fbpx
Imagen de Freepik

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI

La Dra. Karen Courville es egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá. Realizó estudios en Medicina Interna y Nefrología en el Complejo Hospitalario Dr. Arnulfo A. Madrid.  Tiene un Fellow en Investigación Renal del Instituto Mario Negri en Bérgamo, Italia.  Investigadora del Instituto de Ciencias Médicas de Las TablasMiembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI)

Realizar un enfoque de una enfermedad y comprender que existen diferencias entre pacientes masculinos y femeninos, puede ayudar a los médicos a tener otra perspectiva y considerar una oportunidad el hecho de que los dos sexos pueden tener diferentes experiencias y manifestaciones de la misma enfermedad.

La enfermedad renal crónica (ERC) muestra diferencias entre sexos en prevalencia y tasa de progresión, pero también en tratamiento y resultados. Existe una mezcla de causas biológicas, relacionadas con el sexo y por tanto no son evitables, pero también factores relacionados con atributos socioculturales de la masculinidad y la feminidad que pueden ser modificados para evitar la desigualdad de género en la ERC y puedan servir como áreas de mejora.

La enfermedad renal crónica (ERC) afecta aproximadamente al 10 por ciento de la población adulta mundial y se encuentra dentro de las 20 principales causas de muerte en el mundo.

La prevalencia de la ERC es aproximadamente un 7.3%, pero es mayor en las mujeres con más edad, en donde se eleva al 17 %. De las pacientes con ERC terminal en Latinoamérica, el 39% de ellas está recibiendo tratamiento renal sustitutivo (TRS); esto es, hemodiálisis, diálisis o trasplante.

La media de edad en TRS se sitúa en los 55 años y un 13% son pacientes de 18 a 35 años.

Según datos del Estudio de Nutrición y Riesco Cardiovascular en España, el sedentarismo llega en la mujer al 70%, un porcentaje mayor que en el caso del hombre y los datos de la falta de ejercicio físico se conectan con los de sobrepeso y obesidad, llegando a cifras del 74% de mujeres que presentan exceso de peso, y según el último dato del Censo de Salud en Panamá, la obesidad alcanza un 60% de la población y también es mayor en las mujeres.

Diferencias entre sexos y desigualdades de género de la enfermedad renal crónica, progresión y acceso a diálisis y trasplante

La ERC muestra diferencias según el sexo, ya que a nivel mundial la prevalencia es mayor en mujeres, la progresión es más rápida en hombres y el pronóstico es peor en las mujeres jóvenes.

La diversidad de datos entre países nos indica que existe una diferencia de género, donde influyen las diferencias en la toma de decisiones entre hombres y mujeres, como por ejemplo que las mujeres adultas mayores optan por tratamiento conservador en vez de escoger diálisis y, en cuanto a atención y diagnóstico, acuden menos y las cifras demuestran que hay menos referencias a Nefrología que en los hombres.

Las mujeres tienen menos probabilidad de recibir un trasplante de cadáver, lo que se atribuye a niveles más altos de anticuerpos preformados; sin embargo, son donantes vivas más frecuentemente que los hombres. Según datos en España, en 2015, el 64% de los donantes vivos eran mujeres y el 62% de los receptores fueron varones.

Se argumenta que las diferencias según sexo también influyen en los resultados del trasplante: peor pronóstico de receptores masculinos atribuido a peor adherencia y menor preocupación por el injerto, y algunos estudios atribuyen una peor supervivencia de los riñones de mujeres donantes al menor número de nefronas, más respuesta antigénica HLA (Antígeno Leucocitarios Humanos) o mayor susceptibilidad a nefrotóxicos.

Características y enfermedades del sexo femenino

El embarazo es la principal causa de lesión renal aguda (LRA) en la mujer y la pre-eclampsia produce desórdenes hipertensivos del embarazo y es un factor de riesgo para enfermedad renal crónica en la madre, que se asocia con muerte intrauterina y perinatal, parto pretérmino y crecimiento intrauterino retardado; el bajo peso al nacer a su vez predispone al desarrollo de diabetes, síndrome metabólico, enfermedad cardiovascular y ERC en la adultez.

La proporción de mujeres diagnosticadas con Lupus Eritematoso Sistémico tiene una relación mujer a hombre 9:1, con una incidencia mayor en la adolescencia. Existe una multicausalidad descrita, asociada a factores genéticos, hormonales, inmunológicas y de origen étnico. La nefropatía lúpica, que es la afectación renal propiamente dicha de esta enfermedad, afecta aproximadamente al 50% de las pacientes y es factor de riesgo para mayor morbilidad y mortalidad.

La Artritis Reumatoide también afecta más mujeres que hombres, con una relación 4:1, incidencia entre los 45–55 años (perimenopausia). Puede producir afectación renal y el riesgo de ERC resulta de varias condiciones, incluyendo el patrón histológico del daño renal, inflamación crónica, comorbilidades, actividad de la artritis, y nefrotoxicidad de drogas antirreumáticas en algunas ocasiones, por la necesidad de utilizar medicamentos para control del dolor.

La Esclerodermia Sistémica tiene una relación entre 3:1 a 14:1, con una incidencia pico entre los 50 a 60 años. Los estrógenos pueden jugar un papel en la patogénesis por su efecto estimulatorio sobre algunos receptores y sobre las manifestaciones vasculares. Puede complicarse con la crisis renal de la escleroderma (hipertensión maligna + lesión renal aguda).

Consejos para prevenir la enfermedad renal en las mujeres

Es importante insistir en la población femenina sobre la importancia de llevar una vida saludable, con una dieta equilibrada que evite el sobrepeso y con una actividad física regular. Así mismo, es preciso prevenir la diabetes, el colesterol alto y el tabaco. Un mejor acceso al cuidado de las mujeres es crítico para mantener la salud general y renal de las familias, comunidades y poblaciones.

Existen algunas recomendaciones que pueden ayudarnos a disminuir el riesgo de enfermedad renal:

Hacer ejercicio frecuente: al menos unos 150 minutos semanales, repartidos en sesiones de 30/45 minutos cada 48 horas. No hay que permitir que las obligaciones familiares conduzcan a una vida sedentaria.  

Llevar una alimentación adecuada: organizar la dieta y evitar hábitos dietéticos desordenados. Además, hay que prevenir la obesidad durante el periodo de embarazo. 

Durante el embarazo y la menopausia controlar el nivel de azúcar y de colesterol, así como la presión arterial, realizando controles periódicos, una o dos veces al año, aunque no tengan síntomas. Si tiene diagnóstico de diabetes, hipertensión u otra enfermedad, realizar un control de sangre y orina para descartar la enfermedad renal durante su control de visita usual.

No fumar: no hay que dejar que el estrés y la ansiedad lleve de nuevo a fumar a los que ya han dejado el mal hábito.

Moderar el consumo de sal e hidratarse correctamente. 

Evitar tomar medicamentos sin control médico, sobre todo, medicamentos para el dolor.

Por: Dra. Karen Courville, FACP, SNI