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Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD

El Dr. José L. Cevallos MD, PhD es Médico Cirujano egresado de la Universidad Central de Venezuela (1963). Médico Especialista en Medicina Interna, UCV (1968). Médico Especialista en Endocrinología, Harvard Medical School of Medicine, Boston, USA (1971). Doctor en Ciencias Médicas (PhD), UCV (2003). Director del Laboratorio de Investigaciones Clínicas de la Facultad de Medicina, UCV (1975-presente)

El complejo nombre de la  hormona adrenocorticotrópica (ACTH) hipofisiaria, se refiere al efecto controlador que tiene sobre las glándulas suprarrenales, secretoras del bien conocido cortisol, el cual forma parte de otras H adrenales, a las cuales nos referiremos en otra entrega.

Lo particular de esta H. hipofisiaria, en términos sencillos, es su estrecha comunicación con el hipotálamo, reactor a las emociones, y este con la corteza cerebral, asiento de la conciencia, o receptor del entorno, constituyen así un arco comunicacional neuroendocrino responsable de la llamada “respuesta de estrés” o reacción de alarma.

Respuesta que sucede ante cualquier situación de alerta o de peligro, en la cual el individuo está presto a defenderse o a atacar, y en el organismo ocurren una serie de reacciones tangibles, tales  como taquicardia, piloerección (se eriza todo), iridodilatación, para una mejor visión, sudoración… reacciones propias del sistema nervioso simpático o adrenérgico, pero además al estimular el ACTH a las adrenales y producirse una descarga de cortisol, este determina a través del hígado una mayor producción de glucosa, combustible necesario para reaccionar de una u otra forma.

 La secreción de ACTH, al igual que otras hormonas, sigue un ritma llamado “circadiano”, es decir que su secuencia de secreción se repite cada 24 horas, el cual consiste en las personas de vida diurna, en que se incremente su secreción en tempranas horas del día, para que el organismo, a través del cortisol, como ya dijimos, tenga a mano suficiente glucosa para “funcionar” durante las horas diurnas, disminuyendo luego en horas vespertinas, para prepararse para el descanso nocturno. En las personas de hábito laboral nocturno, el ritmo está invertido.

La descripción de estas acciones fisiológicas del eje ACTH-adrenal, nos permiten deducir qué pasaría en un organismo que no tuviera ACTH o que esta hormona se esté secretando en exceso, y por ende tuviera déficit o exceso de cortisol.

En el primer caso, debido a múltiples causas patológicas, la persona estaría débil, hipotensa, pudiendo llegar en casos extremos, a una situación incompatible con la vida, a menos que se le administren H corticoideas (semejantes al cortisol) en forma periódica y permanente, pues sus glándulas adrenales estarían incapacitadas de producir el tan necesario cortisol.

De haber exceso de ACTH debido a un tumor hipofisiario productor de esta hormona, se produciría el llamado Síndrome de Cushing, que consiste en lo más obvio en obesidad centrípeta: hipertensión arterial, atrofia cutánea con aparición de estrías abdominales de color púrpura.

Condición que solo se solucionaría extirpando o irradiando el tumor hipofisiario, o en caso de ser maligno, bloqueando la secreción de cortisol.

Por: Dr. José L. Cevallos MD, PhD