fbpx

Publicada en 2002 (Verbigracia, diario El Universal), a propósito de la publicación del libro
Ifigenia. Mitología de la doncella criolla (2001, Ediciones Angria, Venezuela). María Fernanda Palacios es poeta, ensayista y biógrafa

Por: Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Amigos lectores:

I.

El 9 de diciembre se recordarán los 200 años de la Batalla de Ayacucho, hito en las guerras de independencia de la región sur de nuestro continente. Hace algunos meses me escribió Carlos Leáñez Aristimuño para proponerme un dossier para debatir las interpretaciones predominantes de ese hecho histórico. Con diligencia se encargó de coordinar el conjunto que se ofrece entre las páginas 1 a la 7.

II.

Escriben Miguel Ángel Martínez Meucci (Ayacucho: gloria, ruptura y destinoGabriel Morales Ordosgoitti (La independencia: nuestro mito fundacional); Enrique Alí González Ordosgoitti (La batalla del Rincón de los Muertos, 200 años después. Un diálogo con la gargaridad); José María Ortega Sánchez y Carlos Higinio Ortega Sánchez (Bolívar, héroe español), Luis Alfonzo Herrera Orellana (La justicia en Hispanoamérica, a 200 años de Ayacucho), César Pérez Guevara (Bolívar aun debe morir), y el propio Leáñez Aristimuño (Ayacucho: 200 años de soledad).

III.

No citaré aquí fragmentos de cada uno de los textos. Los párrafos que siguen, copiados del texto de Leañez, recogen -me parece- mucho del espíritu que sostiene los argumentos de los textos:

“El pecado original de nuestra separación de España es la ultra fragmentación: lo que era un uno poderoso se transformó en veinte impotencias. Nuestros dirigentes decidieron dejar de ser parte de la fibrosa musculatura de un león para erigirse en cabezas de atolondrados e impotentes ratones que corretean peligrosamente entre paquidermos. Nuestras élites —o buena parte de ellas— hicieron estallar un galeón de gran calado y nos mantienen navegando, a merced de las corrientes, aferrados a uno de los veinte restos del magnífico buque. No hemos sido directamente colonizados o invadidos porque ha resultado más rentable mantenernos como clientes o vasallos.

Paralelamente al pecado anterior corre —sellándolo— el pecado del autoodio: desprecio o incluso negación de nuestros ancestros hispánicos. Consecuencia de este pecado, brota, naturalmente, el tercero: la alienación. Los pueblos necesitan un destino y, si se autoniegan, si se desconocen, terminan entrampados siguiendo rutas de cartas de navegación ajenas que los pierden en medio de la tormenta”.

IV.

60 años de la muerte de Enrique Bernardo Núñez (1895-1964). Luis Mancipe León escribe dos notas: la primera, que recorre la biografía que Eloy Yagüe Jarque escribió sobre Núñez (Biblioteca Biográfica Venezolana, El Nacional y Banco del Caribe). Dice: “Enrique Bernardo Núñez nació el 20 de mayo de 1895, en Valencia, Carabobo. Por esos años Venezuela vivía entre alzamientos y revueltas. Pocos días después de su cuarto cumpleaños, el 23 de mayo de 1899, cruza el río Táchira, en marcha triunfante hacia Caracas, la Revolución Liberal Restauradora, llevando a Cipriano Castro y a su compadre Juan Vicente Gómez al poder. Hacia 1943, casi medio siglo más tarde, Núñez escribió El hombre de la levita gris, un ensayo biográfico sobre Castro y su desordenado gobierno, que puso fin a los pequeños caudillismos y al que le tocó enfrentar el desafío administrativo de la deuda que Venezuela tenía con Alemania, Francia, Holanda y algunos otros países de Europa”. Página 8.

V.

