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Amigos lectores:

Hasta la llamada de Corina Yoris-Villasana, nada sabía del filósofo, escritor y profesor universitario Francisco Bravo (1934-2022). Les cuento en pocas líneas: nació en Ecuador.

En una primera etapa fue sacerdote. Hizo un doctorado en Teología, en la Universidad de Salamanca, España. Luego de separarse del sacerdocio estuvo en México y Panamá. Luego lo encontramos en París, defendiendo la que, a la postre, será una de sus obras más importantes, sobre el pensamiento de Teilhard de Chardin.

También realizó estudios de posdoctorado en la Universidad de Oxford. Llegó a Venezuela en 1969. A partir de 1972 hizo de la UCV su casa. Dedicó varios de sus libros al pensamiento de Platón, y también escribió sobre los presocráticos, la filosofía griega y más. Y fue, de ello hablan con gratitud los testimonios reunidos en esta edición, un docente brillante y generoso, que llevaba consigo la facultad de despertar el pensamiento de sus alumnos.

Como dije, no le conocí, pero luego de leer los textos aquí reunidos, experimento la sensación de que algo sé sobre ese hombre. Me quedo con la idea de que me hubiese gustado escucharle.

Los autores que logró reunir Corina Yoris-Villasana (Francisco Bravo, platonista por excelencia), –Lorena Rojas Parma (Remembranza de Francisco Bravo), José Luis Ventura (La necesidad de definir para empezar a filosofar), Juan José Rosales Sánchez (A propósito de un curso de Platón Autor), Gabriela Silva C. (Francisco Bravo y su viaje a través de las ambigüedades del placer en la filosofía de Platón), Omar Astorga (Francisco Bravo, inagotable), Nowys Navas (Zanahorias frescas), Wolfang Gil Lugo (Francisco Bravo: el rigor del pensar), María Guadalupe Llanes (Las ambigüedades de la historia. Francisco Bravo lector de Teilhard de Chardin), Marta de la Vega V. (El placer de saber) y Miguel Albujas Dorta (El gran didaktikón)- ejercen la gratitud: le recuerdan, le citan, nos hablan de sus numerosos atributos como pensador, escritor y docente.

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El homenaje a Francisco Bravo va de la página 1 hasta la 8.

Mirarse el ombligo. O sobre cómo bajar la cabeza con Quignard y Benjamin para pensar(nos) mejor: tal el título del ensayo de Rosbelis Rodríguez: “El método de ambos pensadores es ese movimiento regrediente que de pronto desacelera para construir una obra a partir de unas ruinas específicas: las de los arrinconados en una esquina del mundo, el angulo cum libro tan caro a Quignard; las de los marginados del ‘progreso’, en el caso de Benjamin. Ambos autores no solo rememoran a su manera sino que pretenden algo más: actualizar el pasado, resucitar a los muertos, vivificar las ruinas”.

En la página 10, un texto de Edgar Cherubini LecunaUn diente de león. Comienza así: “En la fotografía observamos a una muchedumbre apiñada azarosamente, a primera vista, al no conocer el contexto en que fue tomada la escena, no entendemos por qué sus rostros reflejan incertidumbre. Escudriñando un poco más, vemos que, en medio de esa aglomeración, un niño desprende de la hierba un diente de león y extasiado observa sus hojas dispuestas en roseta desde la base y sus múltiples semillas provistas de vistosos vilanos prestos a transportarlas lejos de allí, pero cuando se disponía a soplarlas y dispersarlas al viento, sonríe y extendiendo su mano, brinda ese privilegio a unos niños que absortos lo observaban manipular la flor.

Es 9 de julio de 1944, un mes de julio como este, cinco trenes atestados de judíos húngaros han cruzado la frontera y arriban a su destino, el campo de concentración de Auschwitz”.

Francisco BravoPascal QuignardWalter BenjaminAuschwitz: leer para incitar al pensamiento.

Consigno aquí mis buenos deseos para todos.

Nelson Rivera, director del Papel Literario del diario El Nacional

Lea completo el Papel Literario