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Uno de los errores más comunes al divulgar ciencia es pensar que todo lo que viene de una investigación puede ser compartido libremente

Por: Magíster Nathalie Carrasco, especialista en Neurocomunicación y Comunicación Científica



Imaginemos el siguiente escenario: una investigadora publica un hallazgo prometedor sobre un tratamiento experimental. A las pocas horas, los medios lo replican como “cura definitiva”. Días después, la institución recibe una demanda. ¿El motivo? Una paciente en fase terminal interrumpió su tratamiento médico al confiar en esa “nueva cura”.

No es ficción. Es lo que pasa cuando la comunicación científica olvida el marco legal que la sostiene. Y es que comunicar ciencia no solo es compartir términos complejos o hacer animaciones llamativas. También es actuar dentro de la ley. Porque en un mundo donde la información puede viralizarse en segundos, las consecuencias legales pueden ser tan rápidas como devastadoras.

¿Quién es responsable de lo que se dice?

La primera pregunta legal clave es quién asume la responsabilidad de lo que se comunica. Aunque el contenido salga de un laboratorio, si la universidad, el medio de comunicación o el vocero lo amplifica sin verificación, también puede ser considerada responsable legalmente.

Esto implica tener políticas claras de revisión y, en particular, entender que la autoría y la coautoría en comunicación científica no son simbólicas: conllevan responsabilidad jurídica. Si no validas lo que difundes, podrías estar incurriendo en negligencia o incluso en difusión dolosa de información falsa, con consecuencias civiles e incluso penales en algunos países.

Propiedad intelectual: ¿Qué puedes compartir y cómo?

Uno de los errores más comunes al divulgar ciencia es pensar que todo lo que viene de una investigación puede ser compartido libremente. Pero no es así. Los datos brutos, artículos académicos, ilustraciones, gráficas, software o imágenes microscópicas suelen estar protegidos por derechos de autor, patentes o licencias de uso.

Comunicar sin permiso o sin citar adecuadamente puede implicar infracción a la propiedad intelectual, lo que puede derivar en sanciones, demandas o retiro del contenido. Además, si estás trabajando con terceros (por ejemplo, una universidad y una farmacéutica), deberías revisar si existen acuerdos de confidencialidad (NDAs) o cláusulas que limiten lo que se puede comunicar y cuándo. De lo contrario, podrías poner en riesgo no solo tu reputación, sino el futuro comercial del descubrimiento.

Publicidad engañosa y afirmaciones médicas

En muchos países, las leyes prohíben hacer afirmaciones sobre efectos terapéuticos sin evidencia comprobada. Comunicar hallazgos preliminares como promesas o usar lenguaje absoluto como “cura”, “garantiza” o “elimina” puede ser considerado publicidad engañosa, incluso si no hay una intención comercial directa. Esto aplica tanto a empresas biotecnológicas como a universidades que buscan posicionarse.

La ciencia se comunica con precisión, no con titulares clickbait. Porque si el mensaje genera consecuencias negativas en la salud pública, puede haber responsabilidad legal directa, sanciones de autoridades regulatorias (como la FDA, EMA o el ente de salud local), y una pérdida irreversible de confianza social.

Consentimiento informado y protección de datos

¿Tu comunicación incluye imágenes de pacientes, historias clínicas, entrevistas con voluntarios de estudios clínicos o datos personales? Entonces necesitas conocer los marcos legales de protección de datos y consentimiento informado, como el GDPR en Europa o la Ley de Protección de Datos en Latinoamérica. No basta con “anonimizar”. La ley exige obtener consentimiento explícito para cada uso de los datos personales en la divulgación científica o institucional.

Si un paciente dio su consentimiento para participar en el estudio, eso no autoriza automáticamente el uso de su historia en una nota de prensa o video documental. ¿Y si se comete un error? Errar es humano, y en ciencia, también. Pero si el error fue comunicacional y generó daños, puede haber implicaciones legales. Por eso, tener un protocolo de retractación o corrección pública no es opcional: es una medida preventiva legal. Además, es recomendable que los equipos de comunicación científica trabajen con abogados especializados en propiedad intelectual y regulación sanitaria, especialmente en investigaciones sensibles (biotecnología, salud, alimentos, neurociencia o inteligencia artificial aplicada).

Comunicar ciencia es también un acto legal

Cada vez que compartes un hallazgo, una infografía o un video explicativo, estás firmando, aunque no lo sepas, un contrato implícito con la sociedad. Un contrato que te compromete no solo con la verdad científica, sino con la legalidad.

La próxima vez que prepares un contenido científico, pregúntate:

✅ ¿Tengo permiso para compartir esto?

✅ ¿Estoy usando un lenguaje que pueda inducir a error?

✅ ¿Hay datos personales o imágenes sensibles?

✅ ¿Mi institución tiene un protocolo de revisión legal?

✅ ¿Quién se hace responsable de esta comunicación? Porque comunicar ciencia no solo es informar. Es también proteger. Y eso incluye protegerse legalmente a ti, a tu equipo y a quienes creen en tu mensaje.

La autora es abogado, comunicadora y Business Process Manager, enfocada en gestión empresarial con tres maestrías en Comunicación: Máster en Comunicación Estratégica y organizacional, Máster en Neurocomunicación, Máster en Comunicación Científica. Vive en Canadá.