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Por: Hisvet Fernández

Hisvet Fernández es psicóloga social, feminista, activista de los DDHH de las Mujeres y los Derechos Sexuales y Reproductivos, directora del Centro de Capacitación para la Vida (Cecavid). Integrante de la Alianza Salud Para Todas. Coordinadora del Observatorio Venezolano de los Derechos Humanos de las Mujeres, núcleo Lara. 
@psicosexualhisvetf  [email protected] @psicohisvetfernandez

El acoso por redes o ciberacoso es cualquier forma de intimidación por medio de las tecnologías digitales que puede ocurrir en las redes sociales, las plataformas de mensajería, las plataformas de juegos y los teléfonos móviles.

Es un comportamiento que se repite y  busca como objetivo atemorizar, enfadar o humillar a otras personas. Es una variante del acoso, que es un problema que lleva mucho tiempo conviviendo en la sociedad y que aprovecha los trasfondos sociales de prejuicios, estigmas y discriminación para afectar en mayor medida a personas con características protegidas como la raza, la religión, la sexualidad, la identidad de género y las discapacidades.

Estas poblaciones más vulnerables para esta forma de violencia o delito suelen ser blanco de ataques directos e indirectos, con altas cargas de rechazo, grupos como las Mujeres, personas diversas sexualmente, personas con características físicas y/o mentales distintivas, personas migrantes, personas pobres, niños, niñas y adolescentes o de la 3ra edad y de manera insólita personas con discapacidades visibles y enfermedades crónicas que les hacen diferentes o raras.

Un médico en una oportunidad nos comentó que no utilizaba las redes porque “por las redes pueden ayudarte pero también te expones al maltrato y las agresiones anónimas. “Flores y piedras puedes recibir por redes”.

El desarrollo de Internet como herramienta para conectar a personas y comunidades que tienen una mentalidad similar y para conocer a otras, que son diferentes culturalmente, necesita de una perspectiva clara de Derechos Humanos, de la que se carece generalmente. Para que no sea utilizada, esta vía de comunicación e intercambio social, para difamar, acosar, humillar, discriminar y abusar de las personas estando en sus propios hogares, como el lugar supuestamente seguro. También amerita que las empresas, que manejan las plataformas, sean estrictos hacia este tipo de acciones que dañan a sus usuarias/os.

Ser víctima de este delito puede generar altas dosis de estrés, que en muchos casos si no se trata o maneja adecuadamente, puede tener efectos muy perjudiciales tanto para la salud física como mental de las personas individualmente y de las comunidades al romper el tejido social.

Esta nota, de Liam Hackett en https://www.un.org/es/chronicle/article/el-ciberacoso-y-sus-consecuencias-para-los-derechos-humanos, nos llama a la reflexión: “El informe de Ditch the Label y Brandwatch, en el que se analizan 19 millones de tuits publicados en un período de cuatro años, concluyó que solo en Twitter se habían observado casi 5 millones de casos de misoginia. El 52% de los insultos misóginos registrados habían sido publicados por mujeres y se centraban normalmente en el aspecto, la inteligencia y las preferencias sexuales de otras mujeres. El informe notificó 7,7 millones de casos de racismo, 390.296 casos de homofobia y 19.348 mensajes transfóbicos enviados a través de Twitter3. Únicamente se examinaron datos públicos, de modo que, si extrapolamos las cifras a Internet en su conjunto para incluir tanto las vías de comunicación públicas como las privadas, el alcance del discurso de odio en línea es abrumador”

La identidad de las personas es sagrada y son muchos los elementos que la constituyen y le dan forma y además proceden principalmente de características protegidas razón por la que le concedemos una gran importancia a aspectos de nuestra identidad como identidad racial, étnica, religiosa o cultural, a nuestras expresiones de la sexualidad y al estado general de nuestra salud, así como las discapacidades que nos caracterizan.

Y son estos rasgos, precisamente, los que, quienes acosan, utilizan para agredir a una persona en Internet.

Estos abusos pueden generar un resentimiento internalizado hacia sí misma, en la víctima que se expresa al atribuir a sus características personales, el peso del problema que hay que solucionar y cambiar. Razón por la cual puede desear cambiar su color de piel o su origen étnico, sus enfermedades, sus discapacidades, sus “rarezas” identificándolo como el problema para evitar el acoso y los abusos. Se atribuye a sí misma la responsabilidad de ser víctima de acoso. Estos deseos generan mucha impotencia y sentimientos de soledad.

La persona que sufre este tipo de manipulación, se siente confundida constantemente y busca explicaciones en sí misma, de los actos de quienes abusan y así invalida su propio dolor emocional.

Es una sensación sumamente desagradable, dolorosa y violenta para quien la vive que de hecho, puede derivar en síntomas de ansiedad, desrealización e inutilidad, dificultades para relacionarse con otras personas, alta susceptibilidad y conducir en algunas víctimas, incluso, al suicidio o sus intentos.

Es necesario, hablar públicamente del ciberacoso, señalarlo, denunciarlo y de esa manera prevenir sus efectos, que pueden ser devastadores. La comunidad de internet, no debe callar ante el acoso o abuso emocional por redes, ni caer en su juego perverso, castigando a las víctimas de este delito, con su silencio cómplice y/o escuchando a quienes acosan y abusan de personas vulnerables.

Las personas que sufren enfermedades y dolores crónicos, además de vivir torturadas por el dolor y acosadas por la soledad, lidiando con sentimientos muchas veces de inutilidad, deben enfrentar también el acoso por redes, siendo víctimas de estas personas depredadoras. Para eso necesitan una dosis muy alta de inteligencia emocional, con elevada capacidad de racionalidad y sin duda del apoyo incondicional de personas que les defiendan y protejan de estos ataques, porque las ideas suicidas pueden aparecer, en muchos casos, como opcionales, ante tanto sufrimiento e impotencia.

El ciberacoso afecta la dignidad de sus víctimas de manera pública, de modo que otras personas pueden contribuir a la ridiculización y al abuso al respaldar, al aprobar y al otorgar en silencio cómplice, el contenido abusivo, responder a él para ratificarlo o compartirlo.

Solo otras manos de apoyo pueden otorgar razones para vivir, acompañando, dando amor, aceptación y coraje para que aún, con un cuerpo limitado y doloroso, puedan levantar la mirada y ver un horizonte posible.

Por: Hisvet Fernández