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Por: Dra. Marta Illueca

La autora es médica pediatra e investigadora científica. Este artículo fue publicado de manera original en el diario La Prensa de Panamá, el 27 de noviembre del 2022

Ya finalizando el 2022, después de tres años desde el comienzo de la pandemia por la COVID-19, hemos hecho avances importantes en nuestro entendimiento de su virus causante, el SARS-CoV-2. Sin embargo, quedan aún importantes interrogantes sobre la evolución natural de este virus.  

Así,  hemos aprendido a respetarlo como un «virus inteligente» en constante competencia con la ciencia para transformarse y mutar en variantes que desafían a nuestro sistema inmune. A largo plazo, un tema preocupante es el síndrome llamado «COVID prolongado» o «long COVID» en inglés. Y a falta de estadísticas locales extensas y precisas, podemos dar un vistazo a la situación en América Latina y Estados Unidos (EEUU), según lo reportado por sus fuentes de salud pública más confiables.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre los efectos prolongados de la COVID-19, indicando la persistencia de quebrantos de salud semanas y meses después de la infección.  Los signos y síntomas incluyen, entre otros,  la fatiga crónica, pérdida del olfato, insuficiencia cardiaca, problemas respiratorios crónicos, intolerancia al ejercicio, coágulos, dolores musculares y la llamada «niebla mental» los cuales son causa de ausentismo laboral y falta de productividad en la sociedad.

El síndrome de fatiga crónica es sumamente problemático y estas condiciones puedes afectar tanto a los casos leves como los severos de la infección. 

En una encuesta reciente por la OMS en pacientes ambulatorios con COVID-19, se calcula que el 35 % reportó no recuperar su salud por completo 2 a 3 semanas después. Llama la atención, que un 20% el grupo etario de 18 a 34 años reportaba síntomas prolongados. La OMS también reporta que estos efectos se observan aun en ausencia de problemas médicos subyacentes y en pacientes que no requirieron hospitalización.

Por otro lado, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) a través de su Centro Nacional de Estadísticas de Salud (NCHA por siglas en ingles) y el Buró de Censo de los Estados Unidos, han unido fuerzas con un análisis en el cual se reporta que al menos un 40% de americanos ha tenido COVID-19 y de estos, al igual que en América Latina, un 19% tienen síntomas prolongados.

Podemos entonces estimar que 1 de cada 5 personas que tuvieron COVID están sufriendo de su versión prolongada a las 2 o 3 semanas de haberse infectado.

Al extender el análisis a meses subsiguientes, se estima que 1 en 13 adultos (7.5%) aqueja síntomas por tres meses o más. Paradójicamente, los adultos mayores tienen menos riesgo de la COVID prolongada que sus contrapartes más jóvenes. En este reporte el grupo de 50-59 años tuvo tres veces más alto riesgo que aquellos mayores de 80 años, y las mujeres con síntomas superan a los hombres por casi el doble (9.4 % versus 5.5%). Los hispanos presentaron mayor incidencia (cerca del 9%) en comparación con las demás etnias (3.7% al 6.8%), siendo la etnia asiática la menos afectada.

Y finalmente, en Inglaterra, la Agencia de Seguridad del Reino Unido (UKHSA por sus siglas en ingles) informa recientemente que en personas vacunadas parece haber menor riesgo de desarrollar síntomas prolongados de la COVID-19, tanto a corto como a largo plazo.

Es importante recalcar que las investigaciones sobre la COVID prolongada siguen en vigencia y aun no se ha dilucidado con certeza hasta qué punto las vacunas podría impedir un curso prolongado pero el panorama es prometedor.

Lo que si sabemos indiscutiblemente es que la vacunación contra la COVID-19 ha salvado millones de vidas, y protege a una gran mayoría de infectados contra enfermedad severa o muerte. Y para efectos de nuestro país, las estadísticas recientes del Ministerio de Salud de Panamá nos indican que el 92 % de las muertes por COVID desde comienzos del 2021 hasta el presente son personas sin el esquema completo de vacunación.

La vacunas contra la COVID han sido efectivas en eliminar las variantes devastadoras que nos afectaron los primeros dos años de pandemia. Y es importante no confundirnos al analizar estadísticas de salud. Con la  velocidad de mutación del SARS-CoV-2, tenemos variantes nuevas de la familia Ómicron, que van a requerir refuerzos periódicos para su control. Ya en Panamá el Instituto Gorgas has detectado algunas de las nuevas variantes incluyendo las BA.4, BA.5 y la BQ.1.1 mismas que han hecho noticia global en semanas recientes.

Los informes recientes de la CDC en los EEUU indican, como es de esperarse, un aumento de infecciones irruptivas entre personas vacunadas con las versiones anteriores de los refuerzos.

Esto es explicable ya que, a pesar de que el 80% de americanos haya recibido al menos una dosis de la vacuna anti-COVID, tan solo un 10% han cumplido con el esquema actualizado de administrarse el nuevo refuerzo bivalente que ofrecería protección contra las variantes recientes.

Estamos pendientes de la llegada a Panamá del llamado refuerzo bivalente que ofrecerá protección adicional más especifica contra las nuevas variantes, pero el refuerzo aun requiere para su éxito, que cada persona se aplique su esquema completo de vacunas. Cierro con un llamado al sentido común y la solidaridad con los programas de vacunacion nacional, para continuar reconstruyendo nuestra sociedad a medida que vamos venciendo esta pandemia.

La autora es médica pediatra e investigadora científica. Este artículo fue publicado de manera original en el diario La Prensa de Panamá, el 27 de noviembre del 2022