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Por: Rosemarie Acosta Lugo, presidenta de Femuperp y asesora de Género y mujer

Las mujeres de América Latina y el Caribe están siendo protagonistas de los cambios culturales. Sobre los Derechos y las libertades conquistadas, ninguna mujer quiere repetir la vida del pasado

América Latina: el silencio no es poesía.
Reflexionemos hacia el 2050 y los espacios ganados en ocasión de la visita protocolar a Panamá de la defensora de Los Derechos Humanos, María Cristina Perceval, quien recibió la Estatua Mujer de Paz por parte de FEMUPERP y entes aliados en Panamá.

“La Mujer refleja en el tapiz un cúmulo de cualidades, experiencias y el deseo intrínseco de compartir y empoderar de conocimientos y facilidades económicas para construir una Nueva Sociedad Próspera”. Real


Ante los avances tecnológicos y el aumento poblacional todas las mujeres invierten tiempo en la actualización digital. Y demostramos que una parte del trabajo laboral puede hacerse desde los rincones de cada hogar.

Disciplina, adaptación y constancia fueron parte de la clave del éxito.

Las mujeres de América Latina y el Caribe están siendo protagonistas de los cambios culturales. Sobre los Derechos y las libertades conquistadas, ninguna mujer quiere repetir la vida del pasado.


La igualdad avanza a paso más lento y a pesar de los drásticos y, probablemente, irreversibles
cambios producidos en las familias, el mundo del trabajo y la vida política, el malestar de las mujeres de la región pone al descubierto la brecha entre su aporte a la sociedad y el reconocimiento de que son objeto.


Aunque han pasado a ocupar espacios cada vez más importantes en la toma de decisiones y son un factor clave en el mercado de trabajo, las mujeres siguen sobrerrepresentadas entre los pobres y sub
representadas en la política.

María Cristina Perceval, quien recibió la Estatua Mujer de Paz por parte de FEMUPERP y entes aliados en Panamá


Los buenos resultados en esta postergación y el tratamiento de las mujeres como minoría vulnerable
por parte de las políticas públicas se explica, en gran medida, por la imposibilidad de las mujeres de romper el mandato cultural que las obliga a realizar las labores domésticas, así como por la ausencia de los hombres en las actividades de cuidado.

Casi la mitad de las mujeres mayores de 15 años no tienen ingresos propios, el número de hogares monoparentales encabezados por mujeres se ha incrementado y los hombres ocupados en el trabajo no remunerado son una minoría. Aunque gracias al trabajo de las mujeres el índice de pobreza en la región disminuye en casi diez puntos, siguen ganando menos que los hombres por un trabajo equitativo.

Hemos conquistado el derecho al voto y a ser elegidas, ha sido necesario adoptar medidas de acción positiva como las leyes de cuotas para que en algunos países las mujeres ocupen alrededor del 40% de los cargos de representación, mientras la gran mayoría se mantiene alejada de la toma de decisiones”.

Destacan en la décima Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe dos temas puntuales donde describen la realidad de las Mujeres, en las Américas.

Un primer análisis señala la contribución de las mujeres a la economía y la protección social, especialmente en relación con el trabajo no remunerado y participación política y paridad de género en los procesos de adopción de decisiones a todos los niveles, se analizan a la luz de dos conceptos clave, el de discriminación.

Definido en artículo 1 de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, y el de división sexual del trabajo. De mucha importancia en la región ratificada por todos los países e incluso en algunos casos, como el de Argentina, Brasil y la República Bolivariana de Venezuela, forma parte, Junto con otros instrumentos de derechos humanos, de la Constitución Política.

En diferentes países, como Ecuador y Costa Rica los principios de la Convención se incorporan en el texto constitucional o se utiliza la definición de “discriminación contra la mujer” de esta Convención en leyes, tal como sucede en Costa Rica con la ley 7.142 de 1990 de promoción de la igualdad social de la mujer, en la que se establece que la expresión “discriminación contra la mujer” denota “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil.

Aún cuando América Latina y el Caribe experimenta avances en la participación política de las mujeres y en su mayor ingreso al mercado laboral, los progresos son todavía muy desiguales. 

Desde la primera infancia, niñas y niños aprenden expectativas sociales, actitudes y comportamientos típicamente marcados por roles de género.

La regla, una angustiosa introducción a la adolescencia el hemisferio sur dice no al aborto. ¿Puede la ley defender a un colectivo sin siquiera nombrarlo?

“Entre lo que veo y digo, entre lo que digo y callo, entre lo que callo y sueño, entre lo que sueño y olvido, la poesía”, decía Octavio Paz en un hermoso poema dedicado a Roman Jakobson. Lamentablemente, esa poesía se convierte en dolor cuando se ve y calla la violencia que se ejerce contra niñas, niños y adolescentes, y de eso, en América Latina y el Caribe tenemos para escribir innumerables páginas.

En muchos de nuestros países la violencia es un hecho que no se reconoce, no solo porque las cifras pueden estar subrepresentadas, sino porque impera el silencio, porque no levantamos la voz con suficiente fuerza, porque callamos nuestras historias, porque olvidamos ese sueño compartido de la infancia en un mundo de paz.

Y olvidamos, porque conforme crecemos nos encontramos con una dura realidad, también compartida: la desigualdad, que es la más palpable y lacerante del planeta, y que, sumada a las normas sociales asimétricas, que se reproducen en las familias, en la escuela y en los barrios, dan vida en nuestra región a las diversas formas de violencia contra la adolescencia y la niñez.

Por: Rosemarie Acosta Lugo, presidenta de Femuperp y asesora de Género y mujer