En la siguiente nota, Un corazón: una lectura de Cubagua, página 9, Mancipe escribe: “Dividida en ocho capítulos, Cubagua cuenta el viaje que el joven ingeniero en minas Ramón Leiziaga, oriundo de Caracas, graduado en Harvard y al ser vicio del Ministerio de Fomento, realiza a Margarita y Cubagua, con la misión de estudiar el territorio para su probable explotación petrolera. La Margarita a la que llega Leiziaga no era la que hoy conocemos –que mientras escribo esto está cumpliendo 20 horas sin luz. Su ruralidad era todavía más extensa, y aunque no era virgen, su naturaleza dominaba casi todo el territorio”.

VI.

El homenaje a Enrique Bernardo Núñez continúa con El mar de la galera, ensayo de Iván Candeo sobre la novela La galera de Tiberio o Crónica del Canal de Panamá y de la Mesa de Guanipa (1938): “La propuesta de escritura novelesca en esta obra cobra visos de montaje cinematográfico. Es historia, ficción y crónica, forma de montaje con pedazos en la que aparecen titulares de prensa de estilo periodístico en la inserción de pequeñas reseñas. Un libro de historia y una novela como dos formas de la realidad, que Núñez hace que desemboquen en la memoria colectiva de los hechos a través del relato. Con esta novela se reafirman la imprecisión en las fronteras entre la narración histórica y el relato imaginario”. Página 10.

VII.

Cierra esta penúltima edición del Papel Literario de 2024, con la entrevista que Milagros Socorro hizo a María Fernanda Palacios, en el año 2002, y que fue publicada en el suplemento Verbigracia (El Universal), que dirigía la poeta y periodista Patricia Guzmán Bajares. Palacios acababa de publicar Ifigenia. Mitología de la doncella criolla (Ediciones Angria, 2001). Socorro le pregunta, ¿ha fundado Ifigenia una tradición? Responde Palacios:

“Yo no estoy de acuerdo en aislar a Teresa de la Parra del conjunto de novelistas al que pertenecen Rómulo Gallegos, José Rafael Pocaterra, Manuel Díaz Rodríguez, Rufino Blanco Fombona y Enrique Bernardo Núñez, de la que se tiende a poner la aparte porque era mujer, era intimista y porque escribía bien (mientras que algunos de ellos lo hacían torpemente porque eran políticos). Toda esa novelística de principios del siglo XX está llena de imágenes y de conflictos que permiten abordar el tema venezolano y nuestra psicología. Sí creo que Teresa de la Parra, en su desarrollo de un mundo intramuros, y como era ajena a la política, no se dejó llevar ni por planteamientos esteticistas ni por pretensiones políticas. En Gallegos hay también una gran riqueza de complejidades arquetípicas, una retórica formidable que se expresa en los diálogos; Jaime López-Sanz lleva años trabajando en eso y cuando se publique su libro tendrá muchas revelaciones al respecto. Hay que decir que no me cuento entre quienes denigran de Gallegos, todo lo contrario: todavía hoy abro una de sus novelas y no la puedo soltar has ta el final; eso es un novelista. Claro que hay en su obra un voluntarismo del educador, de la tesis, que se filtra un autor comiéndose al narrador, es cierto, pero, bueno, la literatura está llena de eso. Y, con respecto a lo que vino después, no me atrevo a negar ni a afirmar si existe continuidad de la obra de Teresa de la Parra porque no tengo la distancia suficiente para percibirlo”.

Si me permiten, amigos lectores, sugiero: hay que leer esta entrevista. Está en la página 11.

VIII.

Antes de decir hasta la próxima semana, quiero anotar esto: me escribe Patricia G. Heredia y me cuenta que, en la librería Los pequeños seres (Madrid), realizarán un homenaje a Elisa Lerner (1932-2024), el próximo 14 de diciembre (a las 19:00 h.). Debe ser, hasta donde tengo noticias, el primero o uno de los primeros encuentros que se organizan para recordarla. Participarán Carlos SandovalKarina Sáinz Borgo Rodrigo Blanco Calderón. Ojalá que sean muchos los asistentes.

Hasta aquí, amigos lectores.

Nelson Rivera