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Por Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
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@psicohisvetfernandez

Las mujeres, originalmente somos las hembras de la especie humana y como tales una síntesis dialéctica de la combinación de muestras dimensiones, biológica de hembras y psicológica-social de mujeres.

Somos esa síntesis que se da en cada momento histórico de nuestra vida, y nuestra vida navega dentro de una época determinada.

Somos las mujeres los únicos seres humanos que tienen la exclusividad de algunas estructuras fisiológicas que no están en los cuerpos de todos los humanos y que su existencia ha servido a nuestra cultura patriarcal para el manejo y control de los cuerpos de las mujeres.

Una de esas estructuras ya la hemos descrito en artículos anteriores y se trata del clítoris, único órgano dedicado exclusivamente al placer sexual humano, en este caso femenino, que posee una alta cantidad de terminaciones nerviosas, 8,000 exactamente, dispuestas en él y que hacen conexión incluso con otros receptores del cuerpo como los labios menores de la vulva, los pezones y otras zonas de las llamadas erógenas del cuerpo femenino.

El clítoris tiene una poderosa capacidad para hacer sentir placer a las mujeres y ha sido precisamente por esa capacidad que la educación sexual patriarcal se ha encargado de que las mujeres no conozcan esa estructura para el placer que está en sus cuerpos.

Es una estructura manejada para negar su existencia y con ello cercenar la capacidad de hacer sentir a las mujeres, bien consigo mismas, dueñas de sus cuerpos y de sus genitales o en relaciones sexuales compartidas.

La otra estructura fisiológica exclusiva de los genitales femeninos, que solo existe en algunas mujeres y no en todas, es el himen. Estructura que ha sido enaltecida y exagerada en su importancia y presencia.

Las evidencias científicas indican que el himen no tiene una función clara, específica o particular y que lo que podría ser realmente es un reducto, o residuo de otra estructura que perdió utilidad con la simple evolución.

Ocurre que la educación sexual hegemónica lo ha utilizado para convertirlo en el centro de la virginidad, concediéndole un poder simbólico que condiciona la conducta de la mujer, asociada a prácticas religiosas y culturales todavía vigentes en el siglo XXI y que ponen en polémica la comprensión de las relaciones sexuales, limitándolas al coito como la relación sexual adulta y completa. Perdiendo, así, la amplitud necesaria para entender el verdadero sentido de una relación sexual.

Y es así que mientras el clítoris, estructura vital del placer femenino, sigue desconocido para las mujeres, muchas siguen pendientes del himen, que no tiene ninguna función importante para la sexualidad femenina.

Asuntos de la educación sexual patriarcal que necesitamos reflexionar.

Por: Hisvet Fernandez