2021).

El ensayo de María Elena Ramos, desplegado en las páginas 7 y 8, La poesía como riesgo. A propósito de Heiddeger sobre Hölderlin, explica sus propósitos en estos dos párrafos :

En “Hölderlin y la esencia de la poesía” Heidegger dice, con el gran poeta alemán, que el lenguaje es el más peligroso de los bienes. ¿Son  efectivamente tan peligrosos el lenguaje, la poesía? En este breve ensayo intentaremos ahondar en qué consiste, para Heidegger y Hölderlin, esta peligrosidad.

Hay aquí distintas formas de peligro. Hay uno que no vemos “porque no nos hemos situado en su horizonte”: (1) el de la devastación del lenguaje, un peligro esencial éste, pues amenaza a la esencia del hombre. Otro peligro del lenguaje es que, en vez de ser la morada del ser, se desvíe y se transforme en la “recámara de sus manipulaciones”. (2) Hay también el peligro de llegar a no tener qué decir: un silencio vacío, distinto al silencio  necesario y como virtud, ése que se abre a la escucha de lo esencial. Hay un peligro de exceso de levedad: Heidegger quisiera evitar que la poesía pierda peso y se aleje en fantasía y sobrevuelo, lo que sucede cuando se le entiende sólo como género literario –otro de sus peligros-. Y dice: “El poetizar, antes que nada pone al hombre sobre la tierra, lo lleva a ella, lo lleva al habitar”. (3)

En la página 9 viene uno de los ‘memoriosos’ de Alicia Álamo BartoloméAlegrías y dolores a mediados del siglo XX, donde se entrecruzan los recuerdos personales con el devenir del país: “Llegó el fin de la carrera. El país había estado agitado con huelgas universitarias. A los futuros arquitectos no nos importaba mucho la política y, como éramos pocos, seguíamos con nuestras clases sin que nadie se enterara. Con el tiempo, los agitadores de izquierda llamaron a la Facultad de Arquitectura, Guantánamo. En la etapa de tesis, empezaron los rumores de que iban a cerrar la UCV, donde profesores y alumnos se enfrentaban al gobierno. Nos recomendaron graduarnos lo antes posible, a fines de septiembre, al menos. Me convenció Tomás José Sanabria hacer de tesis la gran casa estilo colonial de una hacienda de tabaco. Acepté la idea y me puse a trabajar. Después supe que  a algún profesor no le pareció un tema apropiado”. Y así.

El ensayo de Rubén Monasterios es también, si se me permite la analogía, un ‘memorioso’, en este caso dedicado al montaje de La lujuria (obra del propio Monasterios) bajo la dirección de Antonio Constante, en 1974. Le sirve para reflexionar sobre la cuestión de autoría en el mundo del teatro: “Un espectáculo dramático es, en realidad, el resultado de dos creaciones básicas fusionadas; por una parte la obra, como basamento ideático y estructura, creación usualmente individual; y por otra una síntesis de las creaciones mencionadas supra, realizada por el director. El autor escribe la obra, pero es el director el que le da corporeidad, sustancia, vida; es el auténtico demiurgo”.

Cierro con este aforismo de Gabriela Rosas: Cada uno con su derecho al incendio.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

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